Mes de
Acuario
Cuando la
vida se convierte en un sucederse de días sin sentido, haciendo siempre lo
mismo, ¿es así que queremos vivir? La vida es el regalo más preciado que
tenemos y vivir a plenitud debe ser nuestro objetivo. Pero para vivirla a
plenitud hay una sola condición: estar presente. Inmersos como estamos en
nuestra cultura occidental, tan intelectual, vivimos siempre de las memorias o
de las proyecciones futuras. Parece que la mente, nuestro amado intelecto, le
tiene miedo al presente y se escapa cada vez que puede. Y lo hace porque no
sabe vivir el presente, porque hay algo de ella que se desvanece y tiene miedo
cuando aparece esa otra parte de nuestra mente superior que sí sabe vivir el
presente, que está llena de presencia, que es capaz de llevarnos a esas regiones
en donde somos más lo que somos, en donde el grado de verdad que adquiere la
vida, el grado de realidad aumenta. Su existencia se ve amenazada porque
ella es simplemente un principio reflector, ella es como la luna, que depende
de la luz del sol para poder brillar y adornar el cielo.
¿Desde dónde te relacionas? Si te relacionas desde el intelecto, esa relación estará colorada por tus ideas, prejuicios, experiencias y demás contenido de tu mente pero no por la realidad. Y entonces sólo verás, no lo que tienes delante, sino tus propias ideas, tus conceptos e imágenes. No ves a la persona, ves los conceptos que tienes de ella. Tú te ausentas cuando aparece tu filtro mental. Y entonces las relaciones sufren porque no existe una verdadera comunicación.
"¿Qué tengo para darte? Sólo me tengo a mí. Nada más tengo, lo demás es del mundo de las cosas, de los recuerdos, de los proyectos, pero mírame, soy un manantial de vida y me ofrezco a ti. Sólo existo para ti en este momento. Entonces, sólo entonces, te puedo decir, "estoy aquí”, porque estoy completo. Cuerpo y alma. Porque entre tú y yo sólo existe el presente que compartimos. Entonces podemos establecer la verdadera relación; y el amor, al encontrar su cauce natural, fluye libre y llena todos los espacios de la vida, enriqueciendo e iluminándolo todo."
Para poder relacionarte así con tus seres queridos, con la naturaleza y con todo lo que te rodea, pasa tiempo contigo mismo. Vive tu presente intensamente. Siente quién eres, qué es esa vida que hay en ti, ese elemento de eternidad que vive en ti. Toma conciencia de tu respirar, obsérvalo, sigue su movimiento que poco a poco te conducirá a esas regiones internas en donde realmente puedes estar en el aquí y el ahora. Aprende a pasar tiempo contigo. No busques el ruido de una radio, la televisión o tantas distracciones cibernéticas que ahora tenemos a la mano. Quédate por unos instantes en silencio, observando ese sagrado movimiento, esa danza que ocurre en ti y es capaz de conducirte a tus más iluminadas regiones.
Con la mente no se pelea nunca, porque siempre se pierde. Si te quiere arrastrar al pasado o al futuro, amorosamente tráela al presente. Colócala en el movimiento de tu respirar y observa el mundo que te rodea. En mi experiencia he conseguido, en la observación del cielo azul, los árboles, las flores, el verde exquisito de la amada Gaia, ese silencio que se adentra por el sólo hecho de observar su belleza. Parece que uno no hace nada pero con el tiempo uno se da cuenta que sobreviene un enriquecimiento, una comprensión mayor de la vida producto de esos momentos en el que, a través de la observación silenciosa, sin pensamientos, uno hace contacto con la eternidad.
Toda la Naturaleza vive el presente y puede ayudarte mejor que cualquier libro, cualquiera reflexión mental, por más elevada que te parezca. Es cuestión de soltarte. La Naturaleza está poblada de seres luminosos, ángeles, entidades de luz que al ver que entras en su reino te ayudan y te dan sus regalos para que puedas emprender el viaje más allá de tus procesos intelectuales y descubras la bendición de la existencia, la verdad suprema y el amor puro que brota a raudales en el eterno presente.
Entonces, cuando le dices a un ser querido, estoy aquí, estás plenamente y sin reservas, y puedes tener una verdadera relación, una comunicación real. Los niños piden estos contactos. Ellos, más que nosotros, saben estar presentes porque sus procesos mentales todavía no condicionan con tanta fuerza sus vidas. Y le piden presencias al padre, a la madre, a los abuelos...
La Divina Presencia de Dios se manifiesta cuando estás presente. En ese lugar sagrado, tú y yo somos Uno.
Estoy aquí,
Carmen
Santiago
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