por Tom Kenyon
www.tomkenyon.com
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Puede
que las hayas experimentado tú mismo – esas raras “coincidencias que de algún
modo parecen ser más que mera coincidencia. Te dejan una extraña sensación,
como si, tal vez, hubieras caído dentro de un episodio de Twilight Zone.
Llevo
más de tres décadas observando y estudiando las sincronicidades. Me han
intrigado y me han desafiado. Como otros muchos, he experimentado unas cuantas.
Pero como psicoterapeuta, he encontrado muchas más, tal vez cientos, en mi
consultorio y en los talleres.
Las sincronicidades son
resultado de una conexión honda, profunda, entre la consciencia y nuestro mundo
de la materia. Pero esta conexión desafía a nuestro sentido normal de lo
lógico.
Entre
mis veinte y treinta años, me perturbaba la naturaleza paradójica de las sincronicidades.
Pero ya no creo que la lógica sea el dios inapelable que antes me parecía.
Algunas cosas no son ni blancas ni negras, y nuestras ideas de cómo funciona el
universo sólo son ideas.
Hace
poco conocí en Suiza a un físico que me dio su visión de la ciencia y la
percepción humana. Me encantó su analogía, de modo que la transmito. Dijo que
somos como niños que observan a papá y mamá jugando a los naipes. Mientras
juegan a la canasta, por observación calculamos algunas de las reglas. Sin
embargo de repente cambian el juego, y empiezan un
póquer. Han cambiado las
reglas, y nosotros quedamos confundidos. La ciencia es el acto de observar el
juego de naipes cósmico y tratar de entender las reglas. De acuerdo a él, no
hay leyes cósmicas. Lo que parece una ley puede cambiar en un abrir y cerrar de
ojos cuando el jugador cambia de juego.
Mis
encuentros con las sincronicidades han cambiado “el juego” para mí de
formas muy reales. Yo había experimentado unas cuantas a mis veinte años, pero
durante mi práctica como psicoterapeuta graduado desaparecieron. Yo estaba
concentrado en ser un profesional, no tenía lugar para coincidencias extrañas.
En esa época ni siquiera sabía que hubiera una palabra para nombrar a esos
raros sucesos. Mientras desarrollaba mi práctica privada estaba muy satisfecho
– bien, gracias - con mi pequeña versión propia del “juego”. Tenía
bien determinado mi nicho blanco y negro. Era un psicoterapeuta exitoso y tenía
una lista de clientes en espera para verme. Me sentía seguro,
cómodo, en mi posición. Aunque ocasionalmente todavía aparecían
eventos sincrónicos, no sentía que amenazaran en absoluto a mi visión lógica
del universo. Y entonces llegó ella. Enviada por otro terapeuta, Sue
(no es su verdadero nombre) venía a consultarme por una depresión y paranoia de
larga data.
La
Provocadora de Incendios
En su
primera sesión, Sue me contó que a su alrededor solían iniciarse incendios
inexplicablemente. Este inicio de fuegos insólitos era fuente de gran
consternación para ella, y su presencia envarada secorrespndía con una
personalidad de tipo paranoide.
Como
terapeuta basado en la lógica, asumí que ella simplemente se engañaba con esto
del fuego, pero la alenté a seguir hablando. Parece que cuando tenía unos siete
años, accidentalmente quemó la casa familiar hasta sus cimientos. Desde
entonces tenía miedo del fuego, especialmente del que parecía inciarse en
su cercanía sin causa aparente.
Ahora
bien, yo solía tener una vela prendida en mi consultorio, símbolo y
recordatorio de “la luz de la consciencia”, luz que yo me esforzaba por lograr
para mis clientes así como para mí. Esta vela estaba sobre una carpeta encima
de la chimenea. Mientras estábamos hablando, oí una extraña explosión en mi
consultorio. Al buscar, vi con horror que la vela había
explotado y la cera en llamas corría por la carpeta. Sin poder creerlo, vi un
río de cera ardiente cayendo sobre el piso de madera. Salté de mi silla y
apagué el fuego. Ella soltó un “¡Se lo dije!”
Le
aseguré que esto era simplemente una coincidencia extraordinaria, y que estas
cosas no suceden en la realidad. (Más tarde llegué a creer que no hay una sola
realidad. Concuerdo con Chomsky en que sólo hay realidades perceptuales y
que cada persona tiene la suya. Pero en aquel entonces estaba convencido de que
había una realidad consensual que se podía usar como medida de todas las
cosas). Armado con la cómoda justificación de mi percepción, le aseguré que yo
podía ayudarla a librarse de la culpa por su incidente de la infancia así como
de la ilusión de que ella era una provocadora involuntaria de incendios.
