Todavía hay mucha gente a los que la palabra meditación les suena a
“Nueva Era”, a practicar técnicas de algún país exótico de Oriente, o a ser
seguidor de algún gurú o de alguna secta, y en el mejor de los casos lo
relacionan con alguna religión o creencias de las llamadas espirituales. Pero la meditación es un concepto
universal que no tiene por qué estar vinculada a ninguna tradición religiosa,
ni a ninguna creencia en particular, pues es sobre todo un método de trabajo de
crecimiento interior y de expansión de la conciencia.
Meditar es entrar en
contacto con el alma, y cualquier técnica o actividad que te conecte con el alma es
meditación. El denominador común de la meditación es el contacto con el alma, y
si ese contacto no se produce, puedes llamar meditación a lo que haces, pero
será otra cosa. Por eso hay infinidad de formas válidas de meditar, pero todas
conducen al alma. Para cada persona hay una serie de meditaciones especialmente
adecuadas, según su nivel de desarrollo, según la estructura de su cuerpo
energético, según su tipo de mente y de tradición cultural, según su
experiencia y su práctica en técnicas de crecimiento interno.
El propósito
de la meditación es alinear el cerebro físico y la personalidad con el alma, y
ello tiene lugar en el plano físico donde habita la personalidad, que se verá
gradualmente infundida de la energía y cualidades del alma.
La meditación es un método más o menos científico para conectar
con el alma y, con el tiempo, para que el alma se exprese a través de la
personalidad sin inhibiciones ni limitaciones. De hecho la meditación es la
forma científica por excelencia de demostrar la existencia del alma, tal vez la
más científica de todas por tratarse en sí misma de un experimento perfecto, en
el que no solo participan las observaciones y percepciones de los sentidos,
sino el ser íntegro. El experimentador encarna el experimento y los indicadores
internos de la verdadera meditación no dejan lugar a dudas, aunque no sean
observables por algún aparato de medida de materia que, hoy por hoy, no detecta
la frecuencia vibratoria en la que se mueve la meditación.
Pero existen efectos de la meditación que la ciencia actual puede
medir. Se ha comprobado con técnicas de medición de la actividad cerebral como
al meditar se incrementa la actividad en la parte izquierda del lóbulo frontal
del cerebro, asociado a las emociones positivas y al estado de calma, lo que
facilita un estado afectivo positivo y disminuye la ansiedad y la agresividad,
aumentando los niveles del neurotransmisor GABA, lo que implica menor
distracción por los estímulos externos y más capacidad de concentración. El
lóbulo parietal disminuye de actividad lo que facilita una cierta pérdida del
sentido de individualidad y de la sensación de concreción de las dimensiones
espacio-tiempo. En el interior del cerebro se estimula el sistema límbico, una
región encargada de procesar las emociones formada por el hipocampo, la
amígdala y el hipotálamo, lo que aumenta las emociones positivas y la capacidad
de visualización, incrementando la producción de endorfinas, sustancias
asociadas a la reducción del miedo, y a la sensación de felicidad. La estimulación
del hipotálamo reduce las frecuencias cardiaca y respiratoria y la tensión
arterial, facilitando la relajación y aumentando la producción de serotonina,
un neurotransmisor asociado a la percepción de bienestar, cuyo déficit se
relaciona con estados de depresión. Meditar produce una regulación de las ondas
cerebrales, aumentando las ondas theta, y una mayor sincronización hemisférica.
Los cambios cerebrales en la meditación no son tan trascendentales como
los cambios psicológicos. La investigación de los efectos de la meditación
demuestra una disminución significativa de los rasgos de ansiedad, de la
tendencia a la depresión, una mejora del sistema inmunológico, una reducción
del cortisol que acompaña al estrés, y una reducción de la tensión arterial que
facilita la relajación.
La meditación aumenta la
capacidad de aprendizaje al mejorar la capacidad de atención y de
concentración. Produce también la regulación del sistema endocrino aumentando la percepción de
libertad y de alegría interior, así como la disposición a explorar espacios
espirituales desconocidos. Meditar produce una significativa mejora de la salud
del cuerpo físico, sobre todo por reducir los niveles de estrés, y por
comprender y atender las necesidades de equilibrio corporal.
Algunas claves de la búsqueda científica del alma pueden revelarse a
través de la meditación. Al
meditar se eleva el nivel de vibración energética, lo que con la práctica se
puede sentir en mayor o menor medida dependiendo de la sensibilidad del
cuerpo físico y del cuerpo etérico. Al dejar de meditar se percibe con claridad como baja ese nivel de
energía. En la percepción de la energía se detecta el contacto con el alma. Es
una energía sutil, pero perfectamente identificable en comparación con la
energía puramente física. Es ciencia abstracta, mucha más avanzada que
la ciencia concreta.
