De un Diálogo con Jean Klein Extracto de: la sencillez de ser
Usted dijo hace unos días que primero se conoce el silencio objetivado y más tarde se llega al silencio real, que no está en la relación sujeto-objeto. ¿Cómo se va más allá del silencio objetivado?
Con la expresión "silencio objetivado", ¿te refieres a una ausencia de pensamiento, a lo que llamamos un "estado en blanco"? Sí, una ausencia de pensamiento es todavía un objeto, pero tú, como sujeto último, eres el conocedor de la ausencia de pensamiento. Así pues, lo que tú preguntas es cómo ir más allá de cualquier relación sujeto-objeto, cómo llegar a la ausencia de la ausencia.
Supongamos que eres consciente de una particular
sensación del cuerpo. Sientes que tu cuerpo está caliente o frío o sientes un
cierto estado emocional. Desde el momento en que eres consciente de una
percepción, estás automáticamente fuera de ella, es decir, que no hay ya
ninguna implicación o identificación con lo percibido. En esta actitud de
no-implicación o "dejar ser", puedes llegar a ser consciente del silencio.
Pero este "estado en blanco", esta ausencia de pensamiento, es
todavía un objeto del que eres consciente.
Por eso puede surgir la pregunta: "¿A quién está
referido este estado en blanco?" Cuando esta pregunta surge, hay una
detención y se da un salto espontáneo de hacer hincapié en el estado en blanco,
en el objeto, a hacer hincapié en el que lo percibe, en el sujeto. Y como el
que percibe se encuentra desprovisto de imagen, como el que percibe no puede
ser percibido, no encuentras nada a lo que puedas referirlo. Estás totalmente
abierto, abierto a una respuesta. Estás ahora en el umbral del ser.
El acento está puesto ahora en la conciencia misma y
el objeto, el estado en blanco, desaparece en la conciencia. No hay ya un
sujeto, un observador, ni un objeto, el estado observado.
Para que esto suceda, debe haber una observación no
cualificada, una observación libre de toda reacción. Hasta ahora, tú conoces
sólo la observación de algo. Pero puedes llegar a vivir una observación en la
que nada sea observado. Entonces, lo que llamamos el observador pierde sus
atributos como tal y es puro ser.
Estamos acostumbrados a mantener la relación
sujeto-objeto, observador-cosa observada. Pero debemos aceptar la posibilidad
de que puede haber observación sin objeto observado, de que existe una atención
silenciosa sin ninguna percepción. Puedes llegar inicialmente a este punto por
medio de la meditación.
En la meditación, eres primero consciente de algo, de
tus pensamientos, de tus emociones o de tu cuerpo. Puedes observar que no estás
realmente en contacto con tu cuerpo, que, en lugar de ello, estás en contacto
con una proyección, con un esquema inscrito en tu mente. Y también observas que
tú eres el que origina ese esquema. Al verlo así, la producción cesa.
Podemos decir que la meditación es un momento de
no-interferencia en que vemos hasta qué punto estamos apegados a la producción
de sensaciones para dar al yo un asidero al que agarrarse. Al permitir a la
percepción su plena expresión, el cuerpo se hace cargo de sí mismo, pone de
manifiesto el condicionamiento y te transmite su naturaleza real. En otras
palabras, le das la oportunidad de ser un cuerpo, pues anteriormente era una
defensa, un hábito. Y notarás una nueva sensación corporal que nunca tuviste
antes, la percepción original de tu cuerpo.
El cuerpo, como todo objeto, es una expresión de la
conciencia en el espacio-tiempo. En un momento libre de interferencias, toda la
energía previamente localizada en una sensación corporal retorna a su origen,
se desvanece en la conciencia y sólo queda el silencio.
En una de sus charlas, usted dijo que hay una unidad
esencial entre todos los seres vivos. Me resulta difícil de entender, pues mi
experiencia consiste en ver las formas y las apariencias de los seres como
independientes unas de otras.
