Centro Holística Hayden

Escuela de Autoconocimiento personal y espiritual

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12 de mayo de 2016

El Alimento

Hijos míos, siempre sin aguar­dar los frutos de la acción. Su expectativa es causa de nuestra miseria. Dediquemos nuestra vida al Señor. Confiemos en que Él nos protegerá. Nuestra vida familiar nos ha de entrenar en el ejercicio de la entrega total a Dios. Démonos cuenta de que nuestra pareja y nuestros peque­ños no nos pertenecen, como tampoco nosotros a ellos. Hijos míos, tengan la absoluta fe de que todo le pertenece únicamente a Él. Cuando así suceda, Dios tomará sobre sí nuestro fardo. Nos tomará de la mano y nos conducirá a nuestra meta.
Hijos míos, que su desinterés crezca; pongan un límite a los esfuer­zos destinados a incrementar su co­modidad personal. Un aspirante espiri­tual no debería cortejar los placeres. In­tenten llevar una vida sencilla, reducien­do las posesiones personales a lo
necesario.
“La pureza de los alimentos contribuye a la pureza de nuestra mente”.
Hijos míos, nada de lo que comemos es puro producto de nuestro esfuer­zo personal. Lo que viene a nosotros en forma de alimento es fruto del trabajo de nuestros hermanos los hombres, de la generosidad de la naturaleza y de la benevolencia de Dios. Incluso si posee­mos millones de dólares, tenemos cons­tante necesidad de alimento para saciar el hambre. ¿Acaso se pueden comer los dó­lares? Por consiguiente, no coman nunca sin rezar previamente con humildad.
Hijos míos, comamos siempre senta­dos. No coman de pie o paseando. Mientras comemos, nuestra atención no debería estar exclusivamente concen­trada en el sabor. Imaginemos que la Divinidad elegida o nuestro Maestro se ha­llan presentes en nosotros y que los alimentamos. De esta forma, la acción de comer se transforma en una disciplina espiritual (sadhana). No hablen mientras comen.
Igual que ali­mentamos a los pequeñuelos, imagine­mos que damos de comer a nuestra amada Divinidad. En la medida de lo posible, todos los miembros de la familia deberían comer juntos. Tomen un poco de agua en la palma de la mano derecha y reciten el mantra de la alimentación o su propio mantra (u oración). Inmediatamente después, pasen la mano por encima del alimento tres veces en el sentido de las agujas del reloj; luego, beban el agua. Cierren los ojos y recen: “Amado Señor, que este alimento me dé la fuerza de llevar a cabo Tu obra y de realizarte a Ti”.
Si tienen animales domésticos o pája­ros en casa, aliméntenlos antes de tomar su comida. Esforcémonos en ver a Dios en cada ser vivo y démosle de comer con este estado de espíritu.
Tomen su alimento mientras re­piten el mantra (u oración). Hacerlo así purificará a la vez el alimento y su mente.
La disposición mental de quien prepa­ra el alimento se transmite a los que lo toman. Por este motivo, en la medida de lo posible, las madres deberían cocinar para toda la familia. Si mientras se prepara la comida se recita el mantra, el alimento aprovechará a todos espiritualmente.
Hijos míos, consideren el alimento como si fuera la Diosa Lakshmi (la diosa de la misericordia y prosperidad), y recíbanlo con devo­ción y reverencia. El alimento es Brahma (el Ser Absoluto). Al comer, no discutan nunca acerca de las faltas de los demás ni de sus limitaciones. Tomen el alimento como si fuera la ofrenda (prasad) del Señor.
Después de las oraciones y antes de empezar a comer, cada uno puede dar a su vecino una pequeña porción de comi­da. Esta acción contribuirá a incrementar el amor mutuo y el afecto entre los miembros de la familia.
Hijos míos, no podremos controlar nuestra mente sin controlar también nues­tro deseo del sabor. La salud, y no el sabor, debería ser nuestro primer cuida­do al seleccionar el alimento. No disfruta­remos de la amplitud del corazón sin antes haber renunciado al placer del paladar.
Los que entre nosotros ejercitan una disciplina espiritual (sadhana) deberían cuidar de consumir tan sólo un alimento vegetal sencillo y fresco (nutrición equilibrada -sáttwica). Es preferible evitar los platos excesivamente salados, azucarados, sazonados con especies, o ácidos. Nuestra mente está constituida por la esencia sutil de lo que comemos. La pureza de los alimentos contribuye a la pureza de nuestra mente.