Programamos
otra sesión para la semana siguiente.
Durante
nuestra segunda sesión, mientras comentábamos los detalles del incendio de su
infancia, oí el sonido de sirenas. Al asomarme a la ventana del consultorio, ví carros
de bomberos frenando ante la casa del otro lado de la calle. ¡Se había prendido
fuego!
Le
aseguré a mi desesperada clienta que, aunque admitía que esto era una
coincidencia muy, muy bizarra, no era más que una coincidencia. No estaba y no
podía estar conectada lógicamente con su relato del incidente de su infancia,
aun cuando el incidente implicaba haber quemado la casa familiar. Le
mostré cómo llevar un diario con su niña interior cargada de culpa, y le pedí
que trajera el diario cuando nos volviéramos a encontrar. Programamos para la
semana siguiente.
Durante
esos días traté de convencerme de que mi plan terapéutico para esta clienta era
el curso de acción correcto. La mayor parte de las teorías terapéuticas estaban
de mi lado. El trabajo terapéutico era claro: hacerla revivir ese evento
suprimido de la infancia y hablar de ello, desenvolver su energía atrapada en
la psiquis, tratar de traer a la mente conciente la agitación que estaba
retenida en el subconciente. Al hacerlo, se purgaría la culpa. También
continuaría desensibilizándola con respecto al fuego, prendiendo otra vela y
demostrándole así que yo confiaba en mi afirmación de que eso de provocar
incendios era sólo una falsa ilusión.
Cuando
llegó nuestra tercera sesión, yo estaba un poco nervioso. Prendí la vela y me
senté en mi sillón. Empezamos a hablar de sus sentimientos sobre su infancia y
sobre nuestros dos encuentros recientes. La conversación era muy emotiva de su
parte y juntos pudimos tocar sentimientos muy profundos. Sentí que había
llegado el momento terapéutico y la conduje a un ligero estado hipnótico con
objeto de revivir el incidente de la infancia.
La
sesión llegaba a su fin. No habían surgido fuegos en mi consultorio ni al otro
lado de la calle. Estaba por anunciarle esto, victorioso, cuando – y juro que
es verdad – una camioneta nueva se incendió justo frente a mi consultorio.
Había venido a parar cerca de la intersección donde estaba mi consultorio y
¡estalló en llamas!
Tartamudeando
palabras de consuelo para ella, observé débilmente que el fuego se había mudado
un poco más lejos de nosotros, lo que tal vez indicaba que estábamos
progresando.
Acordamos
otra sesión. La próxima vez, una clienta muy nerviosa llegó al consultorio de
un terapeuta muy nervioso. Pero nada sucedió. Y no volvió a suceder nada. Su
trabajo de esas cuatro semanas transformaron el estigma de su infancia, y
el extraño fenómeno de tipo poltergeist a su alrededor había llegado
a su fin.
Nuestro
trabajo conjunto había tenido éxito, pero yo me sentía incómodo. Mi cerebro
lógico me dolía por tratar de entender este encuentro. ¿Sería posible que una
consciencia humana realmente creara algo como incendios espontáneos? Me dije
que tales cosas no eran reales, sólo eran coincidencias bizarras.
A pesar
de mis intentos de auto-consuelo, la sensación incómoda no se iba. Mi
entrenamiento profesional nunca había siquiera sugerido que tales cosas
pudieran ocurrir en el proceso terapéutico. Sencillamente yo no tenía un marco
conceptual para eventos tan raros.
Durante
el año siguiente, seguí recibiendo clientes enviados por sus extraños dilemas
psicológicos. El trabajo terapéutico a menudo requería entrar en el terreno
transpersonal. Por ejemplo: a veces la resolución de un problema psicológico
actual se remontaba a una “aparente” vida pasada. Digo “aparente” porque no hay
forma de verificar científicamente si una experiencia es de una vida pasada
auténtica o es una metáfora creada por la mente subconciente. He
descubierto, de todos modos, que determinar la autenticidad de un recuerdo de
una vida pasada no es lo importante, sino que cambie la conducta psicológica en
el presente. Como solía decir mi abuela, la prueba está en el budín, pero –
volviendo a mi consultorio: las coincidencias raras brotaban de todas partes
como hongos en primavera.
