Sin el Zóhar, no sé cómo podríamos mantener la fe en la Biblia. En la
porción de Vayeshev leemos que Yosef es vendido como esclavo por sus propios
hermanos y que Yaakov, padre de las doce tribus, parece promover el odio entre
Yosef y sus otros hijos al fabricar un abrigo especial solo para él. La Biblia
dice que sus hermanos lo odiaban y que no podían hablar con Yosef en paz. Es
cierto, puede que los padres tengan preferencia por un hijo, pero un padre
inteligente se da cuenta de que debe hacer su mayor esfuerzo para ocultar ese
sentimiento interior de preferencia y demostrar amor a todos sus hijos. Pero
Yaakov parecía no regirse por esta lección.
“ESTAS ERAN ALMAS ELEVADAS…”.
Estas eran almas elevadas, carrozas que son una creación especial dentro
de la Creación. Avraham, Yitsjak y Yaakov, y sus doce hijos, podían conectar
dos reinos, tal y como lo hace una silla de montar entre el jinete y el
caballo. Ellos podían traer el reino inmaterial, es decir, la Fuerza de Luz de
Dios a la que estaban conectados, a este mundo terrenal. ¿Cómo podemos entender
las acciones de Yaakov y sus hijos justos?
Con respecto a esto, el Zóhar explica que los israelitas, todos los
hijos de las doce tribus, estaban predestinados a descender a Egipto y ser
esclavizados porque así había sido acordado en un pacto entre Avraham y Dios,
por eso, el hecho de que Yosef fuese vendido como esclavo a Egipto por sus
hermanos estaba predestinado. Iba a haber hambruna en el mundo y Egipto sería
el único país con alimento, así que Yaakov también tendría que ir a Egipto con
su familia en algún momento. El Zóhar dice que los israelitas, destinados a ser
esclavos, simplemente desempeñaban su papel.
El Zóhar también nos dice que hay universos paralelos y que la única
manera en la que podemos sobrevivir a esta ineludible realidad del caos es
pasar de este universo a otro. No hay otra explicación.
Cuando Rav Akivá fue ejecutado, los romanos lo desollaron. Rav Shimón
bar Yojái explica que en el momento en el que los romanos comienzan a
arrancarle la piel, Rav Akivá sabía que estaba viviendo esta tortura para
expiar y limpiar espiritualmente el acto de vender a Yosef, porque él era una
encarnación de uno de los hermanos que lo vendió. En el momento en que
comenzaron a descarnarlo, él dijo: “¡Denme más, porque sé que esto tiene el
propósito de limpiar!”.
“NADA OCURRE SIN RAZÓN”.
Necesitamos elevarnos al punto en que entendamos que nuestro sufrimiento
es parte de una limpieza. La negatividad no es algo que llega a nosotros al
azar, por eso, cuando se nos presenta tenemos que lidiar con ella en lugar de
quejarnos de lo que nos ocurre. Nada ocurre sin razón. Solo aquellos que están
destinados a sufrir con sus injusticias son quienes culpan a los demás. Rav
Akivá se ocupó de ello conectándose con ese otro universo, el Universo
Perfecto. El momento en que dijo “Denme más dolor”, su alma dejó su cuerpo
aunque los romanos continuaran arrancándole la piel.
El Zóhar dice que Rav Akivá nos mostró que esta es la manera en la que
hay que vivir nuestra vida. Cuando Yaakov le dio ese abrigo a Yosef, él
invirtió en odio gratuito, aunque significara que su hijo sufriera. Sin
embargo, hay otro universo, uno paralelo. Venimos a este mundo para conectarnos
con el Universo Perfecto, a donde podemos ir y dejar este oscuro universo con
todo su odio.
Esta porción nos da la fuerza para lidiar con nuestro caos y para asumir
responsabilidad. Sin más excusas, quejas ni lamentos. En nuestras manos está la
manera en la que podemos lidiar con nuestra miseria y caos, y nuestra
conciencia (la manera en la que percibimos las cosas) puede transformar nuestra
vida de una de sufrimiento a una de sabiduría del Reino Superior. Cuando nos
damos cuenta de que nuestro sufrimiento fue creado por nosotros mismos y lo
transformamos al asumir la responsabilidad de llevar e infundir Luz en ese
sufrimiento, podemos ascender al nivel de tsadik (persona
justa) y ser un canal para alcanzar el Universo Perfecto donde el sufrimiento
puede ser transformado en felicidad.
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