por cristinalaird
En las lejanas montañas que rodean una pequeña
aldea cuyo nombre quedó olvidado, donde el bambú se balancea en armonía con el
viento, un anciano sabio reunió a los aldeanos para compartir una historia
sobre los tiempos cambiantes. Habló del Dragón de la Transformación,
cuyo nombre era Plutón, que se aventuraba en
el Reino de Acuario, el Portador de Agua y
el Guardián de la Mente Colectiva. La voz del anciano
fluía como el arroyo que alimentaba los arrozales de los valles, llena de
sabiduría y de parábolas para quienes desearan escuchar.
El anciano dijo: «En los días por venir, el Dragón de la
Transformación despertará los vientos que agitan los corazones de todos. Este Dragón ha dejado los bosques de Capricornio, donde reformó las estructuras del poder, y puso en evidencia, la oscuridad que se escondía de muchas de ellas y ahora se eleva hacia los vastos cielos abiertos de Acuario, buscando no a unos pocos, sino a los muchos. En su aliento yace tanto la destrucción como el renacimiento, y soplará sobre el Árbol de la Unidad, el antiguo árbol bajo el cual todos los seres se congregaban al que ahora les cuesta acudir.»El anciano contó la historia de una bandada de gorriones que, durante muchos años,
seguía el mismo camino a través del cielo. Volaban juntos por costumbre, uno
detrás del otro, sin cuestionarse, sin buscar otro rumbo. Pero cuando la sombra
del Dragón pasó sobre ellos, el aire cambió. Los gorriones encontraron que sus
alas ya no latían al mismo ritmo de antes. Algunos deseaban volar a nuevas
tierras, mientras que otros temían lo desconocido. Surgió una gran tormenta entre ellos—una tormenta no de viento y
lluvia, sino de ideas y deseos. Cada canto de gorrión se volvió más fuerte,
cada voz insistiendo en su propia verdad. Y así, los viejos patrones de su
vuelo se disolvieron.
El anciano hizo una pausa, y luego habló del Fabricante de Faroles, un humilde artesano que vivía en
una aldea distante. Pasaba sus días haciendo faroles para aquellos que viajaban
a través de la oscuridad. La gente amaba su trabajo, porque cada farol era
único, iluminando su camino en la noche. Cuando el Dragón entró en Acuario, el
Fabricante de Faroles vio cómo el mundo cambiaba a su alrededor—la gente ya no
buscaba sus faroles, pues habían descubierto una nueva luz: una luz que nacía
de la unión de sus propias manos y mentes, una luz que no requería aceite ni
mecha, sino que nacía de su ingenio colectivo.
El anciano explicó que Plutón en Acuario trae el poder de los muchos y desafía las viejas formas.
Los faroles de ayer, una vez apreciados, podrían ya no tener el mismo valor. En
cambio, la gente aprendería a crear su propia luz, juntos. Pero esta nueva luz,
nacida de su esfuerzo colectivo, también contenía un peligro: una luz tan poderosa que podría cegar, si caía
en manos de quienes buscaban el control. El Fabricante de Faroles se
dio cuenta de que su oficio no estaba obsoleto, sino que necesitaba transformarse.
Comenzó a enseñar a los aldeanos cómo usar su luz sabiamente, cómo asegurarse
de que calentara sin quemar, cómo revelarla sin cegar.
«El Dragón», dijo el anciano, «pondrá a prueba el
corazón de la humanidad. Traerá maravillas, tecnologías que conectan cada
mente, ideas que prometen libertad, pero que podrían encadenar si no se manejan
con cuidado. Así como los gorriones tuvieron
que aprender a volar libremente pero juntos, la humanidad debe aprender el
equilibrio entre la libertad individual y
la responsabilidad colectiva. Cada uno debe convertirse en
portador de su propio farol, pero también en guardián de la luz para los
demás.»
Los aldeanos escuchaban, imaginando los años
venideros: la desintegración de las viejas torres, donde unos pocos gobernaban
desde arriba, y la construcción de puentes que conectaban a cada alma con otra.
El anciano sonrió suavemente y continuó: «Habrá quienes se resistan, quienes
deseen los antiguos modos donde el poder residía en manos de unos pocos. Y
habrá quienes busquen romper todos los lazos, ser libres sin considerar a los
demás. Pero el verdadero camino a seguir es como el bosque de bambú—cada tallo
erguido, pero doblándose juntos en el viento, arraigados a la tierra que los
nutre a todos.»
El anciano terminó con una última parábola:
«Cuidado con la ilusión del poder. El Dragón en
Acuario puede traer una tormenta, una tormenta de ideas, de nuevas formas de
vivir, de rebelión contra lo que ya no sirve. Pero el verdadero poder no está
en la tormenta en sí, ni en la fuerza de sus vientos. El verdadero poder está
en el centro tranquilo, el espacio donde la verdad de cada
persona puede ser escuchada, donde cada gorrión encuentra su propio camino en
el cielo, pero ninguno vuela solo.»
Mientras la voz del anciano se desvanecía, los
aldeanos inclinaron sus cabezas, comprendiendo que los próximos veinte años
traerían tanto desafíos como oportunidades. Necesitarían encontrar nuevas formas de
ser, de conectar, y de compartir el poder.
Y, sobre todo, tendrían que recordar que, como el bambú, su fortaleza no residía en la resistencia, sino
en la Adaptabilidad y la Unidad.
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