Entonces
experimenté algo que realmente me partió la cabeza.
El
Lagarto Interior
Por
algún tiempo yo había tenido sueños en los que me emboscaban. Un lagarto
gigante con un arma Uzi automática me esperaba entre los arbustos para
asesinarme cuando me iba de casa. Este sueño se repetía casi todas las noches
durante semanas. El sueño era tan vívido y perturbador, que empecé a llevar un
diario de sueños y a dialogar con mi reptil asesino. No voy a entrar en
detalles aquí, ya que no tienen relación directa con este artículo, pero como
bien se imaginarán, esto involucraba gran cantidad de energía.
Una
noche, estaba yo dialogando con la figura onírica de mi diario desde hacía
largo rato, y recuerdo bien que para mí era un momento altamente emocional.
Había puesto el nombre Liz a mi supuesto asesino ya que, al fin y al cabo, era
un lagarto (N-T. “lizard” en inglés: lagarto).
Sonó el
teléfono. Recuerdo haber mirado el reloj: eran casi las tres de la mañana.
Caminé hacia la cocina y levanté el tubo. Oí una voz del otro lado,
suficientemente clara a pesar de que había mucha estática en la línea.
“¿Está
allí Liz?” preguntó.
“Sí,”
contesté,”¡y desearía que se fuera!”
Colgué
el tubo y mi mente entró en caos. Quiero decir: ¿cuántas posibilidades hay de
que algún desconocido se equivoque al marcar un número buscando a alguien
llamado Liz, justo cuando yo dialogaba con una figura onírica llamada Liz?
Un día
descubrí los trabajos del psiquiatra suizo Carl Jung. De repente, tuve un marco
de referencia para estos extraños, bizarros encuentros. En sus libros, Jung
describió laboriosamente lo que yo había estado experimentando. Hasta tenía una
palabra para eso - las sincronicidades eran señales de que algo
poderoso se movía en lo profundo del inconciente. Cuando este movimiento era
suficientemente fuerte, afectaba al entorno externo.
El Dr.
Jung remontaba su teoría de la sincronicidad a una experiencia muy
extraña que había tenido con un paciente. En ese momento el paciente estaba
describiendo un sueño vívido y profundo sobre un abejorro.
Fue en
medio del invierno, la nieve se amontonaba afuera. De pronto, el Dr. Jung y su
paciente oyeron un golpeteo en la ventana con costras de hielo. Al buscar la
fuente del sonido, ¡resultó ser un abejorro!
La
posibilidad de que ocurra algo así conturba la mente. Las
probabilidades en contra de un suceso así son asombrosas. ¿Cómo podía un
abejorro andar volando en lo más crudo del invierno, golpeteando continuamente
contra la ventana de una sala donde un paciente describía un sueño sobre un
abejorro?
Yo
estaba encantado. Carl Jung se transformó en mi compañero constante.
Leí todo lo que encontré de él. Y entonces sucedió algo muy extraño. Cuanto más
atención le prestaba a las sincronicidades, más a menudo parecían ocurrir.
Las sincronicidades siempre
traen una sensación rara. Sospecho que se debe a una alineación repentina entre
nuestra experiencia interna y el mundo exterior. Por un momento nuestros dos
mundos, interno y externo, parecen conectarse exquisitamente.
A veces
las sincronicidades pueden ser graciosas. En un taller en la isla
grande de Hawaii, un joven (llamémoslo Joe) se encontró cara a cara con el
poder de los eventos sincrónicos de una forma muy divertida.
Tortuga
Este era
su primer viaje a Hawaii, y Joe se había enamorado del buceo. Se ponía sus
avíos de buceo y se metía en el agua cerca del hotel cada vez que podía. Sucedió
que el agua estaba llena de tortugas marinas durante todo el tiempo que duró el
taller. Sé esto porque yo también amo el buceo, y las visitaba tanto
como podía. A algunos les gusta nadar con los delfines. Yo prefiero las
tortugas. Al menos puedo seguirles el ritmo. Nadar cerca de una tortuga marina
centenaria es una experiencia asombrosa. Recuerdo nadar cerca de una hora con
una de ellas. Su cara se parecía al Yoda de La Guerra de Las
Galaxias, y cuando me miraba yo me sentía como si tuviera cuatro años y el
mundo se hubiera transformado otra vez en un lugar de magia y maravilla.
El
último día del taller, Joe salió para su última experiencia de buceo de ese viaje.
