Hay momentos en la vida que, debido a una especial percepción, puedes ver lo que antes no veías. Y esto sucede cuando por algún motivo tu mente descansa y deja de emitir pensamientos.
Creo que todos hemos tenido momentos así. A
veces nos damos cuenta, a veces pasan casi desapercibidos. Es parte de la
experiencia humana cuando aparentemente algo nos atrae de tal manera que nos
quedamos tan inmersos en la percepción que no emitimos pensamientos.
Estando en el centro de Australia, en una planicie muy extensa, en donde se yergue Urulú, la montaña sagrada de sus aborígenes, tuve uno de esos momentos. Me subí en una roca que se elevaba apenas unos
centímetros del piso. Esto me permitió poder observar el horizonte 360 grados a la redonda. Me impactó. Quedé absorta. Y le dije a mi compañera de viaje algo casi absurdo. Le dije: “el cielo es la tierra”. Por un instante pude percibir el globo en el que habitamos y su techo azul, y vivir la experiencia de estar en el cosmos dentro de ese globo azul llamado Tierra. Desde entonces al mirar el cielo azul, veo el planeta azul donde habito en el majestuoso espacio del Universo.Navegando en el caudaloso Orinoco y su
fuerte corriente sentí como este río era el reflejo de una corriente que
atravesaba el cosmos, y sin que medie pensamiento alguno, me sentí navegando
entre estrellas y soles. Fue un instante al que le siguió toda una reflexión y
un deseo de entender más de la creación. Mi mente, siempre activa, se metió y
quiso comprender, iniciando la producción de pensamientos y la formación de la
bruma.
Siempre he pensado que el camino espiritual
se recorre quitando y no añadiendo. Cuando por un instante dejas de emitir
pensamientos sucede el milagro y aparece esa otra realidad que conmueve tu
corazón y te das cuenta que lo que borraste fueron tus patrones mentales,
entonces te ves, te percibes como lo que eres, una conciencia entretejida en un
mundo de frecuencias infinitas que fluyen acompasadas en un orden perfecto y
divino.
En mi primer contacto con el Lago Titicaca
apenas tenía 22 años, sin embargo, recuerdo el impacto que me produjo el
altiplano, el lago que parece un mar y hace horizonte y las nubes casi rosando
el suelo debido a la altura del altiplano (4000 metros). Miré a mi compañera de
viaje y le dije: Éste es un lugar sagrado… Fue un instante de profunda comunión
con lo que me rodeaba que marcó mi vida. Era la primera vez que sentía algo
así. Y desde ese momento se inició una búsqueda de ese algo que se asoma cuando,
por algún motivo, uno se abre, sin pensamientos, y siente la vida que le rodea.
La mente es una buena guía en el sendero
espiritual, pero no es el sendero espiritual. Es aquello que te conduce a
buscar lo trascendente, pero no confundamos la mente con la conciencia. La
mente es un principio reflector. La conciencia es la cualidad de la vida en el
Universo. Es el Hijo Divino de la Sagrada Trinidad. Todos nosotros somos parte
de esa gran conciencia que le da significado a la vida, ese algo maravilloso
que nos permite la percepción. Y la mente es la que forma pensamientos de lo
percibido siempre añadiendo algo del contenido de su memoria. El trabajo está
en lograr que la mente sea como un cristal transparente, que pueda ver lo
divino, lo eterno, sin distorsión.
Los animales, las plantas, las piedras no
tienen mente. Ellos viven en su realidad sin distorsión posible. Ese empeño que
tenemos de creer que solo los que tienen intelecto pueden comunicarse nos ha
alejado de la comunicación con la naturaleza. La vida habla a través de todas
sus formas.
La admiración que surge cuando puedes ver
en un rayo de luz algo especial, te revela la presencia de un mundo que palpita
oculto de la percepción humana y su constante creación de formas
mentales.
Te invito a que recuerdes uno de esos
momentos en tu vida y lo revivas. Te invito a que mirando el cielo puedas
diluirte en él sin pensamientos. Suéltate y déjate simplemente ser y que tus
ojos sean la puerta abierta a ese otro mundo de frecuencias infinitas, que es
divino, que es eterno.
Y en esa red de vida que todo lo envuelve,
en esa gran conciencia que nos contiene, tú y yo somos uno.
Desde las profundidades del alma,
Carmen Santiago – fdnpcaracas@yahoo.es
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