por Tom Kenyon
Somos seres espirituales que tienen una experiencia humana, no solo primates humanos, con "mentes de mono" que tienen experiencias espirituales. Hay una diferencia entre estas dos perspectivas, y no son solo semánticas.
Con el término "espiritual" me refiero simplemente a algún aspecto de la conciencia que es trascendente para el tiempo, el lugar y las circunstancias.
Hay una parte de nosotros
que no es local y que está más allá del tumulto del mundo. Hay una parte de
nosotros que puede aportar una sensación de libertad que sobrepasa toda
comprensión, porque sus orígenes están más allá de nuestra identidad y lucha
humana localizada.
La forma en que se toma contacto con este aspecto propio no local es
una cuestión fundamental. Cada uno de nosotros debe encontrar su propio camino.
Algunos de nosotros lo
hallaremos a través de varias tradiciones espirituales, y otros lo
encontraremos sin la ayuda y sin las limitaciones de estas tradiciones al
debatirnos con nuestra existencia humana a través de la investigación directa.
No es una tarea fácil, y se hace más difícil, creo, por el hecho de que
colectiva e individualmente tenemos que enfrentar a nuestras sombras.
Con la palabra sombra me
refiero a nuestro material emocional no reconocido, la parte oscura del bajo
vientre de nuestra identidad. Este es el lugar del odio a uno mismo, la
violencia y la autodestrucción. Es un lugar al que no van los débiles de
corazón, y muchos de los que nos identificamos a nosotros mismos como personas
espirituales haremos cualquier cosa por evitarlo. Pero lo hacemos corriendo un
gran riesgo.
Poco antes de su muerte, el
psiquiatra suizo Carl Jung dijo que la humanidad debe aceptar su sombra
colectiva o ser destruida por ella.
Viendo lo que está sucediendo
en el mundo hoy en día, diría que la humanidad ha fracasado en esta tarea.
Pero, de nuevo, no somos los únicos culpables de esto. Mucha de la
responsabilidad de evitar este difícil y oscuro territorio recae directamente
sobre los hombros de la religión, así como sobre muchas de nuestras tradiciones
espirituales, incluyendo definitivamente la Nueva Era.
Esto me lleva
inexorablemente de vuelta a Magdalena y su perspectiva única. Este ser no
rehúye el material oscuro sin dueño. Lo desentierra y lo lleva a la luz de la
conciencia. Y lo hace con una elocuente franqueza que, personalmente, encuentro
refrescante.
Así que vuelvo a su
comentario, que ya he citado antes... "La verdadera transformación no
requiere de esperanza y se mueve incluso en la desesperación."
Ustedes y yo, así como el
mundo entero, estamos atrapados en una vorágine global. Estamos siendo testigos
de la agonía de un viejo mundo y el nacimiento de uno nuevo, pero sólo el
tiempo dirá si vale la pena vivir en este nuevo mundo o no.
Esta incertidumbre nos deja
en una posición emocional precaria.
Encontrar nuestro camino a
través de la matanza de nuestra civilización mientras se transforma en algo
nuevo no es fácil. Y a lo largo del camino, muchos de nosotros podemos caer en
el lado oscuro de la desesperanza y la desesperación cuando miramos el mundo
que nos rodea.
La paradoja dentro de su
afirmación es que la verdadera (es decir, la auténtica) transformación se mueve
(o se despliega) incluso en la desesperación. ¿Cómo puede ser cierto? ¿No es la
desesperación el punto final de la desesperanza?
Sí y no, en mi opinión. Si
se consiente la desesperación sin ninguna otra fuerza que la contrarreste en la
psique, entonces sí puede ser fácilmente el punto final.
Pero si nosotros (es decir,
ustedes y yo) podemos encontrar una manera de experimentar nuestros seres
trascendentes, o al menos nuestra naturaleza más ingeniosa, entonces no
estaremos limitados o definidos por el tiempo, el lugar y las circunstancias.
Para algunos de nosotros,
este tipo de libertad se generará a través del arte de la trascendencia
mediante algún tipo de tradición espiritual. Algunos de nosotros la
descubriremos a través de nuevas formas de percepción y expresión creativas que
tienen poco que ver con lo que otros podrían considerar "espiritual"
en absoluto.
Pero, en mi opinión, no es
tan importante cómo se consigue un sentido renovado de nosotros mismos en tanto
lo consigamos. Sin el tipo de renovación que surge del pozo interior de la
auténtica espiritualidad y/o de la percepción profunda y creativa, creo que nos
quedaremos mal equipados para hacer frente -mucho menos para transformar- el
caos que ha engullido el mundo.
Pero echemos otro último
vistazo al enigmático comentario de Magdalena sobre la transformación y la
desesperación.
A medida que cada uno de
nosotros vive el proceso de transformación que es nuestra propia vida,
inevitablemente se cruza con la transformación más grande que está atravesando
el mundo. Y debido a que estamos pagando colectivamente el precio de las
sombras sin dueño, de vez en cuando podemos caer presa de los sombríos
sentimientos de la desesperanza y la desesperación.
Si esto ocurriera para
ustedes, como ha ocurrido para mí, creo que sería mejor ver estas difíciles
emociones como un llamado a la presencia en lugar de un signo de fracaso. La
desesperanza y la desesperación pueden ser ciertamente, aunque no
necesariamente, una señal de que todo ha terminado. Y al igual que la llamada
de las sirenas de la antigua mitología griega que atrajo a los marineros a su
fin, podemos ser fácilmente seducidos si somos vulnerables a tales
sentimientos. Después de todo, cualquiera que haya entrado realmente en los
oscuros mares de la desesperanza y la desesperación sabe que estos sentimientos
pueden tener una extraña cualidad seductora.
Pero sólo porque algo surge
dentro de nosotros, o alrededor de nosotros, no significa que tengamos que
aceptarlo. Mi consejo es que trasciendan esos momentos sombríos, si es que
surgen, a través de una potente introspección espiritual y/o a través de una
osada creatividad, lo que significa el acto de hacer algo radicalmente
diferente a lo que están acostumbrados. Lo que esa acción pueda ser depende de
ustedes.
El verdadero discernimiento
espiritual y la profunda creatividad pueden cambiar todo lo que la mente
percibe, incluyendo las emociones humanas más sombrías y difíciles de redimir:
la desesperación.
"La verdadera transformación no requiere de esperanza y se mueve
incluso en la desesperación."
María Magdalena
Traducción: Susana Peralta
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