La meditación es un
medio para descubrir la esencia del ser humano, su parte espiritual, su alma; y
armonizar el aparente conflicto entre los aspectos materiales y espirituales de
la vida. A través de la utilización de la mente superior por el alma surge al
exterior la realidad interna que anima a toda expresión externa. Meditar eleva
la cualidad de vida, crea un sendero de luz entre el alma y la personalidad,
que alineada e iluminada por la energía del alma irradia a su vez en el plano
físico a todo lo que la rodea. Meditar conduce a llevar una vida con alegría, a
sentirse mejor, a ser más feliz, tener más sensatez y mayor equilibrio.
Para iniciarse y practicar meditación es preciso aplicar el sentido
común en la búsqueda del tipo de meditación más adecuado, sabiendo que hay que
tener en cuenta la constitución de nuestros cuerpos y las líneas de mayor o
menor resistencia de nuestra personalidad. Hay métodos estrictos y otros más
informales. Es una elección que cada cual debe tomar con serenidad, observación
atenta, y con la mayor intuición posible. Si meditar es entrar en contacto con el alma, es
lógico que desde el alma
se emitan mensajes orientativos sobre el camino a tomar, detectables a nivel
intuitivo. Confiar en el alma es siempre una buena elección y la mejor
forma de saber si se sigue el camino adecuado es a través de una actitud
sincera, con el menor de personalismos y de análisis concretos y lineales, con
atención abstracta en la mayor calma posible.
Como orientación inicial general y en ausencia de guías fiables puede
ser recomendable adherirse a prácticas normalizadas que posean elementos de
seguridad y universalidad.
La actitud más idónea
para practicar la meditación es dejar a un lado las prisas, las preocupaciones,
los deseos de algo, y sobre la base de un estado de paz y relajación mantener
la atención en la práctica en sí, sin buscar nada,
que es la mejor forma de orientarse hacia el alma.
Las orientaciones básicas de ubicación espacial son simples. Buscar un sitio tranquilo para
evitar distracciones, evitando la música y el mayor número de sonidos
artificiales posible. Adoptar una postura que mantenga la columna y la espalda
recta que permita el flujo de la energía, sentados, en una posición que no
sufran las piernas ni las rodillas, nunca tumbados, a no ser que lo que
se pretenda sea caer en un profundo sueño. Cerrar los ojos preferentemente en una habitación con luz
atenuada y entonces iniciar la práctica elegida.
El proceso de meditación
lleva una serie de etapas que presentan una clara sucesión: concentración,
meditación, contemplación, iluminación e inspiración. Llegar a las primeras
etapas es ya un logro destacable, y a partir de allí no hace falta seguir
orientaciones ya que el alma encontrará la forma de dirigir todo el proceso.
La importancia de la
concentración es vital y es en esa primera fase donde fracasan muchas personas
bien intencionadas, que cometen el error de intentar meditar sin conseguir mantener la
concentración, y por supuesto no avanzan y acaban convenciéndose que la
meditación no es para ellos.
Concentrarse es mantener
la atención de forma relajada en un punto de referencia o en una técnica
previamente elegida. El punto de referencia por excelencia es el centro
energético ajna, en el entrecejo, que es el punto donde mejor se alinea el alma
con la personalidad, pero puede variar según la técnica. La concentración no
debe ser activa ni pasiva, sino un equilibrio entre ambos extremos, acompañada
por la visualización, siempre sin tensión, con el solo esfuerzo de la atención,
sin forzar los cuerpos. Concentrarse es totalmente distinto a tensionarse,
debe mantenerse la atención con la mayor relajación posible, y cada vez que se pierde
volver al punto o centro de referencia.
La continua
concentración relajada acrecienta la vibración y poco a poco y con cierta
práctica se produce casi por si solo el alineamiento, en el que el alma se
irradia progresivamente hacia la personalidad, al principio de forma
tenue, en momentos aislados, que con la práctica se van afianzando. En esos
breves momentos se ha logrado realmente meditar. Este proceso se realiza
en la mente que es la que visualiza, concentra la energía necesaria y se enfoca
en el punto o técnica requerida. La práctica constante y la atención enfocada van haciendo posible el
alineamiento, que solo se interrumpe cuando se pierde la atención, que no es más
que la irrupción de la personalidad con pensamientos y emociones, lo que produce
la distracción y la dispersión de la energía alineada. Entonces hay que volver
a la concentración y reiniciar el proceso en una permanente lucha relajada de
la atención por mantenerse firme.
Con el paso del tiempo,
y si se ha trabajado con continuidad, la concentración es más rápida y más
precisa y el alineamiento se produce enseguida y se mantiene sin grandes
dificultades, convirtiéndose en un estado conocido, permitiendo que la meditación
vaya cogiendo cuerpo, que literalmente los cuerpos se impregnen de alma.
