Lejos de pretender ahogar los sentimientos y las emociones, actuar con inteligencia emocional significa expresar y aceptar con naturalidad los estados de ánimo. Claro que no se trata de dejar que la emocionalidad invada e invalide el razonamiento. Debemos tener en cuenta que, de alguna manera, tenemos dos cerebros. El emocional y el racional. Si el primero actúa descontroladamente, fuera de la órbita de nuestra conciencia, es posible que el maltrato aflore y se constituya en una modalidad cotidiana.
Muchas veces oímos expresiones como “no traigas a casa los problemas de
tu oficina”. Esta represión y negación de conflictos emocionales horada
lentamente una relación de pareja. Porque los conflictos no elaborados
adecuadamente, en el momento oportuno y en el lugar adecuado, se presentarán en
el futuro con mucho mayor gravedad.
No se trata de transportar los problemas del trabajo a la relación
familiar por el solo hecho de compartirlos, sino como una oportunidad de
elaborarlos y encontrar las mejores soluciones en un marco de amor y comprensión.
Esto es también aplicable a los problemas de los jóvenes, quienes por lo
general no se sienten escuchados por los mayores.
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