Para su consternación, todas las tortugas se habían ido, no había ni rastros de
ellas. Recordó, sin embargo, nuestro trabajo sobre manifestación, y se puso a
practicarlo.
El
Secreto de la Manifestación
En el
taller habíamos estado explorando los efectos de la emoción, especialmente en
relación con la manifestación. Como parte de esta exploración, habíamos hecho
un ejercicio en el que magnificábamos elsentimiento que deseábamos
traer a expresarse en nuestras vidas. La clave era ser tan específico como
fuera posible y sentir las emociones de tener nuestro
resultado deseado tan intensamente como pudiéramos.
Las dos
juntas (especificidad y emoción) son aliadas poderosos en el proceso de la
manifestación: M = E + E.
La clave
es ser tan específico como sea posible, imaginando cada detalle en la mente tan
claramente como se pueda. Luego ... generar emociones
positivas con respecto a la visión específica. Sentir que uno ya tiene lo que
desea y, muy importante, ¡sentir agradecimiento por tenerlo
ya! El siguiente paso es dejar que se vaya la visión y también los
sentimientos. Has configurado un electroimán que atraerá hacia ti las
situaciones que te ayudarán a crear tu visión. Pero tienes que dejar
que ese imán mental se vaya, por así decir. Soltar el deseo y disponerse a
recibir la sorpresa. Luego hacer lo que realmente sientes que se requiere para
traer el deseo a la manifestación. Generalmente, el sólo imaginarlo
no funciona. Tienes que hacer algo real. Pero en general descubrirás
que el “imán mental” que creaste hará que la manifestación ocurra más rápido y
con menos esfuerzo.
Sin
embargo, aquí va una advertencia. Ten cuidado con lo que eliges
crear, asegúrate que no dañe a nadie, incluyéndote a ti.
Pero volvamos
a Joe y a las tortugas ausentes.
Mientras
flotaba en el agua, cerró los ojos y recordó lo que sentía al nadar con sus
viejas amigas. Me dijo que lo sintió tan intensamente, que en cierto punto no
podía distinguir si era real o imaginario. Recordó llamar a las tortugas desde
su corazón y seguir flotando un rato. Entonces abrió los ojos para nadar de
regreso a la playa del hotel. Para su deleite y asombro, las tortugas habían
regresado! Nadaban todas a su alrededor. Dichoso, Joe nadó con sus
nuevas amigas tanto tiempo como disponía.
Este
evento sincrónico fue realmente extraordinario para Joe, pero tuvo un agregado
fascinante después.
Joe
regresó a su habitación, empacó sus valijas para dejar el hotel y viajar de
vuelta al continente.
Cuando
estaba registrando su salida, se dio vuelta y encontró a un amigo de la
infancia con quien había perdido todo contacto. Habían sido mejores amigos, y
la reunión fue un momento grandioso.
Qué
interesante: el sobrenombre de su amigo era Tortuga!
Las Sincronicidades y la
Muerte
A lo
largo de los años he notado que a menudo ocurren sincronicidades ante
la muerte o pasajes psicológicos que para la persona son parecidos a una
muerte.
Experimenté
una sincronicidad muy extraña de este tipo cuando murió mi madre. Yo
había recibido una llamada telefónica de la enfermera tarde en la noche,
diciendo que mi madre estaba entrando en su proceso de muerte. Conduje el auto
durante 5 horas para llegar a casa de mis padres bastante después del mediodía.
Cuando
llegué a la casa, mi padre y mi hermano estaban mirando TV. Yo fui a la
habitación donde estaba mi madre.
La
enfermera que la atendía dejó la habitación por un momento.
Mamá
estaba apenas conciente pero me reconoció. Me pidió que le consiguiera algo de
la tienda, cosa que me pareció rara, pero fui a buscar lo que ella quería.
Al
regresar, mi padre y mi hermano aún miraban televisión. Ambos tenían miedo a la
muerte y su negación los había llevado al living a ver TV en lugar de estar con
mi madre en sus últimos momentos. Hice una pausa para ver qué estaban viendo.
El show de televisión había dado paso a una comedia. En el modo usual de la
TV diurna cursi, los personajes principales se encontraban en una sala de
hospital con un pariente que estaba – adivinen qué – muriéndose!
Entré al
dormitorio y encontré que mi mamá acababa de morir. Por un rato me sentí mal
por estar afuera cuando ella falleció, pero luego descubrí que estos eventos
son típicos. A menudo la persona a punto de morir prefiere que las personas
significativas para ella estén fuera de la habitación.