A mucha gente le cuesta entender que el estado de meditación no es un espacio para que la
personalidad analice lo que está sucediendo. No hay lugar para que la
mente concreta meta el morro y rompa el alineamiento. No cabe tampoco el
enfoque hacia estados emocionales, por sublimes que parezcan, ni hacia
pensamientos por creativos y elevados que sean, y mucho menos contactos con
seres iluminados y experiencias paranormales, supuestamente “espirituales”. Los pensamientos, los ruidos, las
sensaciones ambientales, son como las corrientes de aire, siempre están por
ahí, pero solo distraen cuando se les presta atención.
El espacio meditativo es
difícil de describir, y solo puede ser comprendido por la mente abstracta. Es
limpio, pleno de luz y energía, pero sin grandes sensaciones. Es mucha
percepción y poca o nada sensación, ya que sentir la energía no es necesario
para meditar, es más bien una cualidad de determinados tipos de cuerpos. El espacio meditativo es silencioso,
aunque el oído detecte vibración sonora; está irradiado de plenitud sin
densidad, de inmensa presencia de vida sutil. Tiene el color transparente y el
aroma etéreo del florecer de la conciencia. Nadie puede entender la meditación
a través de palabras, porque su comprensión solo pertenece al mundo de la
experiencia.
El alineamiento es el resultado del control del alma sobre la
personalidad, del descenso de energía del alma al cerebro, por conducto del
cuerpo emocional y el cuerpo mental, con un correcto ordenamiento de energía en
los centros etéricos. La
meditación comienza con el alineamiento en que va profundizando progresivamente
encajando los diferentes niveles y estados de conciencia. Un vez establecido el
alineamiento, se estabiliza, y la conciencia lo graba y lo reproduce cada vez
con mayor facilidad, hasta que está siempre presente, necesitando tan sólo
un momento de atención enfocada para ser actualizado y servir de canal de unión
entre la vida interna y externa.
En la meditación el
alineamiento vincula y equilibra a todos los cuerpos: activa al cuerpo mental
superior, equilibra al cuerpo emocional y eleva su sensibilidad, energetiza al
cuerpo etérico, y colma de serenidad y paz al cuerpo físico.
Cuando todos los cuerpos están integrados en una unidad, en una personalidad
pura y serena, pueden alinearse con el alma de una forma totalmente natural. Así se crea un canal de comunicación
que vincula el cerebro, el corazón, la mente y el alma; y la energía vital del
alma se irradia con facilidad a cualquier aspecto de la vida diaria.
Practicar la meditación
diariamente, alinearse día a día con el alma y sentir como se van purificando y
energizando los cuerpos es la mejor y más grande “limpieza espiritual” a la que
podemos acceder.
En general se puede afirmar que meditar aporta beneficios, pero hay
personas en determinadas situaciones que pueden verse alteradas por la
meditación. Es el caso de estructuras psíquicas débiles y muy inestables
emocionalmente; personas obsesivas o con predisposición a trastornos
psicóticos. Es conveniente entonces consultar a alguien con experiencia y
dejarse guiar en los primeros pasos. El método empleado puede ser también causa
de problemas. Algunas
técnicas que incluyen visualizaciones o canalizaciones de energías pueden dar
problemas, porque dirigen la energía desde la personalidad, tal vez a sitios no
adecuados, y no permiten que la energía siga su curso natural sin
interferencias. Por eso no conviene seguir ciegamente una técnica cuando
una y otra vez produce efectos indeseados.
La sobre estimulación emocional también ocasiona problemas. La
meditación trae un creciente flujo de energía que tiende a acentuar tanto las
cualidades positivas como las negativas, llevándolas a la superficie donde
pueden expresarse sin control. Cada meditador es responsable de manejar esta
mayor afluencia de energía, debiendo descubrir sus propias debilidades
emocionales y esforzarse por mantener un foco armonizador de atención en el
plano mental.
También puede implicar peligro acudir a la meditación con móviles
erróneos, con deseos de poderes espirituales y progresos puramente personales,
y practicar durante horas mal orientado. Entonces se fortalece el egoísmo, el
orgullo y la ilusión.
En realidad en todas estas situaciones no se consigue meditar, sino que
la energía se enfoca en la personalidad que se excita y se centra más en sí
misma.
