Un
aspirante se presentó ante el maestro y le pidió instrucciones para avanzar en
el camino de la sabiduría.
– Acompáñame al río. –
pidió el maestro.
Al llegar al caudaloso
río, el sabio tomó de la mano al muchacho y ambos se metieron en el agua.
Cuando se habían apartado lo suficiente de la orilla, el maestro tomó al
aspirante de su cabellera y lo sumergió con fuerza durante varios minutos.
El joven trataba de
salir a la superficie con desesperación, pero el maestro era muy fuerte y todos
los intentos por escaparse de sus fuertes brazos eran vanos.
Finalmente, el maestro
soltó al aspirante y éste sacó su cabeza del agua para volver a respirar el
aire fresco.
Minutos más tarde, en
la orilla, el maestro le preguntó al joven: “Cuando tu cabeza estaba bajo
el agua, ¿qué era lo que más deseabas con todas tus fuerzas?”.
– ¡Respirar!
– ¿Acaso no
anhelabas salud, reconocimiento, paz, poder, amor, conocimiento o diversión?
– No, lo único que yo
quería era volver a respirar.
– Magnífico. Cuando
tengas ese mismo anhelo por la Sabiduría, cuando se convierta en el
propósito único de tu existencia, cuando todas tus acciones queden subordinadas
a ella, finalmente alcanzarás la Sabiduría.
Fuente: Phileas del
Montesexto
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