Shurya
“Tenía
una conciencia muy clara de ser únicamente alma, estaba únicamente cubierta de
luz, no tenía forma alguna, solo aquella conciencia absoluta de ser un alma.
Estaba, al mismo tiempo, formada por un cuerpo astral, por un cuerpo mental y,
entre los dos, el cuerpo causal. Y vi también la cuerda de plata y mi cuerpo
físico en la cama. Lo que unía entre sí la cuerda de plata, era el cuerpo
físico, inmóvil en la cama, y los otros tres, el astral, el mental y el causal,
pero el alma no estaba unida a los demás por la cuerda de plata. Me encontraba
como perpleja, porque tenía antes la plena seguridad de que en el momento en
que dicha cuerda dejaba de unir al alma con el cuerpo o con los cuatro cuerpos
de que acabo de hablar, el ser humano se moría. Pero no
es así. Lo que
relaciona el alma con sus cuatro cuerpos no es la famosa cuerda de plata, sino
algo que yo vi entonces con toda claridad, y son como unos rayos de sol, unos
rayos de oro que brotan del alma y luego interpretan los cuatro cuerpos, como
el chakra de los hindúes”
Así
se expresaba Anne-Marie Dinkel, una “sensible” suiza de carácter
extraordinario, en una entrevista realizada por los años setenta por el
investigador de los fenómenos que comprende la parapsicología _o la parapsíquica_
Vintila Horia, comentando su experiencia más significativa en el campo de los
viajes astrales y el conocimiento íntimo del alma humana.
Decía
que la primera vez que tuvo conciencia de sus poderes fue antes de nacer. Se
encontraba en un lugar al que algunos llaman “el jardín cósmico”, el sitio
donde las almas esperan el momento en que quieran volver a la tierra,
encarnarse. Es en este lugar donde uno espera hasta que encuentra a sus padres,
en definitiva, todos los componentes propicios para que el alma pueda regresar
a un cuerpo material. “El alma tiene que volver a vivir aquí para saber más,
para aprender, para volver a hacer bien lo que había hecho mal”. “En el jardín
cósmico no se aprende nada, allí se espera sencillamente”.
Es
en otro plano donde el alma se encuentra con “existencias”, o bien
“amigos-guía”, que enseñan al alma la realidad de la existencia o el momento
idóneo para encarnarse de nuevo. Es en este plano al que también las almas, en
el momento de la muerte física, se reencuentran con amigos de vidas anteriores,
así como “guías o seres de luz” que ayudan a tomar la decisión que por ellos
mismos aún no están en condiciones de aceptar, en el caso de que la misión en
la existencia física todavía no se haya completado.
“Vi
entonces otras luces moviéndose entre la niebla. Eran como sombras, a veces sin
figura alguna, seres que habían perdido su personalidad, que no lograban
recordar quiénes eran y a los que hay que reintegrar a su verdadera
personalidad. Y todas aquellas luces que se movían en la niebla eran quías que
venían desde la Tierra, como yo, y ayudaban a aquellos seres perdidos, que no
sabían aún donde se encontraban, o que, debido a la violencia de su muerte
repentina, habían dejado de tener una conciencia”.
En
una operación de cesárea en la que se produjo la muerte clínica, una vez
convencida de la necesidad de reintegrarse a su cuerpo, comentaba: “Noté como
una fuerza que me empujaba o, mejor dicho, me tiraba hacia abajo. Y luego oí un
ruido fuerte, como una ventana que se cerraba o como la tapa de una caja. Mi
cuerpo, probablemente, que volvía a cerrarse en torno a mí”. Más adelante,
afirma: “Yo he visto mi propia cuerda de plata, una vez me la enseñaron cuando
me encontraba fuera de mí, y la vi como se volvía azul, luego gris y cada vez
más delgada. Entonces, el guía que me acompañaba me empujó hacia abajo, para
volver en mí y que el contacto no se rompiese. ¿Se da cuenta? En el fondo no
hay ningún peligro.
Si
la muerte no tiene que suceder, nadie puede cortar el contacto. Los que mueren
es porque ha llegado su momento”. “Esta nube _que algunos podemos distinguir_
es lo que se llama el cuerpo etéreo, lo que lo tiene todo junto, alma y cuerpo,
lo que hace posible la existencia psicosomática… es la misma materia que los
físicos describen como uniendo entre sí los átomos y las moléculas, lo que
antes se llamaba el vacío. Tal vacío no existe, está compensado por algo, por
esta eternidad física y material”.