La mejor protección contra estos riesgos potenciales es el simple
sentido común, y una actitud equilibrada. El sentido común desplaza todo exceso de entusiasmo y de
fanatismo, así como cualquier concentración demasiado rígida sobre la meta, que
pueda conducir a la fatiga física o mental. Los centros energéticos se activan
sobre todo por el cultivo de ciertas virtudes principales, y no solo por la
meditación o concentración sobre ellos; son llevados de forma natural a su
condición irradiante por medio del correcto vivir, los pensamientos elevados y
la actividad amorosa. Pero sin duda la mejor protección contra cualquier desequilibrio en el
proceso de la meditación es la disposición al servicio. La
meditación es peligrosa cuando no existe el deseo de servir.
Conviene
también comprender que el desarrollo de la conciencia es un progreso gradual a
largo plazo, y que los cambios no suceden de la noche a la mañana. Esto evita
el desaliento que sufre el principiante que no ve enseguida los grandes
resultados que persigue cuando acude a meditar.
Meditar no
es fácil, si así lo fuera la vida en la tierra sería muy distinta. En las
primeras sesiones de meditación apenas se consigue llegar a concentrarse, y el
verdadero proceso de meditación solo es posible cuando se lleva una práctica
con regularidad y bien enfocada. La recompensa, que es muy superior al esfuerzo que se
requiere para meditar de verdad, es la continua expansión de conciencia que conduce a la expresión del
alma con todas sus cualidades.
La meditación diaria permite que el cerebro y la mente vibren al
unísono con el alma, al menos por un corto periodo de tiempo al día. El objetivo a más largo plazo es
desarrollar el hábito de la meditación durante todo el día y vivir en la
conciencia superior, hasta que se haga tan estable, que el deseo de la mente
inferior y los instintos físicos densos se diluyan por falta de su nutriente
principal: la atención a sus impulsos.
Meditar
libera de la ilusión de los sentidos y de su atracción vibratoria, y
ayuda a encontrar el campo de energía positiva y la consciencia suficiente para
establecer una receptividad y una respuesta vibratoria más elevada que permita
expresarse al alma.
El viaje
evolutivo va de la conciencia del cuerpo físico a la conciencia del alma. Los
vehículos en ese viaje deben sacrificarse uno a uno. La conciencia de un plano
debe ceder el paso a la conciencia de otro plano. La Ley del Sacrificio
es la renuncia de lo inferior por lo superior. Es una ley natural, no hay nada
místico en ello. Sacrificas
algo que ya no necesitas, para lograr un estado vibratorio más elevado.
Sacrificas el estado vibratorio inferior por el superior. El sacrificio de lo
inferior por lo superior implica la alegría del alma.
Si elevas tu
punto de vibración, atraes a tus cuerpos, físico, astral y mental, una carga
renovada de energía subatómica: luz, que transforma gradualmente a los cuerpos.
No es posible entonces mantener por mucho tiempo la materia vibratoria inferior
que impide el paso de esa luz. La materia inferior tiene que regresar a la
materia del universo, la vida en el planeta en que vivimos. No te la puedes
llevar contigo.
Aunque la meditación en sus comienzos puede desarrollarse como una
actividad solitaria, lo más normal es acabar encontrando un estado de
conciencia compartido con otros meditadores. De alguna manera el contacto con
el alma te dirige hacia alguna forma de meditación grupal y compartir en
comunidad la fraternidad de esos estados de conciencia.
Esto no significa que haya que meditar juntos en el mismo lugar y
al mismo tiempo. El
verdadero lugar de encuentro del grupo se encuentra en el plano mental, en sus
aspectos superiores, fuera del tiempo y del espacio. Lo importante de la
meditación grupal es el sentido de un enfoque y de un interés común, de una
atención grupal sobre el objeto de la meditación. Las personas que componen un
grupo están unidos por una idea y un interés compartidos, y no tanto por una
relación personal. Los grupos pueden trabajar juntos y meditar sobre muchos
temas diferentes, pero el nexo de unión será siempre el servicio a la
humanidad, porque meditar conduce de forma natural hacia alguna forma de
servicio. Trabajar en meditación grupal produce también un aumento de
conciencia de todo lo que tiene que ver con el grupo, de la profundidad en las
relaciones personales, y del interés por los asuntos que conciernen a la
sociedad y a toda la población humana. Meditar te hace desarrollar un sentido de integración y unidad
con todos quienes sirven a la humanidad.
La correcta
meditación genera un proceso de transmutación y liberación que ocasiona un gran
cambio interno, elevando el nivel de vibración. La verdadera meditación es
vivir en el estado de conciencia despierta del Ser. Es una experiencia, momento
a momento, de la auténtica esencia del ser humano, y todo transcurre en un ambiente
donde la alegría interna es tan natural como el aire que respiras.
Centro Holística Hayden
Meditaciones guiadas, personalizadas, individuales y grupales
Maestra espiritual: Gala Shendrix
WhatsApp: 11 5759 2868
Centro Holística Hayden
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