Centro Holística Hayden

Escuela de Autoconocimiento personal y espiritual

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14 de septiembre de 2011

Amor y Conciencia

La felicidad y el desarrollo de los humanos dependen de una correcta comprensión del amor. Los humanos aún no han comprendido mucho: hablan de amor, quieren ser amados, pero continúan siendo cerrados, apagados, banales. Desgraciadamente, esta cuestión jamás está clara para ellos. Desde el instante que sienten una atracción, en vez de comprender que se les está ofreciendo una ocasión para emprender grandes realizaciones espirituales, quieren enseguida satisfacer su deseo y terminan estropeándolo todo. ¿Por qué no beneficiarse durante el mayor tiempo posible de las condiciones que les proporciona este encuentro para elevarse, estar inspirado y lograr victorias? Amar es
una bendición. Por eso protejan su amor el mayor tiempo posible, sabiendo que el día en que le den una salida en el plano físico, giran una página llena de poesía para comenzar otra nueva donde se hallan inscritas toda clase de complicaciones. 

¿Cuántas experiencias desgraciadas se necesitan para que comprendan lo que es el amor?
Amar y ser amados: éste es el único derecho divino que el Creador ha dado a todas sus criaturas, y nadie puede verse privado de él (tanto en recibir como en dar). La cuestión está solamente en saber dónde y cómo encontrar el amor para evitar los malentendidos y los sufrimientos. Buscando cómo perfeccionar su manera de amar, un día logrará beber de este amor que se halla esparcido por todo el universo. ¿Por qué piensan que deben a toda costa tener un hombre o una mujer entre sus brazos para recibir y dar amor? Cuando se pasean con alguien, cuando le hablan, cuando le miran, cuando le saludan, esto es amor, y amor en la forma más sutil, la más espiritual. ¿Han hecho esta experiencia, no es así? Y se han sentido iluminados... Entonces, ¿por qué no intentan reproducir en ustedes estos estados y mantenerse en ellos el mayor tiempo posible, e incluso ampliarlos?
Los hombres y las mujeres nunca dejarán de atraerse y de amarse, pero tampoco dejarán de desengañarse y de sufrir, mientras no aprendan cómo mirarse y lo que deben buscar los unos en los otros. La Ciencia Iniciática nos enseña a descubrir en cada ser el principio que lo anima. Así, en la mujer que ama, el hombre debe intentar descubrir el Principio femenino eterno, la Madre divina. Y como la Madre divina es tan rica de colores, de perfumes, de formas y de movimientos, en su corazón y en su alma jamás se agotarán estas riquezas. Y viceversa, la mujer también debe aprender a ver en el hombre a quien ama, al Principio masculino eterno, el Padre celestial; así comulgará con su sabiduría, su poder y su grandeza. Por consiguiente, si quieren conservar su amor, no se detengan en la mujer o en el hombre que aman, más allá de este ser busquen siempre lo divino. La mujer tiene por vocación ser la educadora del hombre. Con sus pensamientos, sus sentimientos, su actitud, puede arrastrarlo a realizar los actos más nobles. El hombre sólo pide ser estimulado e inspirado por ella. Por esto, mientras las mujeres no tengan este ideal, mientras sólo piensen en sus deseos y sus placeres, estarán al margen de su verdadera vocación. 

A través del calor, es como la naturaleza templa el oro, así como todos los metales. El oro es pues semejante a un alimento ¡que la cocinera ha puesto en el horno! Pero si en la naturaleza el oro se forma muy lentamente, porque el fuego que lo cuece es muy débil, nosotros, para producir el oro espiritual, tenemos posibilidad de proceder más rápidamente aumentando el calor. Pero también es preciso tener cuidado de no quemarlo todo. Se puede comparar el aprendiz a alquimista con el aprendiz a cocinero que todavía no sabe regular el fuego: o bien deja que se quemen los platos, o bien el calor es tan débil que no se cuecen suficientemente. Para llevar a buen puerto la gran obra y formar en nosotros la piedra filosofal, debemos encender en nosotros el fuego del amor, y aprender a regularlo. Con amor se acelera el proceso; pero el amor, como el fuego, requiere a su vez un gran dominio, de lo contrario, ahí también se corre el riesgo de quemarlo todo. El amor es el fuego más terrible que existe si no se sabe dominar; por esto siempre debe ser templado por la sabiduría. 