Pero
este aura o cuerpo etéreo no sigue al alma después de su peregrinación, se
diluye en el aire, como un gas, y debe desaparecer, puesto que su misión de
unir alma y cuerpo ha terminado.
La
sensitiva y médium Concetta Bertoldi comenta a su vez, que los guías
espirituales son seres que han pasado por numerosas vidas en este mundo. La
mayoría siguen reencarnándose, aunque algunos han evolucionado más allá del
proceso de reencarnación; se han apeado de lo que los hindúes denominan “la
rueda de la vida”.
Define
al Más Allá más bien como un estado o condición, las cosas tienen una calidad
completamente diferente, todo allí es perdón, amor. Tiene muchas
características que pueden parecer tangibles, solo que más puras, bellas y
vibrantes, incluso más reales que lo que aquí conocemos por realidad. Allí nos
movemos en una mezcla entre flotar, andar y volar a la vez, es como gravitar
hacia la luz. Recordamos cada instante de nuestro pasado con todo detalle.
Contemplamos y comprendemos todas las consecuencias de las acciones e
interacciones con todos aquellos con los que nos hemos encontrado. Y por fin
entendemos cuál ha sido nuestro objetivo en esta vida.
Una
clave para entender donde radica la capacidad de acercarnos al mundo más allá
de lo sensorial, a esa intrigante dimensión en la que se derrumban y pierden
sentido las nociones comunes de nuestra existencia material podría ser la
glándula pineal. Según el doctor en biología Saskia Bosman, la pineal es una
suerte de módem entre el mundo físico y otras dimensiones, entre el mundo
material espacio-tiempo que experimentamos a través de nuestros sentidos y ese
vacío infinito que contiene las supradimensiones, las cuales percibimos como el
interior llamado “paranormal”, las experiencias extrasensoriales, los sueños,
la clarividencia, telepatía, etc.
La
tradición hindú lo asocia al sexto chakra, aquel que rige el tiempo, la
percepción y la luz. Algunos investigadores sugieren que la glándula pineal es
también el órgano sensorial del magnetismo, un sexto sentido que trasforma las
ondas electromagnéticas en estímulos neuroquímicos. Así, los indicadores
cuantitativos de la mayor o menor cantidad de cristales de hidroaxiapatita en
la epífisis _glándula pineal_ están directamente relacionados con la capacidad
mediúmnica. Quizá, los que nacemos con déficit en esta somos los que no podemos
decodificar cierta información extrasensorial, que clarividentes, telépatas y
médiums que la poseen en mayor proporción sí son capaces de descifrar. Es en
este punto donde podemos incidir en que las filosofías y doctrinas espirituales
y religiosas orientales sostienen que de hecho sí se pueden desarrollar las
capacidades psíquicas, abrir el sexto chakra _glándula pineal_, despertar el
tercer ojo…
Veamos
lo que nos contaba Lobsang Rampa sobre este despertar y la apertura del sexto
chakra, y su relación con el cordón de plata, en su conocido libro “El Tercer
Ojo”:
“Para
nosotros el cuerpo no era más que una cáscara o caparazón animado por la
auténtica personalidad de cada cual, el Superser, que toma las riendas cuando
uno se duerme o se muere. Durante el sueño regresa el hombre a otro plano de
existencia. El espíritu se aparta del cuerpo físico y sale flotando en cuanto
llega el sueño. El espíritu mantiene su contacto con el cuerpo fisico por medio
de un «cordón de plata» que no se rompe hasta el momento de la muerte. Y nuestros
ensueños, mientras estamos dormidos, son vivencias que se realizan en el plano
espiritual del sueño. Cuando el espíritu regresa al cuerpo, el choque del
despertar desquicia la memoria onírica a no ser que esté entrenado
especialmente”.
“El
aura que rodea el cuerpo y que cualquier persona, bajo las adecuadas
condiciones, puede aprender a ver, no es más que un reflejo de la Fuerza Vital
que arde en él. Creemos que esta energía es eléctrica lo mismo que el rayo”.
