Hay hombres poderosos, que están a la escucha, que
comprenden, que reflexionan, hombres cuya presencia te tranquiliza, te
sorprende, te encanta; hombres tranquilos y hombres dulces.
Hombres que no te miran para llenar su vacío interior. Buscan entender, ayudar, ser un apoyo. Aceptan ser vulnerables, sonríen, bendicen, han aceptado su feminidad. Que Integrada y expresada, se convierte en un motor fantástico de agudeza intelectual, intuición, los hace sensibles, se conmueven y lloran y sus lágrimas curan, perdonan. Son las lágrimas de un Sol.
Un Sol que brilla entre las estrellas, sin
quemarlas, respetándolas, admirándolas, sin tratar de deslumbrarlas, al
contrario, exaltándolas, contemplándolas, como piedras preciosas. Como rocas,
sobre las cuales también pueden descansar.
Hombres mágicos, que transforman y trascienden.
Hombres fuertes, solitarios, como lobos. Lobos que protegen, que defienden.
Hombres que saben cómo manejar el elogio, sin
hacerlo excesivo, incómodo o fuera de lugar. Hombres que honran mientras
celebran. Felices, optimistas. Que aman la naturaleza. Espontáneos y vitales.
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