Hijos míos, tomen un desayuno ligero. Incluso sería mejor abstenerse de desayu­nar. Coman la cantidad deseada en el almuerzo y una cena ligera por la noche. No llenen del todo su estómago. Una cuarta parte debería que­dar vacía. Lo cual ayudará a nuestro cuerpo a digerir correctamente la comida. Si comemos hasta la saciedad, incre­mentamos el esfuerzo del corazón.
Un exceso de alimentación es peligro­so para nuestra disciplina espiritual (sadhana) tanto como para nuestra salud. Hijos míos, perdamos la costumbre de tragar cualquier cosa en cualquier momento. Someterse a la regu­laridad en cuanto a las horas y en cuanto a la cantidad en las comidas es bueno para la salud y para el control mental.
Coman para vivir y no vivan para comer.
No tomar más de una comida los días de fin de semana y practicar el estudio espiritual y la meditación en casa o en un Ashram, es una práctica excelente. Mejorará nuestra salud en ge­neral. No consuman otra cosa que no sea fruta si no es posible un ayuno completo. Los días de plenilunio y de novilunio son buenos momentos para ayunar.
No coman a la caída de la noche. Justa­mente es la hora en que el aire es más impuro. No es momento de llenar el estómago sino, más bien, de repetir el nombre del Señor y de llenar con él nuestra mente.
Limpiar profundamente los intestinos una vez al mes es una práctica excelente, especialmente para los que siguen una disciplina espiritual. La acu­mulación de materias fecales en el cuerpo representa un obstáculo para la concen­tración y entorpece el pensamiento.
Para la disciplina espiritual se reco­mienda pasar poco a poco a una dieta vegetariana. Hijos míos, poner punto fi­nal a una costumbre, sea la que sea, es extraordinariamente difícil. Estudien su mente y, con el tiempo, conviértanse en su maestro.
Todo el mundo sabe que fumar y beber alcohol es malo para la salud. No obstante, a la mayoría de las personas que han contraído tales hábitos les parece difícil desembarazarse de ellos. ¿Cómo es posible que quien es incapaz de liberarse de las garras de un cigarrillo pueda espe­rar llegar a la realización de Dios? Los que no consiguen dejar de fumar desde la mañana hasta la noche, deberían masti­car un sustituto, como el regaliz, o beber un vaso de agua cuando le asaltan las ganas de fumar. Si lo intentamos sincera­mente, en un tiempo muy corto podre­mos renunciar al tabaco y a cualquier otro hábito negativo.
El café y el té quizá aportan un cierto estímulo transitorio, pero adoptar el hábi­to de beberlos, de hecho, perjudica a la salud.
Mis queridos hijos, deberíamos tomar la firme resolución de renunciar total­mente al alcohol. Beber arruina la salud y la riqueza, debilita la fuerza mental y destruye la paz de la familia, todo a la vez. No consuman alcohol, ni siquiera para complacer a los amigos. Nosotros, que hemos de servir al mundo, no deberíamos arruinar nuestra salud con tabaco y alcohol. Además, el dinero que derrochamos de esta forma podría ser útil a otras muchas necesidades. Con el dinero que se va en humo, podríamos comprar miembros ortopédicos para los que los necesiten, pagar una operación de la vista a alguien que padece catara­tas o proporcionar una silla de ruedas a una víctima de la poliomielitis. Y si no hay otra cosa por medio, podríamos comprar libros espirituales para la biblio­teca local. No tomen sustancia tóxi­ca (de ningún tipo).
Dejar que se pudra la comida o echar una parte a la basura constituye una ofensa a la sociedad. Piensen cuánta gen­te sufre por no tener siquiera una comida al día. Cuando un vecino se muere de hambre, ¿se puede ser feliz saboreando una comida suntuosa? Hemos de ayudar a los hambrientos lo mejor que podamos. Tomemos conciencia de que alimentar a los que tienen hambre no es otra cosa que adorar a Dios.
Video Amma Sarshan

La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón…


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