“En
el Tíbet viajamos mucho por medio de la proyección astral —no por levitación—,
y se trata de un procedimiento que podemos controlar a voluntad. Hacemos que el
yo abandone el cuerpo físico, aunque siga unido a él por el Cordón de Plata.
Podemos viajar por donde queramos con la mayor velocidad concebible. La mayoría
de nosotros posee la habilidad de realizar esos viajes, pero muchos, después de
haberse lanzado, han sentido un gran choque psíquico por falta de
entrenamiento. Probablemente todos han tenido la sensación de dormirse y luego,
sin razón aparente, despertarse violentamente, como por una fuerte sacudida.
Esto se debe a una exteriorización del yo excesivamente rápida, una separación
demasiado brusca de los cuerpos fisico y astral. Esta violenta contracción del
Cordón de Plata hace que el cuerpo astral vuelva, como si tirase de él un
elástico demasiado distendido, a introducirse de nuevo en su vestidura física.
De todos modos, la sensación es mucho peor cuando se regresa después de un
viaje.
El
ser astral está flotando a enorme altura sobre el cuerpo como un globo al
extremo de una cuerda. Algo, quizá un ruido externo, hace que el astral se
reintegre al cuerpo con excesiva rapidez. Entonces, el cuerpo despierta
repentinamente y tenemos la horrible sensación de estar cayendo por un precipicio
y de habernos detenido en el mismo momento en que íbamos a estrellarnos”.
“Creemos
que estamos en la Tierra para aprender y que en ella es donde sufrimos todas
las torturas que se atribuyen al infierno. El Otro Sitio es para nosotros aquél
donde vamos cuando salimos del cuerpo, o sea el sitio en donde encontraremos a
otras entidades que también se han liberado del cuerpo. Y no es esto lo que se
llama espiritualismo, si no una creencia muy concreta en que durante el sueño o
después de la muerte podremos movernos con absoluta libertad por los planos
astrales. A los más elevados de estos planos los llamamos «La Tierra de la Luz
Dorada». Estamos seguros de que cuando nos encontremos en lo astral _después de
la muerte o durante el sueño_ podremos encontrar allí a las personas amadas
porque estamos en armonía con ellas. Y nunca veremos a las personas por quienes
sentimos antipatía, ya que ese estado de desarmonía no puede existir en la
Tierra de la Luz Dorada”.
“Somos
almas inmortales. Nuestra plegaria: «Om manipad-me Hum!» se suele traducir al
pie de la letra de este modo: « ¡la Joya del Loto!» Los que hemos avanzado un
poco más en nuestra religión sabemos que su verdadero significado es: « el
Super-Ser del hombre!» No existe la muerte. Como uno se quita la ropa al
terminar la jornada, lo mismo se quita el alma del cuerpo cuando éste se
duerme. Así como se desecha un traje cuando se ha gastado, también se desecha
el alma al cuerpo cuando está excesivamente usado o se ha roto. Morir no es más
que el acto de nacer en otro plano de la existencia. El Hombre, o el espíritu
del Hombre, es eterno. El cuerpo es sólo la vestidura temporal que cubre el
espíritu y es elegido según la tarea que corresponda a cada persona en la
tierra. La apariencia externa carece por completo de importancia”.
Sobre
el cordón de plata ampliamente difundido por la tradición esotérica y su
relación con el cuerpo astral y el físico, encontramos según se afirma, que es
una masa de moléculas que vibran a una velocidad altísima, a pesar del de que
el conjunto de partículas que lo forman contienen todos los colores existentes,
su conjunto desde fuera parece plateado. Este cordón es infinitamente
extensible y sin límites, y el ser humano que viaja en el astral, al separarse
de su cuerpo flota al extremo del cordón de plata de una forma similar a la de
una cometa al final de su cuerda. Cuando el cuerpo físico demanda su parte
astral éste es tirado hacia abajo igual como si tiramos de una cometa.
El
Cordón de Plata une la Supraconciencia o Ser Superior con el cuerpo humano.
Impresiones, lecciones, órdenes y, de vez en cuando, alimento espiritual,
proceden del Ser Superior hacia el cuerpo humano, y cuando éste muere, el
cordón de plata se corta y el cuerpo humano es dejado aparte, como si fuera
ropa vieja e inservible que ya terminó su función, mientras el espíritu
continúa. Tanto si viajamos en el presente como si nos introducimos en los
Archivos Akáshicos, que contienen toda la información sobre la exsitencia
humana, el cordón de plata es la cuerda de seguridad y comunicación entre lo
que percibimos y el plano físico donde se encuentra el cuerpo. Toda la
información nos es transmitida a través de él. Gracias a la capacidad infinita
de extenderse que tiene podemos viajar a todos los planos de existencia, siempre
que nuestra evolución y color de nuestra aura nos los permitan.
