La oración de Teresa de Ávila: “Nada te turbe, nada te espante, todo se pasa, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza, quien a Dios tiene, nada le falta, solo Dios basta”, bien podría ser la oración de esta generación en donde el sistema por el cual hemos regido nuestras vidas se tambalea y parece desplomarse. Hoy, más que nunca, necesitamos lo divino, bien sea que lo llamemos Dios o aquello que trasciende nuestro mundo y le da contenido y significado a la vida.
Buscando qué podemos hacer, lo primero que viene a mi mente, como un mandato de lo divino que me habita es No tomar partido. Y vi con claridad que este dilema del bien y del mal, esa guerra que le ha dado sostén a todas las religiones no se puede ganar ni perder. Es todo
parte de la gran ilusión, de ese gran Maya que nos enseña el hinduismo, y que nuestros científicos llaman, “la matrix” o la simulación y sus algoritmos. De repente me di cuenta que la única forma de salirse de esa lucha interminable que nos ha costado tanto sufrimiento no es ganar, ni tampoco perder. Es trascender. Ir más allá. Descubrir la realidad que nos oculta este programa en el que vivimos, de competencia, de luchar por la verdad, de matar demonios. Descubrir que en un Universo de amor no existen esas cosas.Creo que tendremos que
reescribir todos los libros sagrados porque en ellos Dios manda a matar a los
enemigos. Todos esos libros están dentro del programa que nos ha hecho pelear,
luchar y hasta matar por causas nobles.
En la invitación que escribo
todos los meses para el ritual de Llama Violeta, puse al final, El Bien siempre
triunfa, y es ahí que caí en cuenta. Si triunfa quiere decir que le ganó a
otro. Lo borré.
Somos la Voz del planeta, la
palabra humana es poderosa. La transformación de nuestro mundo o nuestro
próximo paso evolutivo requiere un profundo cambio en nuestro léxico. No
podemos seguir usando el lenguaje de la guerra. No podemos usar metáforas que utilicen
el viejo paradigma de lucha y competencia. Jehová ya no podrá mandar a matar,
tampoco Mahoma, ni siquiera Krishna, aunque sean metáforas. Ya no más.
Solo Dios basta, dice Teresa
de Ávila. Solo lo divino basta diríamos hoy. Y lo divino es Amor. No una
emoción o un sentimiento, es la esencia de nuestro Universo. Es lo que nos toca
descubrir. Está grabado en cada célula de nuestro cuerpo porque el universo se
hizo con esa esencia. Solo tenemos que liberarnos de la memoria y el programa
que nos aprisiona.
Necesitamos esferas de luz,
espacios creados por nosotros mismos en el que el programa de bien y del mal no
tenga cabida. Puede ser un dormitorio, toda tu casa, lo que las circunstancias
permitan. Lo importante es consagrar ese espacio al verdadero espacio divino,
en donde ni siquiera la palabra evoque la lucha, la contienda, en donde se
respire el verdadero aire de la vida impregnado con la esencia misma del
Universo, el Amor.
Construyamos espacios de luz
como un servicio a la vida. Espacios por donde la Luz de lo Divino entre a este
mundo y nos despierte del sueño de la vida en la materia.
No es cerrar los ojos para no
ver lo que sucede, es verlo sin que lo que veas te arrase y te lleve a emitir
juicios y a luchar. Es permitir que todo ese amor y compasión del corazón
humano aflore, aunque duela.
Es trascender y penetrar en la
esencia misma de la vida, más allá de este mundo de Ilusiones. “Quien a Dios
tiene nada le falta, sólo Dios basta.”
Con amor, Carmen Santiago
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