SÓCRATES
Los habitantes de la
antigua Atenas solían estar gobernados por políticos llenos de intereses
personales: corrupción, falta de sabiduría y de virtudes (siglo V. a. C.).
Entonces apareció
Sócrates y le habló a la gente. Enseñó que el hombre tenía que actuar orientado
por su sabiduría interna y su conciencia.
Él mismo era un hombre recto. Cuando aceptaba una obligación cumplía su
cometido con valentía y nunca se preocupaba de otra cosa más que de su
conciencia. Mucha gente lo admiraba, y especialmente los jóvenes se congregaban
a su alrededor para escuchar sus enseñanzas. Pero esas personas del pueblo que
eran egoístas y corruptas lo odiaban y se convirtieron en sus enemigos.
Intentaban evitar que
Sócrates enseñara. Como fracasaron, lo acusaron de haber echado a perder a los
jóvenes.
Ellos decían que las
enseñanzas de Sócrates eran peligrosas y que creaban disturbios en la ciudad.
La corte no pudo tocar lo intachable de Sócrates. Entonces le propuso que no
enseñara más, que dejar a Atenas o moriría.
Sócrates respondió:
“No puedo callarme. Mi destino es enseñar. Tengo que enseñar en Atenas y no en
otra parte. Tengo que ser fiel a mi destino. Prefiero morir a ser deshonesto
con mi conciencia.
Entonces fue condenado
a morir tomando una copa de veneno.
Sócrates lo aceptó y
dijo: “Morir es como dormir. Mi alma solamente cambiará de casa.”
Sólo los hombres
virtuosos son firmes. Su virtud respaldó a Sócrates hasta la muerte. La virtud
en la acción y en la mente nos salva.
Si comenzamos con la
obtención de una virtud, ella será nuestro refugio en las crisis y los
infortunios.
De: K.P. Kumar. Circular
de Vaisakh. Escorpio 2013
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