La
firme convicción en la existencia de ese cordón de plata es antiquísima. Los
iniciados en el viaje saben que pueden trasladar el cuerpo astral a grandes
distancias mientras el cuerpo físico reposa aparentemente dormido. La
conciencia viaja porque goza del privilegio de no estar condicionada por el
espacio ni por el tiempo Durante el estado de vigilia, cuando el ego funciona
concientemente en el mundo físico, sus diversos círculos están concéntricos
ocupando el espacio, pero por la noche, cuando el cuerpo duerme, se produce una
separación. Al producirse la muerte el cordón de plata se rompe en el átomo
simiente del corazón y de ahí al exterior siguiendo por el cordón plateado
hasta los vehículos superiores.
El
viaje astral _ligado siempre al cordón de plata_ es algo que no puede ser
descrito con palabras, pues es lo más grande que puede conseguir el ser humano.
El mundo astral consta así de numerosos planos y subplanos que se extienden en
serie ascendente desde el más cercano al mundo físico hasta el más cercano al
mundo espiritual. Entre estos dos extremos se puede observar innumerable
variedad de fenómenos y fases de existencia. En los subplanos inferiores del
mundo astral se manifiestan las actividades psíquicas llamadas clarividencia,
clariaudiencia, telepatía, psicometría, etc. También se manifiestan en estos
subplanos inferiores ciertas formas de ectoplasmas, espectros y otras
apariciones de almas desencarnadas, que a veces perciben el hombre y algunos
animales.
Asimismo
actúan y se mueven en estos subplanos los seres humanos vivientes en el mundo
físico que se desprenden temporáneamente de su cuerpo físico durante el sueño o
el éxtasis, o deliberadamente, mediante las técnicas apropiadas de meditación.
Los colores astrales son los de las auras que circuyen el cuerpo físico de todo
ser humano, y se manifiestan en algunos subplanos del astral. En otros
subplanos se manifiestan los fenómenos psiquismo, las formas de pensamiento,
las ondas y nubes mentales que influyen en la mente y el ánimo de quienes
tienen su misma tónica psíquica.
El
moribundo va desprendiéndose poco a poco de su cuerpo físico y, al expirar,
queda el alma revestida del cuerpo astral, que es exacta contraparte del
físico, con el cual coincide durante la vida terrena. Es el cuerpo astral una
forma de materia mucho más sutil que la física, de modo que escapa a todas las
pruebas que revelan la materia ordinaria. En el momento de la muerte, el cuerpo
astral queda enlazado con el cadáver por un tenue cordón de materia aérea, que
al fin se rompe, y queda entonces el cuerpo astral libre, como externa
envoltura del alma.
Pero
este cuerpo astral no es el verdadero ser humano, como tampoco lo era el cuerpo
físico, pues ambos no son más que temporáneas envolturas del alma. Al dejar el
cuerpo físico se sume el alma en profundo sueño o estado comático, semejante al
del feto en el claustro materno, y así se predispone a nacer en el mundo
astral, pues necesita tiempo para adaptarse a las nuevas condiciones y cobrar
la fuerza y vigor requeridos por la nueva fase de existencia.
La
Naturaleza abunda en estas analogías. El nacimiento en el mundo físico tiene
muchos puntos de semejanza con el nacimiento en el astral y ambos están
precedidos por un período comático. Después de la muerte física permanece el
alma dormida en el cuerpo astral que le sirve de protectora envoltura, como la
matriz protege al feto. Al decir que el alma se desprende de su lastre terreno
significamos que se dispone a desecharlo, porque el proceso efectivo de desecho
o desprendimiento del lastre terreno comienza inmediatamente después del
despertar. Cuando el alma siente el impulso de reanudar la vida, se despereza
lenta y lánguidamente, como hace el hombre terrenal al despertar de un largo y
profundo sueño. Entonces, a manera de mariposa que surge de su crisálida, se
desprende el alma del cuerpo astral y en rápida sucesión desecha los elementos
inferiores de su humana naturaleza. Este proceso es muy corto y se efectúa
mientras el alma va recobrando lentamente su conciencia. Cuando despierta del
todo, se halla el alma libre del lastre de su personalidad y abre los ojos al
escenario de sus nuevas actividades en el mundo astral.
