En Su nombre vivimos, en Su templo vivimos;
en Él verdaderamente vivimos hasta que Él abre Su ojo en nosotros.
En Su nombre Él vive, en Su templo Él vive;
En Él verdaderamente vive, mientras abre Su ojo en nosotros.
Mientras tanto, esperemos,
busquémoslo a Él en lugar de vernos los unos a los otros.
Llamémoslo a Él en todos para encontrar a todos en Él,
para hacer de la vida un Festival de la Carroza
y no un festival de guerra.
en Él verdaderamente vivimos hasta que Él abre Su ojo en nosotros.
En Su nombre Él vive, en Su templo Él vive;
En Él verdaderamente vive, mientras abre Su ojo en nosotros.
Mientras tanto, esperemos,
busquémoslo a Él en lugar de vernos los unos a los otros.
Llamémoslo a Él en todos para encontrar a todos en Él,
para hacer de la vida un Festival de la Carroza
y no un festival de guerra.
Esta es la meditación más maravillosa en la que uno pueda pensar jamás. Es el mensaje supremo de Krishna el Señor compuesto en una meditación. Esta meditación confiere la plenitud al discípulo y lo transforma en Él.
“En Su nombre vivimos, en Su templo vivimos.” El templo es el cuerpo humano. Vivimos en él. Todo lo que constituye la creación y el cuerpo proviene de lo Divino. La vida, la conciencia, la voluntad, el amor, la luz, la mente, los cinco sentidos y los cinco elementos relativos al cuerpo y a la creación provienen de lo Divino solamente.
A menudo decimos: “Mi cuerpo, mi mente, mi vida, mi inteligencia.” Nada de todo esto es fabricación nuestra. Sólo lo usamos. Del mismo modo en que el hijo de un hombre rico usa la propiedad de su padre, todos usamos la propiedad del Padre como si fuera nuestra. Cuando el hijo usa la propiedad del padre, el padre no tiene objeción. Incluso le diría a su hijo que él desarrolló toda la propiedad sólo para que la disfrute su hijo. Pero nos acostumbramos a usar la propiedad y empezamos a sentir que es nuestra. Nada relacionado con nuestro cuerpo es nuestro. Todo se nos es dado y, por lo tanto, puede ser retirado a lo largo del tiempo. Sólo la experiencia queda con nosotros.
“En Su nombre vivimos.” El nombre de Dios es Yo Soy. También, cada uno de nosotros dice: “Yo soy”. Usamos Su nombre y creemos que es el nuestro. Vivimos en Su templo y sentimos que es nuestro. Somos personas olvidadizas. Mientras que nuestra misma condición de estar vivos no nos pertenece, sentimos que vivimos. Si la decisión de vivir fuese nuestra, viviríamos en nuestro cuerpo por el tiempo que quisiéramos. De hecho, Él es el Original y nosotros somos Sus reflejos. Cuando el Original decide vivir en un cuerpo, nosotros, los reflejos, también vivimos en el cuerpo. Cuando el Original decide retirarse del cuerpo, también se retira el reflejo. Somos sólo Sus reflejos. Él es el Original. Se refleja en muchos cuerpos, de muchas maneras. Debes saber que los reflejos no tienen existencia independiente y también que nuestra existencia es verdaderamente Su existencia.
Sólo hasta que Él abre su ojo en nosotros es que vivimos en la ilusión de nuestro nombre, nuestra forma y nuestra vida. Una vez que Él abre su ojo en nosotros, nos damos cuenta de que Él vive en Su nombre. Vive en Su templo. Y en Él vive Él verdaderamente. Cuando el Señor abre Su ojo en nosotros, no hay más ilusión, no hay más reflejo. Entonces se realiza la Verdad. El fantasma del ser se disuelve en el Ser. El fantasma es la falsa identidad. Desarrolla una personalidad falsa. No tiene existencia. Es un mero reflejo.
Hasta que esta realización suceda, ¿qué hacemos? Hasta que la ilusión se desprenda de nosotros por la Gracia del Señor, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos sufrir la ilusión, la ignorancia y el dolor correspondiente? No necesariamente. Podemos tratar siempre de verlo a Él cuando nos miramos entre nosotros. También escuchémoslo a Él cuando nos escuchamos entre nosotros. Éste es un juego alegre y estamos destinados a fracasar una y otra vez. Pero no importa. Sigamos tratando de verlo y escucharlo a Él cuando nos vemos y escuchamos entre nosotros. Así la vida se convierte en un movimiento alegre, un movimiento festivo como en un festival de carrozas. De lo contrario, la vida se torna un festival bélico.
Se nos aconseja en la meditación que esperemos. La espera es una cualidad que es muy importante para el discipulado. La habilidad de esperar está ligada a la habilidad de recibir. En la vida, hay una dimensión de recepción. La vida ofrece a lo largo del tiempo, y nosotros recibimos. Las personas que no pueden esperar se pierden de recibir lo que ofrece la vida. Después de cada acto, debe haber una espera antes de volver a actuar. Esta capacidad de esperar es una pausa que otorga equilibrio. El equilibrio permite recibir. El movimiento y el equilibrio son las dos alas de una vida rítmica. El equilibrio viene a través de la pausa.
NAMASKARAM MASTER CVV
Namaskar
G S
Mil gracias por enviar estos correos tan interesantes y algunos tan inspiradores....
ResponderEliminarbesos
janet