El Gato
de Schrödinger y la Incertidumbre Cuántica
Cuando
tenía unos cuatro años, mis padres me regalaron un Jack-en-la-Caja para
Navidad. (N.T.: caja de música con un muñeco que salta afuera por sorpresa). Me
encantó. Me sentaba durante horas dando cuerda mientras la cajita de música
tocaba “Pop Goes the Weasel”. Con la nota final, se
abría la caja y saltaba Jack con su pequeño sombrero de payaso.
Elegí el
título de este artículo en honor de aquella pequeña caja. Creo que las sincronicidades se
le parecen mucho. Tal vez sean una cruza del Jack-en-la-Caja y el
Gato de Schrödinger.
Quienes no son
aficionados a la física cuántica tal vez no reconozcan al amigo felino de Schrödinger. El
gato no era real, sólo era una fantasía de la imaginación de Schrödinger.
En esa época estaba luchando con una de las muchas rarezas de la teoría
cuántica: la incertidumbre. El problema de la mecánica cuántica es que nunca se
puede predecir con certeza. Sólo hay probabilidades de que algo suceda o no. De
hecho, esto incomodaba tanto a Einstein que llegó a exclamar: “¡Dios no juega a
los dados!”
En su
intento de explicar lo inexplicable, Schrödinger recurrió a una caja
imaginaria. En la física cuántica muchas cosas son imaginadas, ya que no hay
forma de ver algo tan pequeñito.
De todos
modos, imaginen que hay un gato en una caja sellada. Se libera dentro dela caja
una píldora venenosa. Según el modelo cuántico, no se puede predecir si el gato
se encontrará muerto o vivo. Sólo cuando se abra la caja y se mire en el
interior, todas las probabilidades colapsarán en una sola realidad – un gato
muerto o un gato vivo.
No sé
porqué Schrödinger eligió un ejemplo de vida y muerte. ¿Porqué no
puso un juguete para gatos y miró si el gato estaba jugando con él o no? Nadie
le hizo esa pregunta, que yo sepa, de modo que supongo que nunca lo sabremos.
Pero
ahora que estamos en este tema, ustedes ven que la mente de Schrodinger,
así como la de ustedes y la mía, es una especie de caja de Schrodinger de
por sí. Quiero decir, probablemente había alrededor de 100
posibilidades dando vueltas en su subconciente. Un gato en una caja; un
perro en una caja, o tal vez una tortuga en una caja! Tal vez el
experimento podría haber sido comprobar si el pequeño estaba dormido o
despierto. Tanto mejor, creo, que mirar si estaba muerto o vivo.
De todos
modos, el pensamiento se parece mucho a eso. ¡No se puede predecir qué saldrá
de tu mente hasta que salta afuera! ¿Lo han notado en su propia
mente? Los pensamientos pueden ser muy sorprendentes, y en parte se debe, sin
duda, al hecho de que el pensamiento mismo es un evento cuántico.
Ahora
bien: los eventos cuánticos son cosas muy pequeñitas, realmente. De hecho, una
cosa debe ser más pequeña que una milésima de pulgada para regirse por las
leyes de la mecánica cuántica.
Los
objetos tan pequeños, como las partículas atómicas y demás, tienen tan poca
masa (peso) que no losafecta la fuerza de gravedad como a los objetos
mayores que una milésima de pulgada.
Ahora
bien: un rápida mirada a la neurofisiología nos muestra que nuestros
neurotransmisores así como losneuropéptidos entran bien dentro del rango
cuántico. Estas criaturas moleculares son responsables por nuestros
pensamientos y sentimientos así como una gran cantidad de otras funciones
biológicas. Adivinen qué – no se puede predecir lo que harán. Sólo
se puede arriesgar a adivinar.
Hay
infinitas posibilidades en cuanto a dónde va un pensamiento. Pero sólo cuando
salta afuera a nuestra conciencia es que podemos decir con certeza a qué
dirección apunta. Hasta entonces, todo está en juego. No hay certeza.
Ahora
volvamos a la teoría de las sincronicidades y al Jack-en-la-Caja. Uno
da cuerda y más cuerda, y de pronto Jack salta afuera.
Admito
que es una metáfora rara, decir que nuestra psiquis es como una cajita de
música, pero hay algunos paralelismos. Cuando algo empieza a dar vueltas en
nuestra psiquis, algo que carga un montón de energía emocional, creo que pueden
suceder cosas interesantes. Creo que es como dar cuerda a la caja. Si damos
suficiente cuerda (acumulamos energía), algo salta afuera. Ahora
bien, este “algo” puede tomar muchas formas. A veces es familiar, otras veces
es una sorpresa.
Por
ejemplo, si estamos enojados, podríamos gritar, o golpear alguna cosa, o
podríamos guardarlo adentro. Pero esta energía tiene que ir a algún lado.
La energía no puede destruirse. Simplemente cambia de forma.
Si
nuestra energía mental/emocional es suficientemente fuerte, puede afectar nuestro
entorno exterior. Creo que esto es lo que sucede en las sincronicidades.
Cuando a
mis veinte años yo estaba muy encaminado en mi sendero espiritual, me había
convertido en un vegetariano estricto. Fui a un restaurante con algunos amigos
y ordené una ensalada vegana“espiritualmente iluminada” y agua con limón.
El
problema es que yo tenía un déficit de proteínas. Recuerdo que en mi mente,
cambiaba el pedido a medida que la mesera iba hacia la cocina. De
hecho, oí una voz gritando dentro de mi cabeza: “No hagas caso de este
vegetariano tonto! Quiero una hamburguesa con queso y papas
fritas.” Pero no dije nada en voz alta.
Cuando
la chica regresó con nuestros pedidos, puso delante de mí una hamburguesa con
papas fritas. Mis amigos estaban indignados. Recordaban muy bien que yo había
pedido la ensalada vegana.
La
mesera sacudió la cabeza sin poder creerlo. “Hubiera jurado que Ud.
había pedido hamburguesa con queso,” dijo.
“Está
bien,” dije. Me comí la hamburguesa y fue la mejor maldita cosa que había comido
en meses.
Esto es
un extraño ejemplo de sincronicidad, pero tiene todos los elementos
necesarios. Hubo una gran energía mental/emocional “acumulada” en mi psiquis.
De algún modo la chica había “sintonizado” mi verdadero deseo, que yo había
estado ocultando a mis amigos y a mí mismo. Cuando volvió con
nuestros pedidos, Jack saltó fuera de la caja, y ella puso frente a mí el
objeto de mi deseo. ¡Pues he allí la mecánica cuántica en acción!
Sospecho
que todos vamos creando sincronicidades a nuestro alrededor, ya sea
que nos demos cuenta o no.
Mi razón
para escribir este artículo es que creo que todos estaremos experimentando más sincronicidad en
el futuro, tanto en forma individual como colectiva. Creo que sería de ayuda el
reconocer que lassincronicidades son una función de la consciencia misma.
Viven en el submundo donde la mente se encuentra con la materia, y son un
indicador de los poderes que llevamos en nosotros.
Creo que
el desafío es cómo interpretar adecuadamente las sincronicidades.
Significado
y Falsa Ilusión
Todo
esto me lleva a otra observación acerca de las sincronicidades. No
necesariamente significan lo que nosotros creemos. Son simplemente eventos
paralelos. Algo ha pasado en el mundo externo que está en paralelo con nuestro
mundo interno. Son una signatura, una señal de que algo se ha movido en lo
profundo dentro de la psiquis.
Conocí a
alguien que entendió mal una sincronicidad y acabó abandonada en el
medio de un desierto. Ella estaba muy interesada en los OVNIs en
esa época y anhelaba ser llevada por la “nave madre”. Durante semanas había
estado teniendo fantasías de salir al desierto donde la vendrían a buscar. Creo
que justo se había estrenado Encuentros Cercanos y tal vez eso
había dado impulso a sus fantasías. Una noche, mientras enviaba sus fervientes
oraciones hacia el “hogar en las Pléyades”, una estrella fugaz cruzó el
cielo. Ella “supo” que esta era una comunicación de sus hermanas
y hermanos galácticos. Venían a buscarla.
Algunos
podrán decir que su experiencia fue una señal, pero para mí, las señales
aparecen por sí solas sin correspondencia mental. En otras palabras, ella
estaba enviando una oración ferviente al universo cuando el meteoro hizo su
trayecto en el cielo. El meteoro apareció al mismo tiempo que su actividad
mental. Esto lo hacía una sincronicidad.
Renunció
a su trabajo y vendió sus cosas. Conservó sólo alguna ropa y su Ford Pinto.
