Este astro es a la vez Espíritu y Materia es un perenne manantial de vida, que, como la luz, emana de él sin cesar. Como “dador de vida” que es, conserva y sustenta todas las criaturas y es el corazón de todo el sistema solar. Es asimismo fuente de calor y electricidad.
Pero el sol que nosotros vemos, estrella central de
nuestro sistema, es sólo una reflexión, sombra o cáscara del verdadero sol
central espiritual. Esta reflexión, como una cosa concreta exterior, es un
Kâma-rûpa, pues todos los soles forman el Kâma-rûpa del Kosmos.
Para su propio sistema, el Sol es Buddhi, por ser la reflexión y el vehículo del verdadero Sol, que es Âtmâ,
invisible en este plano. En esta reflexión están todas las fuerzas Foháticas. En todas las religiones populares exotéricas, el Sol ha tenido un aspecto dual, que fue antropomorfizado por los profanos; así, el Sol era Osiris-Tifon, Ormuzd-Ahrimán, Bel Júpiter y Baal, el luminar dador de la vida y de la muerte, y así, un mismo pilar, monolito, pirámide, torre o templo, originariamente erigido para glorificar el primer principio o aspecto, andando el tiempo le vemos convertirse en templo de un ídolo, o lo que es aun peor, en fálico emblema en su forma más grosera y brutal.El Lingam de los indos tiene su significado
espiritual y altamente filosófico, mientras que los misioneros no ven en él más
que un “emblema indecente”.
El Sol es emblema de la bienhechora divinidad que
da la vida; es la manifestación exterior del séptimo Principio de nuestro
sistema planetario. Jehovah es el Sol, y por lo tanto, lo es también el Cristo
de la Iglesia romana. Por más que los cristianos califican de idolatría el
culto del sol, su religión se halla enteramente basada en el culto solar y
lunar.
El jesuíta Cornelio de Lápide, en su Sermon sur la
Sainte Vièrge, pone en boca de San Bernardo las siguientes palabras dirigidas a
la Virgen María: “El Sol-Cristo vive en ti, y tú vives en él”.
En todo el Egipto el Sol era el símbolo divino por
excelencia, y su luz era considerada como la manifestación visible y material
de Dios. Osiris es llamado Alma del Sol; la luz solar era, pues, el cuerpo, es
decir, la manifestación sensible de la Divinidad.
El Sol era personificado de un modo general por el
dios Ra; el Sol naciente, por Horus, y el Sol poniente, por Toum (o Tum).
Algunas divinidades secundarias simbolizaban otros
aspectos del astro.
H. P. Blavatsky
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