Si, tal y como está escrito en la Biblia, “en Dios vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser” es evidente que Dios no puede ser como nosotros aunque tenga los más maravillosos poderes. Teniendo en cuenta el axioma hermético que dice que “como es arriba es abajo”, veamos cómo aplicamos eso a la relación entre nosotros y Dios creador y Padre nuestro. Sabemos que fuimos creados a imagen y semejanza Suya pero ¿en qué somos iguales y en qué nos diferenciamos?
Nosotros tenemos (no somos) un cuerpo físico que es el vehículo del Espíritu a través del cual se expresa; Dios tiene un cuerpo físico universal que es su manifestación
física a través de la cual expresa su creación y Su Plan evolutivo para nosotros. Nosotros tenemos un cuerpo vital o etérico que compenetra la materia física dándola vida y haciendo que todo el organismo funcione; Dios da o expresa Su vida en ese universo para que nazca, crezca, evolucione y en su momento se desintegre. Nosotros tenemos un cuerpo de deseos sin el cual no habría incentivo para la acción ni habría sentimientos ni emociones; Dios manifiesta en Su creación lo mismo y es de ahí (como de todo lo demás) de donde se forma el nuestro que debemos llevar a la perfección. Nosotros tenemos una mente con la que razonamos y creamos; Dios también la tiene pero perfecta de acuerdo a Su evolución como nosotros también debemos perfeccionarla hasta el máximo grado de acuerdo a lo que somos. Nosotros somos un Espíritu que utiliza todo lo dicho hasta ahora para expresarse y experimentar en cada existencia o vida; Dios también lo es y utiliza todo eso en Su propio universo para llevar a cabo Su Plan evolutivo respecto a nosotros.Nuestro Espíritu está formado por tres aspectos o
poderes (una trinidad) que terminarán acumulando la quintaesencia de todas las
experiencias en toda nuestra evolución; Dios también es un Espíritu Triuno con
cuyos poderes crea, planifica y lleva a cabo Su Plan donde nosotros debemos
alcanzar la perfección para hacernos a Su imagen y semejanza. Nosotros antes de
renacer y ser una personalidad terrestre, somos Espíritu puro y estamos en los
mundos espirituales; Dios, antes de crear o manifestar Su Plan evolutivo para
nosotros y antes de crear Su universo, es solo Espíritu existente fuera de ese
universo. Nosotros estamos evolucionando gracias a cada renacimiento de donde
extraemos el fruto del cuerpo físico, etérico, de deseos y de la mente que han
tenido infinitas experiencias; Dios evoluciona a través de Sus creaciones o
universos donde Sus hijos experimentan y evolucionan terminando la evolución de
éstos también en Él. Nosotros asimilamos el fruto de cada renacimiento después
de cada muerte y desintegración del cuerpo físico y preparamos un nuevo
renacimiento o manifestación; Dios asimila lo mismo respecto a la manifestación
de Su universo y prepara una nueva manifestación universal después de tener una
noche de reabsorción y desintegración de todo lo que había creado.
Nosotros tenemos nuestro origen en Él como
Espíritus, Él también es un Espíritu y todos estamos evolucionando en ese Ser
Supremo comúnmente llamado TODO. Todo lo que vemos e incluso lo que no vemos,
todo lo manifestado o inmanifestado está en ese gran Ser Supremo y para
entenderlo voy a poner un ejemplo que nos ayudará (aunque solo sea un poco) a
comprender la inmensidad del asunto.
Nosotros somos un Espíritu creador y en cada
renacimiento creamos un cuerpo físico donde evolucionamos gracias a las
experiencias que en él tenemos; por tanto, hacemos una manifestación física.
Ahora imaginemos que el cuerpo físico tiene la misma función que el universo
creado por Dios donde hay millones de Espíritus (en nuestro caso son células)
evolucionando. Las células del riñón se encuentran en un mundo y las de los
otros órganos en otros, aunque también podríamos decir que las moléculas están
en una dimensión o que los átomos físicos están en otra. Durante toda la vida
que dure el cuerpo (como la creación universal de Dios) las células o las
moléculas evolucionan sin saber nada unas de otras ni de sus diferentes mundos.
Todas esas vidas, como nosotros, son parte de nuestra vida y todas esas
consciencia evolucionantes son parte de nuestra consciencia, por lo tanto, lo
mismo que dice la Biblia respecto a nosotros de que “estamos” y “vivimos en
Dios”, también se puede aplicar a esas células y moléculas respecto a nosotros;
es decir, “en nosotros viven, se mueven y tienen su ser”. Cuando nuestra vida
física o Plan evolutivo se acabe, la materia se desintegrara y volverá a su
origen y las vidas evolucionantes (como nosotros en Dios) continuarán su
evolución en otra forma física.
