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16 de febrero de 2014

Relaciones entre los seres vivos

por Ximena Giráldez Fernández 

Cuando una cantidad determinada de luz solar –lo que llamamos un “cuanto” o un “fotón”-, es absorbida por una molécula de clorofila, un electrón de dicha clorofila es “excitado”, es decir, eleva momentáneamente su nivel energético. Inmediatamente, el electrón cede esta energía absorbida a una molécula receptora, y en una fracción de segundo el electrón “cae” a su estado energético primitivo, quedando disponible para ser excitado nuevamente. Parte de la energía solar absorbida es transformada en energía química mediante un complejo proceso conocido como fotosíntesis. Sólo la energía lumínica absorbida puede ser transformada en energía química.


Pocos organismos –las plantas, las algas y algunas bacterias-, pueden llevar a cabo la fotosíntesis, porque sólo ellos tienen clorofila. Sin embargo, una vez que la energía luminosa es absorbida y transformada en energía química, pasa a ser disponible para todos los organismos vivos, incluido el ser humano.
 El proceso fotosintético se convierte así en el nexo vital entre todos los seres vivos. Tal como lo expresó el premio Nobel Szent-Györgyi: “Lo que impulsa la vida es...una pequeña corriente, mantenida por la luz del sol”.

Esta conexión entre los seres fotosintéticos y los no-fotosintéticos y de todos ellos en definitiva con el sol, ¿no viene a significar que todo lo que existe en el mundo participa de la misma energía?, ¿qué todo es lo mismo, en su esencia?, ¿que nada es independiente de todo lo demás? Hermes se refería a la existencia de “una mente universal”, “principio único del universo”. El filósofo Darío Salas, en su libro Moral para el siglo XXI, lo expresa de esta manera: "Lo cierto es que existe un ordenamiento que mantiene la estructura del cosmos y que dicha simetría configura un esquema de circulación de energías a nivel de la Naturaleza".

Si nos detenemos más concretamente en el estudio particular de algunos de estos organismos, descubriremos que estas relaciones de dependencia existen en todos los niveles. Esto muestra de forma práctica la veracidad del principio universal de correspondencia, según el cual "como es arriba es abajo".

Las plantas, desde las pequeñas hierbas a los grandes árboles, se morirían de malnutrición en un suelo rico en nutrientes, si sus raíces no estableciesen una relación de colaboración con bacterias o con hongos. Estos hongos rodean íntimamente a las raíces -o más frecuentemente penetran en ellas. Los beneficios son mutuos: los hongos participan directamente en el transporte de minerales desde el suelo hasta las raíces y, a cambio, la planta aporta hidratos de carbono al hongo.

Las leguminosas –plantas productoras de legumbres-, viven y crecen gracias a la unión de sus raíces con ciertas bacterias que, además, dejan los suelos enriquecidos y mejor preparados para futuras siembras, ya que las bacterias son los únicos organismos capaces de fijar el nitrógeno de la atmósfera y transformarlo en nitrógeno orgánico.

Las maravillosas orquídeas que tanta admiración nos causan por la belleza de sus flores, son absolutamente dependientes de su correcta relación con un hongo específico para nutrirse y reproducirse. En esta relación, si el hongo se muestra demasiado agresivo, demasiado exigente, la orquídea muere y el hongo se queda sin socio y sin beneficio; si es la orquídea la que se comporta con agresividad y exigencia excesiva, el hongo muere... ¡y la orquídea también! Es necesaria una relación armónica entre el hongo y la orquídea para que aquél se desarrolle y ésta se alimente correctamente y sea capaz de reproducirse.

Esto es un ejemplo muy concreto de lo que el mencionado filósofo Darío Salas denomina "la ley de equivalencia igualitaria" que, según él aclara, "significa, en principio, actuar de acuerdo a lo que es justo,... adecuando el dar a lo que se pretende recibir".

Este tipo de relaciones entre los seres vivos en la que todos aportan y todos reciben, está en la base de todo salto evolutivo de importancia. En el caso de los vegetales, hoy se admite incluso que el paso del agua a la tierra -la colonización del medio terrestre- no pudo llevarse a cabo por ningún organismo en concreto, sino que fue realizada exitosamente por una asociación simbiótica de organismos.




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