Cada
alma está destinada
a
vivir esta otra vida en el plano congruente con sus mejores cualidades después
de sacudida la escoria de la personalidad. Puede así el alma progresar
notablemente en el mundo astral y durante su vida allí purificarse de modo que
vaya subiendo de nivel. Muy admirable y hermosa es la circunstancia de que el
alma despierta viva en el plano correspondiente a sus mejores cualidades. Al
punto reconocemos que esta circunstancia satisface los anhelos de nuestra alma
y las vivas ansias de nuestro corazón mientras estamos en el mundo físico.
El
mundo terrestre es una de tantas escuelas que de tiempo en tiempo se instalan
en el Cosmos, y muchas de ellas son moradas de grado muy inferior.
El
alma humana subsistirá millones de eones después que esta Tierra y millares
como ella se hayan desintegrado y restituido su materia a la sustancia
originaria de que procedieron. Dar importancia primordial a la vida planetaria
de la Tierra en el orden cósmico es contrario a las enseñanzas de los sabios.
Además, no es cierto, como muchos reencarnacionistas se figuran, que en la
presente etapa de su evolución sólo pueda progresar el alma encarnada en el
mundo terreno. Si bien es verdad que la mayoría de los seres humanos han de
pasar muchas encarnaciones terrestres antes de alcanzar la liberación, también
es cierto que cuando el alma llega a la etapa de evolución espiritual en que ya
no la atan lazos terrenos, entonces es imposible que ni por un momento vuelva
obligadamente a la tierra.
Hay
actualmente muchas almas que en los planos superiores están desprendiéndose de
las ligaduras terrenales porque han entrado en la etapa final de la humana
evolución.
También
hay ahora en la Tierra muchas almas que están pasando su última encarnación y
al morir su cuerpo físico irán a esferas sin relación directa con el mundo físico.
Existen asimismo otras almas muy adelantadas en el camino de la liberación, que
sólo han de reencarnar una vez más en este mundo, para después alcanzar un
excelso estado de espiritualidad y sabiduría.
Cuando
el funcionamiento de los chakras es normal, cada uno de ellos estará abierto,
girando en el sentido de las manecillas del reloj para metabolizar las energías
particulares que necesita del campo de energía universal.
Cuando
el chakra gira en sentido contrario a las agujas del reloj, la corriente fluye
del centro hacia fuera, con lo que interfiere el metabolismo. Por tanto, se
dice que el chakra está cerrado o bloqueado a las energías que llegan.La
mayoría de las personas tienen tres o cuatro chakras que giran en sentido
contrario en un momento determinado. Como los chakras no sólo son
metabolizadores de la energía, sino que también la detectan, sirven para
proporcionarnos información sobre el mundo que nos rodea. Si bloqueamos algún
chakra, no dejamos que entre la información. Por tanto, cuando nuestros chakras
fluyen en sentido contrario a las agujas del reloj, hacemos salir nuestra
energía enviándola al mundo, detectamos la energía que hemos enviado y decimos
que eso es el mundo. Es lo que en psicología se llama proyección.
La
realidad imaginaria que proyectamos al mundo guarda relación con la “imagen”
que nos hemos formado de aquél a través de nuestras experiencias infantiles, a
través de la mente del niño que fuimos. Dado que cada chakra está relacionado
con una función psicológica específica, lo que proyectamos a través de cada uno
de ellos estará dentro del área de funcionamiento de dicho chakra y será algo
muy personal, ya que la experiencia vital de cada persona es única.