La diferencia entre nuestro Dios y nosotros es
principalmente de grado de conciencia como lo es entre las consciencias de las
células de nuestro cuerpo y nuestra conciencia, pero ambos (Dios y nosotros)
estamos en ese TODO o ABSOLUTO del que nada se sabe. Todo, incluyendo las
creaciones de universos, galaxias, etc., está en la manifestación de lo
Absoluto que llamamos Ser Supremo. El grado de consciencia de nuestro Dios está
relacionado con ese Ser Supremo como nuestro grado de consciencia está relacionado
con la de Dios. Por lo tanto, cuando alguien se refiere al todo (de donde surge
todo lo manifestado y donde está latente lo inmanifestado) como la nada, está
totalmente confundido porque de la nada no se puede extraer ni manifestar nada.
El esoterismo explica muy bien la relación entre Dios y nosotros dentro del
Plan evolutivo que Él tiene, pero no sabe apenas nada sobre ese Ser Supremo y
ese Absoluto. Solo se puede decir que es la Única Causa, que fuera de Él o Ello
no hay nada, que es infinito en todos los sentidos, que está detrás de toda
manifestación en el cosmos, que en Él no existe el tiempo porque es eterno y
que no ha tenido principio y no puede tener fin.
La vida de la célula es parte de nuestra vida,
nuestra vida es parte de la de Dios, la de Dios es parte del Ser Supremo y todo
es parte de lo Absoluto. Dios es la esencia o poder que está detrás de todo lo
creado en el cosmos, sea físico, etérico, de partículas o subpartículas
etéricas, etc. La materia de nuestro mundo físico procede de la propia
naturaleza divina de Dios como las obras de Dios se manifiestan gracias a la
Esencia del Ser Supremo, pero todas las “materias”, sean más o menos densas o
sutiles, proceden de la mente universal de Dios o del Ser Supremo. Entre
nuestro mundo físico y el de Dios hay siete clases de materia de la más densa a
la más sutil pero, a su vez, las creaciones de Dios se encuentran en el mundo
más denso de los siete manifestados por ese Ser Supremo, por consiguiente, el
origen de esas “materias” es totalmente desconocido incluso para las entidades
más avanzadas de nuestra humanidad.
Si nuestra ciencia dice que se considera materia
física hasta el átomo ¿qué son, pues, las materias de esos mundos de Dios y de
todo lo demás hasta llegar a lo Absoluto? y si nuestro mundo físico ha sido
formado y planificado como todo el universo por la mente de Dios ¿cuál es el
origen de dicha materia? Si yo creo mentalmente un aparato original y luego lo
construyo físicamente, ¿cuál es el origen de dicho aparato? Pues la mente. Así
es como crea nuestro Dios este esquema de siete mundos donde nosotros evolucionamos.
Primero lo crea mentalmente y luego lo crea con diferentes grados de densidad
de materia de la física a la más sutil. Pero la voluntad de Dios está por
encima de Su mente como está la nuestra por encima de nuestra mente, así que si
no hay voluntad divina (de Dios) no puede haber creación como en nosotros si no
hay buena voluntad no podemos hacer cosas buenas ni construir nada. Y si eso es
lo que va ocurriendo según “ascendemos” por esos mundos tan sutiles hasta
llegar a lo Absoluto ¿Qué es y qué somos en realidad? Lo llamemos vida,
conciencia, espíritu, energía o como queramos, solo sabemos que por encima de
ese Origen o Absoluto no hay nada y que si nuestra naturaleza espiritual
procede de ese Absoluto (aunque hayamos sido creados por Dios) nosotros debemos
tener latente en nuestro Espíritu algo o todo de Él o Ello; otra cosa es cuándo
alcanzaremos su nivel o cuándo nos reintegraremos en Él.
Y mientras tanto, las personas que no conocen las
Enseñanzas Ocultas e incluso muchos de los que las conocen, solo se preocupan
del placer, de lo material, de la vida y de la muerte, etc. Somos,
aparentemente, una cosa insignificante como lo son para nosotros mismos las
células de nuestro cuerpo, pero lo mismo que nosotros no podríamos existir aquí
en la Tierra sin un cuerpo físico lleno de células, así Dios (dentro de Su
esquema evolutivo) no podría hacer creaciones sin las oleadas de vida que crea
y que luego se convierten en Sus Jerarquías y colaboradores. Sin embargo, si
nosotros no nos esforzamos por desarrollar lo que latente e internamente somos,
poco progresaremos hacia Dios y posiblemente nos veamos perdidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario