Emociones.
Son el sello de ser humanos (y, tal y como sugieren estudios recientes,
¡también podrían estar presentes en otras especies!). Estamos conectados unos
con otros mediante nuestras experiencias de tristeza, felicidad, entusiasmo,
miedo y otros sentimientos sutiles. Sin embargo, a lo largo de los siglos, los desencadenantes
de nuestras emociones han cambiado considerablemente.
Por ejemplo, digamos que viviste en el Paleolítico hace millones de años. Lo que podía causarte ansiedad o miedo
hace diez mil años no tenía nada que ver con el tráfico, la delincuencia en las calles o el flujo constante de noticias que nos aterrorizan. En aquel entonces, si buscabas frutos a orillas del río con tu hijo pequeño, no quitabas la mirada del arbusto en caso de que te observase un depredador.Y si de
pronto un leopardo se abalanzaba hacia a tu hijo, la respuesta de “lucha o
huida” (también conocida como respuesta de estrés agudo) se
activaba al instante. Tu ritmo cardíaco se aceleraba. La adrenalina y otras
hormonas inundaban tu organismo. El hígado liberaba glucosa, mejorando la
concentración y el tiempo de respuesta. Como resultado, habrías tomado una
serie de decisiones en fracciones de segundo sobre si huir o quedarte y luchar.
Y una vez pasada la amenaza, tu cuerpo volvía a la normalidad.
Hoy en día,
nuestras amenazas tienen más tamaños, formas y niveles de inmediatez. Las
complejidades de la vida a menudo se manifiestan en miedos y tensiones de goteo
lento. ¡Y aquí entra la ansiedad!
Un estudio
reciente de la Asociación Americana de Psicología señala que cerca del 80 % de
las personas declaran sentir algún nivel de ansiedad. ¿Y de dónde proviene? De
casi todas partes. Rumiamos decisiones. Nos preocupamos por nuestros hijos. Nos
agobiamos por algo que hicimos o dejamos de hacer o decir. Y aunque nos
deleitemos con nuestras libertades, he de informarte: ¡tener demasiadas
opciones SÍ que nos afecta! (Piensa en opciones de streaming,
marcas de cereales e incluso opciones de candidatos en las aplicaciones de
citas). El psiquiatra Zbigniew Lipowski llama a la afluencia de opciones un
“auténtico círculo vicioso” de ansiedad porque, aun después de elegir, ¡nos
quedamos con la duda de si habremos elegido bien!
Si a esto
añadimos esas amenazas invisibles que aparecen en los titulares diarios, desde
terroristas a catástrofes ecológicas y disturbios sociales, ¡no vemos los miles
de millones de cosas positivas que ocurren a cada momento de cada día! No es de
extrañar que imaginemos resultados terribles y luego los rumiemos.
Entonces, en
lugar de esa reacción instantánea de lucha o huida con todo nuestro cuerpo,
experimentamos los efectos menos intensos pero más sostenidos de la disonancia
interna. A veces, la ansiedad se manifiesta como ese ligero tirón que
intentamos ignorar, pero que sigue tirando detrás de cada uno de nuestros
pensamientos. Otras veces, llega como un tornado, lo bastante vertiginoso como
para dejar de lado nuestra capacidad de funcionar de forma productiva.
Podríamos perder el sueño, comer en exceso o recurrir al escapismo a través de
sustancias u otras adicciones.
Nuestro
cuerpo también lo sentirá, ya que podría manifestarse en problemas digestivos,
dolores de cabeza o afecciones más graves. (Nota: si tú o un ser querido
experimentan ansiedad que se manifiesta en síntomas potencialmente
perjudiciales, acudan a un profesional médico). En otras palabras, ignorar
nuestra ansiedad puede, con el tiempo, repercutir negativamente en todos los
aspectos de nuestra vida.
Pero la
ansiedad, al igual que otras emociones, también puede ser una valiosa llamada
de atención a nuestra alma, que nos indica que hay algo que debemos abordar,
cambiar o soltar.
La Kabbalah
enseña que las emociones son algunos de nuestros mensajeros más fiables, ¡y
merecen toda nuestra atención! De hecho, si elegimos conscientemente
enfrentarnos a nuestras preocupaciones, tensiones y ansiedades y hacer los
cambios que nos piden, podremos experimentar un enorme crecimiento y
transformación.
¿El mayor
desafío? Las emociones no nos hablan con palabras. Y descifrar nuestros
sentimientos puede ser como traducir una lengua extranjera, a menos que estemos
dispuestos a esforzarnos de verdad. Tenemos que poner de nuestra parte para
entender nuestra ansiedad. La Dra. Alicia Clark, psicóloga y autora de Hack
Your Anxiety ["Vence tu ansiedad"], escribe: “Tomar
conciencia de nuestra ansiedad y nombrarla conscientemente es la forma en que
activamos nuestro pensamiento y asumimos el control sobre lo que hacemos con
ella”.
He aquí
algunas formas de iniciar ese proceso:
Escribir en
un diario. Permítete expresar lo que te preocupa, ¡y ve si puedes escribir
hasta hallar la respuesta!
Medita. A
veces el camino a una respuesta es tan simple como despejar el ruido lo
suficiente como para que puedas “escucharla”.
Practica la
autoconversación. Ten una conversación contigo mismo (espejo opcional).
Tan solo exprésate: ¿Qué hay en el fondo de este sentimiento de ansiedad? Sé
amable contigo mismo, ¡y puede que la persona del espejo te diga algo nuevo!
Da un paseo
o practica una actividad contemplativa. A veces, incluso excavar en el
jardín puede ayudar a desentrañar partes de nosotros mismos que hemos mantenido
bajo la superficie.
Una vez que
las respuestas empiecen a manifestarse, el siguiente paso requiere valor. El
cambio puede dar miedo y, la verdad, es posible que cometamos errores o
tengamos contratiempos a lo largo del camino. Así es como crecemos. Pero,
independientemente de las historias que te hayas repetido en tu mente, este es
el momento de enfrentarte a ellas, de creer en ti mismo por encima de todo y…
¡Comprométete
a pasar a la acción!
¿Tu “voz en
off” te está diciendo que empieces a buscar un nuevo empleo? ¿Programar una
conversación íntima para aclarar las cosas con un amigo? ¿Hay alguna tarea
pendiente que te esté agobiando? Sea lo que fuere, presta atención a la llamada
a la acción y establece un rumbo específico y determinado para abordar
el origen de la ansiedad.
¡Sé
persistente (no inflexible) y decídete a resolver! Recuerda que un cambio
tangible requiere energía desde dentro hacia fuera. Mi esposo, el kabbalista
Michael Berg, comparte que la forma en que PENSAMOS sobre las cosas determinará
“cómo vamos a expandir las fronteras de la Luz o expandir las fronteras de la
oscuridad”. Podemos dejar que nuestra ansiedad se agudice, ¡o podemos
enfrentarla, saludarla y dejar que nos lleve hacia delante y hacia arriba!
Con una
mente tan clara como un glorioso día de verano recogiendo frutos junto al río.
No hay comentarios:
Publicar un comentario