Un joven o una joven viene a verme y me dice: “Pienso que no es bueno para mí casarme y tener hijos, lo que me tienta es la espiritualidad”. Pero cuando veo su constitución, su estructura, respondo: “Estúdiese bien... Creo que es preferible que usted funde una familia: la soledad será una carga y no sabrá qué hacer con su libertad, y sólo molestará a los de su alrededor”. Y a alguien que pensaba fundar una familia, tuve la ocasión de decirle: “Estúdiese bien antes de tomar una decisión... No parece estar hecho para el matrimonio; muy pronto se sentirá atado, y no sólo sufrirá, sino que también hará sufrir a aquél o aquella con quien viva”. Cada cual viene a la tierra con una constitución y un temperamento determinados, y es importante que sea consciente de sus inclinaciones profundas con el fin de no tomar una dirección equivocada. Debido a las experiencias que ha realizado en sus encarnaciones anteriores, cada uno llega con un programa para cumplir que está en relación con sus posibilidades. No es él quien pueda ahora decidir acerca de sus aspiraciones profundas. 

Queridos, el infierno está empedrado de buenas intenciones. Lo que se necesita es Inteligencia Cósmica en Acción. Existen dos formas en las que la Luz -aquello que te nutre, te motiva y te sostiene-, se retire (de la 3ra dimensión). Una es cuando se ve cumplido el objetivo de la encarnación, lo cual es natural. Y la otra es cuando se ve alterado (sea por el libre albedrío propio o ajeno) el propósito de la encarnación. La victoria de cada individuo contribuye a la victoria del conjunto. Y viceversa, los actos erróneos afectan a todos. ¿Cómo vamos a desembarazar al alma hermosa del cerco de la razón engañosa? Si los individuos no están dispuestos a tomar conciencia de las posibilidades de lo que la vida en Dios “hará por ellos”, ¿cómo pueden recibir la exhalación de su amor inefable?
Los hombres no pueden construir ideas inmortales con pensamientos mortales. No pueden construir sentimientos divinos que envuelvan al mundo y creen la gran Pirámide de la Vida con sentimientos mortales. No puede plasmar el Cielo en la tierra, pensando como humanos. Dios conoce el día y la hora de la victoria de un hombre. Sin embargo, el hombre puede frustrar el plan divino o apresurar su cumplimiento. 

Incluso aunque sitúen el amor por encima de todo, aunque esperen “encontrar el gran amor” y vivirlo eternamente, ¿por qué hombres y mujeres tienen tantas dificultades en conservarlo durante algunos años o incluso algunos meses? Porque en el momento en que descubren que aman a un hombre, a una mujer, se detienen en él o en ella. No saben que esta criatura es una especie de canal por dónde pasan la belleza, el encanto, cualidades de otro mundo, y que su alma tiene sed de este otro mundo. Entonces se concentran en esta criatura y lo esperan todo de ella. He ahí el error, el origen de sus desilusiones y de sus penas. El hombre, la mujer, deben aprender a considerarse mutuamente como un punto de partida para ir a buscar el amor a la Fuente. Ésta es la única manera de no sentirse jamás decepcionado. Porque en la fuente, el agua del amor siempre es cristalina, pura y llena de vida. 

Es raro que en una pareja los dos logren caminar exactamente al mismo paso. Así pues, para equilibrar la situación, aquél que camina más deprisa debe dar prueba de paciencia y de bondad; debe disminuir un poco su gran deseo de avanzar con el fin de no perder a su compañero o a su compañera de camino. De nada sirve criticar al otro. Existe sólo un caso en el que tienen derecho de avanzar libremente, es cuando han dado prueba de su bondad, de su paciencia y se han sacrificado para que su compañero pueda seguirles, pero que éste no lo tiene en cuenta. En este caso, no están obligados a aminorar su movimiento para contentar a un ser decidido a no hacer ningún esfuerzo. 

El verdadero amor es una vibración de una extrema sutileza, y para emitir esta vibración, así como para captarla, se necesita mucha atención, mucha vigilancia. Nada es más importante que saber dar y recibir amor. Aquél que lo ha comprendido siente una plenitud tal, una alegría tan grande, que todo lo demás palidece a su lado. Porque el amor es ciertamente algo muy distinto a esta atracción que empuja a los humanos los unos hacia los otros, y que hace que se separen cuando cesa esta atracción y se sienten atraídos hacia otra persona. El día que sepan lo que es el amor verdadero, extraerán de cada encuentro los elementos más puros, más cálidos, más luminosos, elementos de inmortalidad, y cada uno por su parte dirá: “¡Gracias, Dios mío! Tú me has enviado a un ser que para mí es como el sol, que me calienta y me da luz durante el invierno, como una fruta deliciosa y perfumada que me alimenta, como el agua que me refresca, como el aire que me da ligereza”. 

Finalmente, les insto a todos a sopesar las consideraciones cósmicas. Ponderen las manifestaciones de vida que se les muestran en las avenidas de sus sentidos físicos y espirituales. Ponderen todo lo que Dios les ha dado como vislumbres del Infinito. Dense cuenta que no hay nada que salga de la nada. Es muy triste oír semejantes revelaciones si no producen en ustedes unos resultados benéficos. GRACIAS!
En auspicioso final,
JAM

Namaskar

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