Condujo desde Carolina del Norte hasta el desierto de Nuevo México y esperó el
encuentro.
Pero la
nave madre nunca apareció. Creo que esperó durante algunas semanas, hasta que
se le acabó la comida, el agua y el dinero. Volvió a casa en bancarrota, sin
trabajo, y sus amigos pensaban que había perdido el juicio.
Ella había
interpretado mal la sincronicidad. No significaba lo que ella creía. Y
creo que ahí está el peligro de estas extrañas criaturas de nuestra mente.
Justamente porque tienen esta “cualidad de otro mundo” y se sienten tan
intensamente, es mejor no sacar conclusiones demasiado rápidas
respecto a su significado.
Todo
esto se hace aún más complejo, sin embargo, por el hecho de que a veces las sincronicidades son
verdaderos mensajes de nuestro ser profundo. En tales casos son como
el dedo del destino, y mucho depende de que si le hacemos caso o no – pero no
siempre.
El
Estafador
Hace
varios años, un facilitador en crecimiento personal muy conocido me había
contratado como co-entrenador. Era un individuo talentoso que transformaba
muchas vidas, pero también era una artista del engaño. Cuanto más conocía sus
actividades, más claro lo veía.
En uno
de los entrenamientos habían venido unas noventa personas de todo el mundo a
estudiar con él. Les había vendido este curso ofreciendo hablar de los
patrones de sonido para el cerebro. Él declaraba haber descubierto
los tonos precisos que estimulaban áreas específicas del cerebro. La mitad de
la audiencia consistía de personas no conocedoras, pero la otra parte estaba
compuesta de terapeutas profesionales. Para mí era magnífico enseñar a un grupo
de personas tan motivadas y lo estaba disfrutando inmensamente.
Entonces
empezaron a suceder algunas cosas extrañas, como siempre pasaban con este
maestro. Yo había experimentado esta “falta de integridad” a su alrededor y con
su personal antes, pero siempre había podido dejar de lado esos incidentes.
Sin
embargo, esta vez fue demasiado. Una noche una neurofisióloga invitada dio una
conferencia para el grupo. Era una mujer extraordinaria con una profundidad de
conocimiento y sabiduría inspiradores. Yo estaba en la sala audiovisual cuando
ella llegó y entregó un video a uno de los técnicos. Ella dejó muy en claro que
no debía copiarse ese video. Era un registro de su último trabajo sobre energía
sutil y ella quería protegerlo.
Tan pronto
como se fue de la sala, el técnico insertó un video virgen en la grabadora y
empezó a hacer una copia de alta velocidad del video que ella acababa de
entregar. “JD (iniciales del facilitador) va estar encantado de tener esto!”
Yo me
acerqué y paré la grabadora. “No”, le dije. La acción me sorprendió a mí mismo
porque normalenteyo no interferiría en una situación así.
Después
de la conferencia, yo estaba preparándome para volver a mi habitación para esa
noche. JD me paró y me preguntó si podía ir a su casa esa noche. “Para qué?” le
pregunté inocentemente.
“Me
gustaría que me ayudaras a entender qué partes del cerebro corresponden a estos
sonidos!”
Me
negué. Pasé toda esa noche en torbellino intelectual. Me sentía responsable por
noventa personas que habían venido a estudiar con nosotros. No, me dije, yo
sólo era miembro del personal. La responsabilidad era de JD, no mía. Además me
pagaba realmente bien. Mejor cerraba la boca y seguía con el entrenamiento lo
mejor que pudiera.
Ahora
que lo recuerdo, mis dificultades con JD habían estado acumulándose por varios
meses. Con cada entrenamiento en que participaba se revelaban nuevas áreas de
deshonestidad, y yo me acercaba a una crisis – uno de esos puntos decisivos que
determinan el próximo curso de la vida de uno.
La sincronicidad ocurrió
el día siguiente. JD decidió hacer un Renacimiento grupal en agua fría que, en
mi humilde opinión, era una locura. Pero a JD le gustaba llevar a
las personas a sus límites.
El
Renacimiento es un proceso de respiración circular que puede ser bastante
transformador e iluminador si se hace bien. Si no se hace adecuadamente, puede
dañar. Ahora bien, es típico hacer el Renacimiento primero en
tierra. Luego de acostumbrarse al proceso de respiración y a los intensos
fenómenos que lo acompañan, uno puede hacerlo en agua tibia. En algunos casos
alguna persona podría ser llevada al agua tibia en primer lugar. Pero un
Renacimiento en agua fría es una experiencia muy intensa. Creo que sólo una
persona de todo el grupo había hecho Renacimiento antes. De todo el personal,
yo era el únicoRenacedor certificado. Ni siquiera JD había tenido mucha
experiencia en eso. Entre el personal, sólo dos personas habían
pasado por el Renacimiento, y ellos sólo una o dos veces.
