Cuando trabajamos por un ideal como lo es un mundo mejor, una nueva civilización, o por el plan que los Maestros conocen y sirven, al no ver los resultados nos preguntamos, ¿lo estaremos haciendo bien?
La sabiduría antigua y en especial la enseñanza del Maestro D.K. dice que estamos en el planeta desde hace 18 millones de años. Sí, 18 millones de años… cuando en nuestro modo de percibir el tiempo dos mil años nos parece muchísimo. El Plan Divino para nuestro mundo abarca un periodo de tiempo tanto mayor para nuestras pequeñas percepciones que nos resulta casi imposible captar sus ciclos. Lo que realmente importa cuando servimos, cuando cumplimos nuestra parte en la parcela del Plan que nos corresponde, que obviamente es la que tenemos por delante, no es ver los frutos de la acción, ni siquiera sus primeros atisbos, es hacerlo.
Cuando nos liberamos del deseo de ver
el resultado y seguimos haciendo lo que tenemos que hacer, sin expectativas, se
produce en nosotros un cambio de vibración. No nos volvemos ni orgullosos si el
resultado es como queremos, ni deprimidos, si no lo es. Permanecemos neutrales,
en equilibrio. Es un consejo que los grandes Maestros siempre nos han dado. Nos
han dicho, haz tu trabajo sin esperar resultados, o dicho de otra
manera, desapégate de los frutos de la acción.
Si has empezado un movimiento, y lo
has hecho bien porque le has dado la correcta dirección, aquello que has movido
dará sus frutos. ¿Cuánto tiempo tomará? No lo sabes. Es lo mismo
con los movimientos sociales que tienen la correcta dirección. Parece que
mueren y de repente resucitan. El Plan para nuestro planeta casi se pierde en
el tiempo de la Atlántida… y mira, ¡aquí estamos todavía!
Cuando reconocemos la
inconmensurabilidad del tiempo y los grandes ciclos de la historia del ser
humano sobre el planeta y comprendemos nuestra incapacidad de percibir la
inmensidad de estos ciclos nos llega una certeza profunda. Aquel movimiento
realizado, aquel esfuerzo en la correcta dirección nunca se pierde aunque
muchas veces percibamos lo contrario. Con el tiempo florecerá y cumplirá su
propósito. Quizás no nos corresponda verlo pero sí nos corresponde ponerlo
en movimiento.
Los verdaderos cambios se ejecutan en
la conciencia. Cuando todo lo que haces lo haces por los demás, sin pensar en
tu beneficio, cuando lo que te preocupa es dar y no recibir, te conviertes en
un precursor de la nueva conciencia, y créeme, cada movimiento realizado en esa
dirección, cada pensamiento emitido, cada acción no se pierde, va a formar
parte del cúmulo de impulsos que generarán la nueva conciencia que todos
esperamos, la única capaz de traer el mundo que todos soñamos.
Cuando te desapegas de los frutos de
la acción te liberas del condicionamiento del tiempo. Y en ese tiempo que
es finito e infinito, somos uno y nuestro nombre es Humanidad.
Carmen Santiago García
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