La
glándula pineal, que suele asociarse con el sexto chakra, es rica en un derivado
de la serotonina, llamado melatonina. Este compuesto se metaboliza fácilmente
en una molécula de tres anillos llamada 10-metoxiharmalano, dotada de
propiedades alucinógenas, es decir, que induce visiones interiores. La glándula
pineal contiene fotoreceptores y… la luz y las experiencias visionarias
desempeñan un papel importante en ese plano de la conciencia. Los estudios
parecen indicar que la melatonina y la glándula pineal en general presentan
efectos de inhibición sobre las glándulas femeninas y masculinas de los
mamíferos. Y también se cumple la recíproca, es decir que las hormonas sexuales
como la testosterona, los estrógenos y la progesterona, inhiben a su vez la
secreción de melatonina. De ahí cabe deducir que la actividad sexual, por cuanto
estimula dichas hormonas, podría afectar negativamente a la apertura de ese
chakra del tercer ojo; inversamente, un exceso de actividad de los centros
superiores tal vez perjudique al impulso sexual.
Pero…
¿de qué luz se habla? ¿Puede también referirse a su vez a la luz espiritual, al
aura, al plano astral? De todo lo anterior podemos sacar la conclusión de que
la apertura del tercer ojo, en consonancia con el sexto chakra hindú, se puede
realizar usando y activando de forma consciente la glándula pineal, que se va
atrofiando por diferentes causas a lo largo de la vida, que sería como el ojo
de la aguja por donde transita el cordón de plata que une todos nuestros
cuerpos, o asimismo esos rayos de oro que veía Anne-Maríe Dinkel que nos
posibilitan acceder a los planos superiores de conciencia.
Por
lo visto anteriormente, estamos en condiciones de afirmar que ese despertar a
una supraconciencia no es asunto imposible, puede estar al alcance de todos los
seres humanos, no es magia ni espirtitismo, incluso quedaría fuera del ámbito
de la parapsicología, ya que pasaría a ser la restitución de un poder perdido,
que quizá en tiempos ancestrales disfrutábamos, y para lo cual poseemos un
órgano material que lo hace posible.
Un
personaje extraordinario, llamado Gustav Rol, al que se le ha definido como el
“sensitivo” más importante del siglo XX, el último y auténtico Maestro
Espiritual, cuyos poderes abarcaban cualquier aspecto psíquico imaginable,
aclaraba cuando se le preguntaba sobre el origen de sus poderes: “Yo soy una
persona cualquiera. No tengo nada que ver con los médiums, los curanderos, los
espiritistas que usted entrevista. Éste mundo está lejos de mi mentalidad. Mis
modestos experimentos forman parte de la ciencia. Son cosas que en el futuro
todos los hombres podrán realizar. Siempre he pensado no ser un sensitivo, un
vidente, médium, taumaturgo ni nada por el estilo. Es todo un mundo, el de la
Parapsicología, al que no pertenezco aunque haya conocido personas
verdaderamente dignas y animadas con intenciones nobilísimas. Se escribe
demasiado sobre mí, y muchos de los que lo han hecho pueden decir que me he
quejado por la publicación de una vasta gama de fenómenos y nunca de lo que
transmito, en el intento de dar una explicación a estas cosas indagando sobre cómo
y por qué se producen ciertos eventos maravillosos.
Según
le revelaba al escritor Leo Talamonti: “No hay causalidad mecánica y tampoco
casualidad: es el triunfo de la voluntad sobre lo imprevisible, de la armonía
creadora sobre la casualidad”. Todo le sobrevino en 1927, mientras estaba
observando un arcoiris. Le encantó tanto aquel color verde que permanece en el
centro de la inmensa faja irisada, que no pudo apartar los ojos de él. Lo
sintió vivir en sí como pura vibración inmaterial, a la vez que advertía que
aquella vibración le evocaba otra, correspondiente a la quinta nota musical, la
nota sol. Sin tió entonces que lo invadía una sensación de calor que se iba
irradiando desde la base del cráneo. Al mismo tiempo se encontró interiormente
transfigurado, como si su yo de antes hubiera ceido el puesto a otro yo más
grande, más fuerte y capaz de vibrar en la onda creativa del propio Cosmos…
Entonces advirtió que podía conocer cosas que permanecían escondidas a los
demás y que, dentro de ciertos límites, imponen su voluntad hasta a las fuerzas
de la Naturaleza. Había descubierto el secreto de lo que él llamaba
“consciencia sublime”.
Una
vez le confió al periodista Dino Buzzatti: “Es así que he esperado que fuera
justo la Ciencia la que me ayudara a reconocer y codificar estas sensaciones
mías que estoy seguro de que cada hombre posee, y será la Ciencia misma quien
revelará estas facultades y las promoverá en todos los hombres”.
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