La
piscina del hotel estaba llena hasta el borde con noventa personas en traje de
baño. Uno sostenía la cabeza del que iba a renacer, que entonces se dejaba
flotar como una boya. Era un día muy nublado con temperatura baja que tornaba
el agua aún más fría. Yo estaba preocupado, pero me dije que JD estaba a
cargo. Seguí con
el programa.
Mientras
miraba ese mar de cuerpos tratando de soportar una experiencia planeada
inadecuadamente, pensé para mis adentros que eso era cosa de lunáticos.
Mi
incomodidad ante esa falta de seguridad afloró a la superficie otra vez. Pero
me recordé que yo sólo estaba en el equipo y no era el responsable, sino JD.
Sentí la
presencia de alguien a mi lado. Era una mujer de más de cincuenta años con un
rostro que lucía preocupado. Me dijo que tenía miedo de lo que estaba
sucediendo, pero “si Tom Kenyon está involucrado, sé
que estará bien.”
Lo
oportuno del comentario me dejó estupefacto. Supe que tendría que tendría que
alejarme de mi mentor. Ese fue el último entrenamiento en que participé.
Nunca
olvidaré la sincronicidad de ese momento. Como tocada por un rayo se
eliminó mi ambivalencia y eventualmente eso me llevó a mi propio trabajo en
lugar de co-facilitar el de otro.
Pensamientos Finales
Entonces ¿qué
sacamos de todo esto?
¿Cómo
hemos de manejarnos con las sincronicidades cuando surgen, y cómo
diablos podemos entender qué significan?
Bueno,
para los principiantes, el significado es relativo al que lo percibe. Nuestros
cerebros están interpretando sucesos todo el tiempo, creando significados aun
cuando no los hay. Es lo que los cerebros hacen, al menos la parte pensante.
Habiendo
enfrentado las sincronicidades por muchos años, creo que no
necesariamente tienen significado.Si lo hay, proviene de cómo las interpretamos.
He
llegado a tratarlas más bien como signos de exclamación. Son una señal de que
algo grande está ocurriendo en el inconciente. Entonces he optado por volcar mi
atención hacia adentro cuando me encuentro con una sincronicidad. Busco
“qué se está moviendo” en mi propia psiquis. Personalmente considero que
este tipo de cuestionamiento da muchos más recursos que tratar de entender qué
significa la sincronicidad misma.
Las sincronicidades se
parecen un poco a los ornitorrincos que juegan en las aguas de Australia. Estos
lindos marsupiales mezclan dos especies bien distintas. Tienen colas chatas
como los castores y tienen piel. Tienen sangre caliente como los mamíferos pero
ponen huevos como los reptiles. Extraños, raros, son el resultado de unir dos
mundos biológicos diversos: reptiles y mamíferos
Las sincronicidades también
resultan de la unión de dos mundos – nuestro mundo del pensamiento y del
sentimiento mezclándose con el mundo de los eventos externos.
A medida
que entramos en el siglo veintiuno, los campos de la física cuántica, la
biología y la psicología nos revelan un considerable terreno interior. Se está
descubriendo que nuestra psicología refleja nuestra biología y la incertidumbre
cuántica de nuestras raíces sub-atómicas.
Nuestras
mentes, nuestros pensamientos y sentimientos, están todos hechos de polvo de estrellas.
No es que me dio por la poesía. La miríada de partículas sub-atómicas que
se arremolinan con gran incertidumbre en la sopa cuántica del universo ha
nacido de un feroz comienzo que apenas podemos imaginar.
La mente
y la materia se han forjado juntas en la fundición del cosmos, en formas que
recién ahora empezamos a comprender. Para quienes desean lograr comprensión de
los misterios de la mente y la materia, las sincronicidades son como
oro. Lo que hagas con él, es lo que tú haces con él. Pero es oro
de todos modos.
Traducción: M. Cristina Cáffaro
© 2011 Tom Kenyon. Reservados todos los
derechos www.tomkenyon.com
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maravilloso!! me encantó esta publicación! La guardo.
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