Querido papá:
Han pasado 46 años desde tu
último Día del Padre. Supongo que es hora de ponernos al día y contarte todo lo
que he vivido desde que te marchaste.
"PUEDO RECOBRAR MI PODER DE AUTOVALORACIÓN, FELICIDAD Y
EMPODERAMIENTO".
Ha pasado mucho a lo largo
de los años. Crecí, encontré una profesión y el propósito de mi vida, me casé y
crié a cuatro maravillosos seres humanos. Te habrían encantado mi esposo y mis
hijos de haber llegado a conocerlos.
Ahora que lo analizo en
retrospectiva, tu transición al siguiente nivel de vida inmortal fue un regalo
para mí. Determinó el comienzo de mi insaciable deseo de conocer el panorama
completo. Fue gracias a tu partida que me obsesioné con el significado de la
vida y la muerte. Cuanto más trabajo en mi desarrollo espiritual, más logro
apreciar de qué trata la vida y de qué no trata.
Pasé muchos años contigo a
tu lado, tú en tu papel de padre, y muchos años más posteriormente en una
narrativa en la que yo era indeseada y poco querida. Finalmente entendí que las
cosas no eran así. Yo decidía vivir la historia que yo me creara. Durante años
he contado mi historia muchas veces a muchas personas. Podía ver la mirada de
dolor y tristeza que tenían por mí. Por supuesto, al yo no conocer una mejor
opción en aquel entonces, yo también me creía mi historia. Yo tomé la decisión
de que yo era indeseada, poco querida, irrespetada, ignorada, menospreciada y,
sobre todo, indigna. Cargué miedo y odio por ti desde que tengo uso de razón.
No creía que yo tenía el poder de proteger mis límites y defender mi postura.
No pensé que yo importara. Y te adjudiqué la responsabilidad de mis propias
historias todos estos años.
No fue hasta que comencé a
estudiar Kabbalah, a aprender acerca del viaje del alma, el tikún (corrección
del alma) y la teshuvá —es decir, reconocer que al asumir al 100 % la
responsabilidad de mis pensamientos, palabras y acciones, puedo recobrar mi
poder de autovaloración, felicidad y empoderamiento que dejé a tus pies—, que
me di cuenta de cuán egoísta e injusto de mi parte fue entregar el poder de mi
felicidad a alguien más, incluso a mi mismo padre. Simplemente no sabía que
había una opción mejor en aquel entonces.
"HICISTE LO MEJOR QUE PUDISTE".
Había estado viviendo con
temor a la humillación pública y lo usaba como excusa para no asumir riesgos
más grandes e importantes. Y todo este tiempo, te había estado culpando por
ello. Como resultado, adopté una estrategia de supervivencia que consistía en
callar mis emociones con la comida como droga predilecta. Me hacía sentir
terrible.
En la época que te dije que
ojalá te murieras, a mi tierna edad de 16 años, estaba llena de tanto dolor y
rabia que todo saltó de mi boca como la erupción de un volcán, que una vez que
comienza no puede contenerse. Tan solo quería decir cualquier cosa que te
lastimara para yo poder sentirme mejor conmigo misma. No funcionó. Cuando vi el
dolor mezclado con sorpresa y desconcierto en tu rostro, me sentí muy
avergonzada. Pero era muy orgullosa (o, mejor dicho, estaba muy aterrada) como
para admitir mi crimen.
Luego moriste antes de que
tuviera la oportunidad de decirte que lamentaba haberte lastimado. Si tan solo
pudiera haber sentido que me querías. Pero yo estaba demasiado enredada en mi
narrativa.
Al analizar el pasado con
una nueva perspectiva de nuestra vida juntos, reconozco ahora que era demasiado
joven, demasiado ensimismada como para notar que tú estabas luchando por
sobrevivir tu propia vida traumática y devastadora. Los recuerdos te perseguían
a cada segundo, dado que sobreviviste al Holocausto. No podía comenzar a
entender el dolor que sufriste, tu lucha con el trastorno de estrés
postraumático, tu propia incapacidad de comunicar tus necesidades. Y aún así, a
pesar de todo lo que sufriste, decidiste pasar cada día de tu vida adulta en un
país cuyo idioma difícilmente podías hablar, que no habías estudiado; y a pesar
de todas las dificultades, hallaste la manera de sustentar a tu familia. Nos
amaste como mejor pudiste, de la mejor manera que conocías y con los recursos
que tenías.
Hiciste lo mejor que pudiste
con tu corazón roto, hasta que tu corazón roto misericordiosamente te liberó de
tu cuerpo, de tu vida quebrada.
Y ahora, después de todos
estos años, finalmente te libero a ti y a mí de una vieja narrativa que también
estaba quebrada.
Ahora, yo también soy
liberada. Reconozco que solo yo puedo hacerme feliz. Solo yo puedo llenar mi
propio vacío. Solo yo puedo facultarme para vivir una historia de amor, dicha,
abundancia y fortaleza.
Hiciste lo mejor que
pudiste.
Papá, ahora te pido perdón.
Por favor, perdóname por haberte lastimado. Por favor, perdóname por dudar de
ti y de la Luz que siempre fui, soy y seré amada, valorada y atesorada por el
alma inmortal que soy.
Que tú y yo finalmente
descansemos en paz.
Te amo, papá.
Feliz Día del Padre
No hay comentarios:
Publicar un comentario