Pensar en nosotros mismos como participantes en la creación, en vez de simplemente pasar a través del universo durante el breve período de tiempo de toda una vida, requiere una nueva percepción de lo que es el cosmos y cómo trabaja. La infraestructura para una visión tan radical del mundo fue la base para una serie de libros y ensayos de otro físico de Princeton y colega de Einstein, David Bohm (estableciendo los principios de la Física Cuántica). Antes de su muerte en 1992, Bohm nos dejó teorías de vanguardia que ofrecen una visión muy distinta (holística) del universo y de nuestro papel en él.
Bohm propone que si pudiéramos ver el
universo en su totalidad, desde un punto de vista más elevado, los objetos de
nuestro mundo, de hecho aparecerían como una proyección de
cosas que han ocurrido en otro dominio que no podemos ver. Él percibía lo
visible y lo invisible como expresiones de un Orden Mayor y más
universal. Para distinguirlos, denominaba estos dos dominios como:
“implicado” y “explicado”.
Las cosas que podemos ver y tocar y
que aparecen separadas en nuestro mundo (como las rocas, los océanos, los
animales y las personas) son ejemplos del orden explicado de la creación. Sin
embargo, por distintas que puedan parecer una de la otra, Bohm sugirió que
están conectadas en una realidad más profunda en formas, que sencillamente no
podemos ver desde nuestro lugar en la creación. Él veía todas las cosas que
parecen separadas de nosotros como parte de una totalidad mayor, la cual
llamaba orden implicado.
Bohm ofreció una metáfora para
describir la forma en que uno podría concebir el universo como un todo
distribuido pero indivisible. Reflexionando en la conexión de la naturaleza en
la creación, se convenció aun más de que el universo trabaja como un
gran holograma cósmico. En un holograma, cada porción de un objeto
dado contiene ese objeto en su totalidad, solamente que en una escala
menor. La simplicidad del cuerpo humano ofrece un hermoso ejemplo de un
holograma. El ADN de cualquier parte de nuestros cuerpos contiene nuestro
código genético (el patrón completo de ADN) para el resto del cuerpo, sin
importar de dónde viene. Ya sea que tomemos una muestra de nuestro cabello, una
uña o nuestra sangre, el patrón genético que nos hace ser lo que somos, está
siempre ahí en el código... siempre es el mismo.
Fuente: Escuela Claridad
No hay comentarios:
Publicar un comentario