Podríamos decir que cuando te encuentras por vez
primera con alguien, te encuentras realmente contigo mismo, pues el vacío en ti
es el vacío de todo ser vivo. Los objetos aparecen en el espacio, pero el
espacio no es afectado por ellos. Cuando abandonas la conciencia de ser, toda
relación, si es que todavía podemos hablar de relación, se desarrolla entre
objeto y objeto. Pero un objeto necesita un agente, la conciencia, para
existir. Como no tiene ninguna existencia autónoma, un objeto vive siempre en
la inseguridad. Por eso, en una relación tal, cada objeto busca sentirse
seguro, sentirse amado. Hay sólo aprehensión, sólo interés propio. Cada uno
pretende tomar algo del otro.
¿Por eso, la personalidad, al ser una imagen, no tiene
existencia independiente?
Lo que generalmente llamamos nuestra
"personalidad" es realmente memoria, una localización de la imagen
del yo, un refugio para la preservación del ego. Cuando te identificas con la
personalidad, ésta se hace estática, se cristaliza y pierde toda flexibilidad.
Pero al apartarte de esta identificación, te sitúas en la conciencia inespacial
y la personalidad real emerge. Aparece en el momento de afrontar una situación
y desaparece cuando la situación termina. Es una herramienta, nada más.
¿Qué es exactamente la memoria?
La memoria es una forma de pensamiento. Es un
pensamiento. Cuando realmente te adentras en ella, ves que el pensamiento está
siempre en el presente. Puedes localizarlo como "hace tres años",
pero esa localización sucede siempre en el presente. No hay ayer. Podríamos
decir que la memoria es un estado de la mente.
Al vivir la conciencia silente, ya no intentas retener
o recordar nada. Estás abierto a la mente universal, a lo que llamamos memoria
universal.
¿Qué quiere decir con la palabra
"intuición"?
Lo que generalmente llamamos intuición, inteligencia o
discernimiento son todavía facultades de la mente, aún influidas por el punto
de vista fragmentario de un yo y, por tanto, no hay visión global.
La verdadera inteligencia o discernimiento emana del
Sí mismo. En otras palabras, la acción aflora directamente desde el silencio
sin la intervención de la mente o el ego, del pensamiento o la memoria. La
inteligencia pertenece a la totalidad, a la conciencia silente. Proviene de la observación
sin valoración de las diversas circunstancias de tu vida. La observación lleva
a un momento de detención y en esta detención no hay ya ninguna referencia a tu
entorno. Estás completamente calmo, toda la energía proyectada hacia el
exterior retorna a su origen y la conciencia silente se conoce a sí misma por
sí misma. Conocerse a sí mismo por sí mismo es intuición.
¿Es el conocimiento un objeto?
Ser conocimiento no es un objeto. En
realidad, no hay objeto. Es un nombre que damos a una expresión de la
conciencia en el espacio-tiempo. Forma y nombre hacen al objeto. Si apartas el
nombre y la forma, sólo hay conciencia.
¿Entonces este ser conocimiento es una experiencia?
Si tomamos la palabra en su sentido filosófico, no; no
es una experiencia. Es vida. La experiencia pertenece al dominio de la memoria,
a lo conocido, al tiempo. La experiencia es discontinua, pues si no lo fuera
¿cómo podríamos llamarla experiencia? La vivencia de la conciencia es exterior
al espacio y al tiempo y, en consecuencia, es algo continuo. Ser conocimiento
no es una experiencia, pero puesto que nuestro lenguaje es dualista, a menudo
nos referimos a la no-experiencia como experiencia.
Londres. Noviembre de 1982
¿Por qué estoy aquí? ¿por qué he nacido? ¿por qué
moriré? ¿por qué existe el amor, el odio? ¿por qué, por qué?
Libérate del por qué. Cuando estés libre del por qué,
tendrás la respuesta viviente. Antes, durante y después de la pregunta está la
respuesta. Buscas el motivo únicamente en la acción, fuera de ti mismo. Pero cuando
miras en profundidad, el motivo que te lleva a preguntar es la necesidad de
estar en una relación perfecta con todos los seres vivos. Sólo encontrarás esta
motivación subyacente cuando te hayas desembarazado del por qué, el dónde y el
cuándo.
Hablas de la muerte, pero sólo puedes hablar de la
muerte porque das por supuesto que has nacido. ¿Qué te da derecho a decir que
has nacido? ¿Tan fácilmente aceptas una información de segunda mano?
California. Febrero de 1986
Fuente: Jean
Klein. La sencillez de ser.
No hay comentarios:
Publicar un comentario