Alejandro Martines Gallardo
La forma en la que el budismo
entiende al amor es muy distinta a la versión de amor romántico que ha sido
difundida en la modernidad occidental. Por una parte, es evidente que el
budismo al ser una religión (aunque una no-teísta) ordena a sus seguidores y supone
el cumplimiento de votos, por lo cual la idea de un budista
"perdidamente" enamorado de otra persona es contradictoria. Asimismo,
la visión budista del mundo como samsara, como un ciclo ilusorio de muerte y
renacimiento, hace que a grandes rasgos, el practicante renuncie a los
placeres mundanos o, mejor dicho, se mantenga desapegado, consciente de la
impermanencia de todo fenómeno o estado de la mente y cuerpo. Esto, sin
embargo, no significa que para el budismo el amor no sea importante.
Una definición más simple, que
me parece capta la esencia de la visión budista del amor y nos permite de
alguna manera trascender el exceso de conceptualización y de intangibilidad que
rodea al amor en nuestra visión de mundo, nos viene por parte del maestro
tibetano Thinley Norbu Rinpoche: el amor es dar energía a
alguien más. Puede que el amor sea otras cosas también, pero he
ahí algo muy simple con lo que se puede trabajar, y llevar el pensamiento y las
emociones a un nivel cuantificable y mayormente irrefutable. La energía como
prueba del amor.
En su excelente White Sail, Thinley Norbu señala: "Existen
muchos método para incrementar la energía positiva, pero el más poderoso es
crear amor y fe, los cuales surgen de la energía de sabiduría original. Si
conectamos a través de la fe con la vasta y profunda continuidad de la mente,
las cualidades internas, suaves y luminosas de la energía de sabiduría pueden
florecer. La esencia del amor es la compasión de los seres sublimes que siempre
dan energía". En el contexto budista se dice que la intención de
amor "debe ser la misma que la de la fe: llevar a la
iluminación, lo cual nos libera del sufrimiento del amor mundano
superficial". Secularmente esto puede entenderse simplemente como el
genuino deseo del bien del otro. Es por ello que esto es la regla de oro en
todas las tradiciones, hacer a los demás como nos gustaría que nos hicieran a
nosotros (y es también curiosamente un principio esencial, no sólo de la
compasión, sino del erotismo).
En pali, la lengua que hablaba
Buda, una de las formas con las que se refiere al amor
es "metta", una palabra que ha sido traducida como amor
pero también como amabilidad, benevolencia y buena
voluntad; "metta" es amor pero sin el sufrimiento que
necesariamente conlleva el apego y el aferramiento a una persona. En nuestra
sociedad tenemos historias muy bellas de amores de parejas que dependen la una
de la otra y que se sacrifican el uno por el otro pero que en el proceso
sufren enormenente y creemos que sufrir es parte esencial de una demostración
heroica del amor; esto es solamente una concepción equivocada, si bien
altamente poética. Un amor así está más ligado a la fantasía y a la ilusión que
a la realidad, puesto que la realidad es que las personas que amamos se
enfermarán, morirán y nos dejarán. Nada permanece y no es necesario aferrarse a
algo; la felicidad y el bienestar tienen una fuente interna y pueden ser compartidas
pero nunca podrán ser experimentadas en su totalidad más que a través de la
realización personal. El amor no se trata del deseo de ser aceptado o
de encontrar alguien que nos revele la felicidad, se trata de entender no de ser entendido y de dar,
de dar energía, más allá de conceptos y justificaciones psicoanalíticas de
nuestro amor. ¿Somos capaces de dar energía a las personas? ¿Somos capaces de
entenderlas en el nivel más puro sin que esto nos afecte, puesto que
nuestra esencia no tiene forma de perderse o corromperse por los fenómenos
mundanos?
Alguien podría dudar sobre este
"dar energía" y pensar que una persona puede drenar a otra, algo que
en ocasiones ocurre (y entonces el supuesto amor se vuelve brujería o
vampirismo sexual). Pero esto sólo ocurre cuando la persona que da energía lo
hace desde un centro de apego personal y tiene algo que perder, es decir, su
mismo ego y las construcciones de su personalidad. La energía que se da en el
amor, sugieren las tradiciones místicas, no es de una persona, es la energía
del cosmos mismo, que atraviesa a la persona justamente porque ha perdido la
importancia personal y ha eliminado los aspectos más burdos y gruesos de
su mente que obstruyen el flujo de la energía. Es por ello que para los
budistas la realidad es vacuidad y, como sabemos por la física cuántica,
el vacío es potencial de energía infinita. Al no carecer ni desear ni
estar amarrado a conceptos, una persona regresa al vacío, por así decirlo, y
puede servir como un canal de esa fuente inagotable de la cual se dice en
el Tao Te King que siempre da y sin embargo permanece
completa. En realidad sólo ama quien se puede vaciar a sí
mismo.
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