Por
Maga Ben Oxlahun
Virginia
Pereyra Ezquivel
El
tiempo de espera ha terminado, es el momento de prepararse para avanzar.
El
tiempo anterior fue como la calma antes
de la tormenta, pero sin calma, un compás de espera tormentoso y confuso. Eso
implicó muchos cambios en nuestras vidas tanto físicos como espirituales.
Durante décadas sufrimos soledad, desarraigo, la sensación de no pertenecer al
mundo que habitábamos. Éramos islas en medio de un inmenso mar sin horizonte.
Pero a
través de las tinieblas llegaba un débil halo de luz, fugaz primero, pero que
bastaba para iluminar por unos instantes ese camino que se mostraba incierto.
Las sincronías nos guiaban en ese entonces, como un mágico duende que dejaba
migajas en el sendero y supimos que dependíamos de eso para avanzar. Primero a
tientas, después a pasos más seguros. Una larga caminata que iba fortaleciendo
nuestras piernas y nuestro interior. Y así, sin quererlo, nos encontramos
transitando nuestra propia evolución.
Ha
llegado al fin el momento de la tormenta,
es tiempo de la acción: y nosotros somos la tormenta.
¿Y en
qué consiste la tormenta?
Eso
representa diferentes aspectos de acuerdo a cada individuo, lugar y la
situación, pero la esencia es la misma: ser pilares de luz, donde estén,
como estén, como puedan, como sientan.
Ser
pilares de luz es tener conciencia del aquí y del ahora, conocer que obedecemos
a un propósito que es más grande que nosotros y a veces excede a nuestra humanidad.
Un
pilar no es más importante que otro, cada cual ocupa el lugar que tiene que
ocupar y sus funciones pueden ser diferentes, pero esto no quiere decir que uno
sea más importante que otro: todos lo son. Y en esa diferencia reside la
ganancia; porque cada pilar, junto a otro pilar, junto a otro pilar están ayudando
para que las nuevas energías se anclen y se potencien. Cada pilar ayudó para
que la Rejilla Cristalina se haya encendido y ahora resplandezca multiplicando sus efectos.
Y
aunque pareciera que nada ha cambiado, todo ha cambiado, hay una fuerza
subterránea que está evolucionando a cada instante, un sentir que se acrecienta
en el tiempo y en espacio de la dualidad.
Ha
llegado el tiempo de la acción, pero la acción con fuerza y con conciencia. Ya
no somos esos chiquillos tambaleantes del principio: hemos crecido…y aquí estamos.
Es el
momento exacto del antes y el después, la hora señalada para incrementar la
acción. Hay que avanzar, y también hay que seguir preparándonos, trabajando
sobre nosotros mismos para nuestro continuo crecimiento mientras seguimos
viviendo en la dualidad, aprendiendo a convertirnos en seres
multidimensionales.
Las
energías nos apoyan ahora, el trabajo es nuestro. Nadie vendrá a hacerlo por
nosotros.
En el
solsticio del año 2012, encontrándome en meditación, me vi contemplando un
cielo colmado de nubes que acarreaba el viento, como un inmenso río que se
desplazaba ante mis ojos. Ese río fue transformando su color y llenándose de matices con los colores del arcoíris.
Entonces
una voz habló y en ella pude reconocer al espíritu de Gaia. Con gentileza agradeció todo el trabajo que habíamos
realizado en los tiempos previos a esa fecha, y de cómo la estábamos
acompañando en ese paso evolutivo para todos.
“De
aquí en más-dijo- y para las generaciones venideras serán conocidos como “Los
hijos de Gaia”.
Almas
viejas, conozco el sentir de cada uno, porque también es el mío, sabemos que la
separación es nada más que una ilusión de la dualidad, es aquí, en la Tierra donde
elegimos cambiar ese paradigma.
Sé que
a veces estamos cansados, nos agobian los sucesos de nuestras vidas mundanas,
pero no se detengan.
Estamos
a un paso que parece larguísimo para nuestros ojos humanos, pero eso sólo es
ilusión.
Renovemos
nuestros compromisos y sigamos adelante, es hora de seguir avanzando.
La
Evolución es la meta y el camino.
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