Según la filosofía oriental del Tao, se trata
de soltar y continuar sin forzamientos el flujo natural de las cosas.
¿Vivimos los occidentales bajo la convicción
de que haciendo todo para cambiar una situación la torceremos a nuestro antojo?
Los orientales tienen algo para decirnos. El taoísmo, tradición filosófica de
origen chino que tiene como principales maestros a Lao Tsé, Chuang Tsé,
Huang-ti (entre muchos otros), elabora otro principio de intercambio con la
realidad: el wu wei, o también llamado "arte de la no acción". Nos
recomienda actuar en el mundo sin forzarlo, comprendiendo el fluir natural de
las cosas y las leyes naturales, sin tratar de modificar lo que está
sucediendo.
La astróloga argentina Ludovica Squirru recomienda
en sus horóscopos practicar el wu wei cuando las cosas se ponen complicadas.
Según el Tao Te Ching se trata de evitar las
intenciones explícitas y la voluntad (asociada a los deseos y caprichos del
ego) que obstaculiza el camino correcto, el que fluye sin esfuerzos. Se lee en
el capítulo dos de este libro: "El sabio controla sin autoridad
/ enseña sin palabras / él deja que todas las cosas asciendan y caigan, /
nutre, pero no interfiere, / dá sin que le pidan, / y está
satisfecho".
"En el zazen [práctica de meditación con
la postura del Buda] realizamos esto justamente: entrar en un espacio de 'no
hacer', hacer menos con el cerebro, con las emociones, el no moverse",
explica Ariadna Dosei Labbate, maestra zen. "Cuando uno entra en
ese espacio de no-acción, en realidad ingresa en un espacio más grande,
en un movimiento mayor -nosotros decimos "el orden cómico"-, entonces
deja de haber reacción en términos del ego, de lo que quiero, de lo que
necesito, de lo que emerge -sobre todo en el cerebro frontal-. La dimensión del
cerebro profundo se activa, y descubrimos que todo el Universo es consciencia,
y esa inteligencia se expresa en los animales, en las plantas, en el clima, en
las montañas, en todo lo que está vivo. El lugar del wu wei es una no
acción desde el ego. Cuando uno se integra a ese movimiento más grande, es la
revolución de las cosas en su lugar."
Para Mónika Correia Nobre,
astróloga, instructora de meditación y fundadora de Astroflor Escuela de
Antakarana: "Una sola acción puede generar un movimiento de caos interno y
poner en mente emociones tóxicas relacionadas con la frustración y la decepción
sobre nosotros mismos: por la evocación del recuerdo, la presión sobre temas
del futuro o simplemente porque sentimos que no podemos. Es decir que si
intervenimos realizando un pensamiento voluntario saldremos del estado de
armonía o estado meditativo".
La diferencia entre "no acción" y
quedarse de brazos cruzados
Esta diferencia de conceptos puede ser
difícil de comprender. Porque nadie puede afirmar que los líderes pacifistas no
han conseguido nada, pero su metodología no fue coercionante, opresiva o
totalitaria.
La “no acción” es un concepto que muchos pueblos
originarios poseen con diferentes nombres: para los hindúes es el
"akarma", para los toltecas, los "no haceres". Se
trata de no malgastar la energía combatiendo de más, no dividirse, favorecer
sin impedir, observar las leyes que nos han traído hasta acá. En
libros clásicos de artes marciales como El arte de la guerra de Sun
Tzu o en los códigos de combates entre samuráis, se trata de usar las
fuerzas (y energías) del entorno y de los oponentes a favor nuestro.
Sin esfuerzo: así crecen las plantas, fluyen
las corrientes, orbitan los planetas. Claro que no todo siempre en el mundo
humano está en perfecto equilibrio; los hexagramas del I Ching, el
Libro de las Mutaciones, plantean esas contradicciones y momentos
de mayor conflictividad como lucha entre los elementos (tierra, fuego, agua,
trueno, etc.). También, en sus consejos, los sabios brindan actitudes
interiores que favorecerán que las cosas vuelvan a su cause.
Meditación y wu wei
Correia Nobre asocia directamente este
concepto a la práctica meditativa.
"Durante la meditación nos adentramos en
la contemplación de los procesos mentales, esa contemplación implica, entre otras
cosas, mirar el fluir rítmico de pensamientos o imágenes aceptándolos y
al mismo tiempo, dejándolos ir", comenta.
"A medida que avanzamos comenzamos a
desarrollar al 'observador': la parte consciente de uno mismo que existe
independientemente de los pensamientos o sensaciones corporales que aparezcan.
La función de esa parte del 'yo espiritual' es fundamental, ya que al
tomar distancia y separarse de los pensamientos no alimenta el diálogo
interno y nos permite lograr esa tan buscada paz interior que hace fluir mejor
las cosas".
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