Todos somos autoconscientes. Decimos: yo soy, y
sabemos que existimos. Sin embargo, el discernimiento, que es la flor de la
autoconciencia, no es tan fácil de encontrar. El discernimiento nos permite
diferenciar lo verdadero de lo falso, lo esencial de lo no esencial y nos
protege de ser manejados y reglamentados por mentes poderosas. Nos permite
tener criterio propio y ser libres en nuestro pensar.
Según el Maestro D.K. las tres etapas del proceso
de desenvolvimiento de la conciencia humana son:
La Conciencia de la Personalidad. Es la
primera en manifestarse. Nos amamos.
La Conciencia Grupal. Es la segunda en
manifestarse; es la conciencia del alma. Amamos a los demás.
La Conciencia Divina. Es la tercera en
manifestarse, es la conciencia del Espíritu. Lo amamos todo, amamos a Dios.
Para poder desarrollar la conciencia grupal tenemos
que desarrollar la personal y su correspondiente discernimiento.
Hoy en día encontramos una tendencia muy
peligrosa que trata de anular el poder de discernir de los ciudadanos. Basta
ver por la televisión y las redes cómo se aplauden los falsos valores y se
logra, a través de la repetición y de una cantidad de técnicas de manejo de la
psiquis humana, que la gente acepte algo tan carente de lógica como por
ejemplo: que la felicidad se puede comprar; que se vive mejor con Coca
Cola; que uno es lo que tiene y no lo que es; que el amor es sexo, y que
podemos solucionar los conflictos humanos matándonos los unos a los otros...
Sí, la falta de discernimiento es el problema más
urgente a superar porque nuestras democracias han caído en la trampa de aquello
que combatieron como el peor de los males del comunismo, el adoctrinamiento
de sus ciudadanos.
La pregunta que nos tenemos que hacer es ¿tengo
opinión propia o mi opinión está formada en los laboratorios de control mental
y las empresas de comunicación? ¿Hasta que punto se está manejando el miedo
para que los humanos aplaudan lo que en un momento de serenidad condenarían?
¿Cuáles son los verdaderos valores humanos y cuáles son los inventados por una
maquinaria que nos convierte en consumidores? ¿Cuáles son las verdaderas
necesidades humanas?
Tenemos que pensar, reflexionar, darnos
cuenta... En el jardín de la autoconciencia tiene que crecer su más
bella flor: “el discernimiento”, de manera que podamos descubrirnos como
humanos porque la conciencia verdaderamente humana es la conciencia
del alma. Allí encontraremos el significado de la existencia que
está perdida entre tanta acumulación de cosas innecesarias.
La conciencia del alma es la conciencia del
“nosotros”. Su amor es impersonal, estable, sin egoísmos. Es el amor que el
Cristo nos enseñó y que nos cuesta aprender. Es el paso inmediato que, como
humanidad, tenemos que dar. En la conciencia grupal aflora el amor. La paz es
la consecuencia de amar al prójimo sobre todas las cosas y no de ganar una
guerra.
En el desarrollo de la autoconciencia aprendimos a
amarnos a nosotros mismos, ahora toca amar a los demás.
Los tiempos nos piden con urgencia el desarrollo de
la conciencia colectiva. Y es tan dramática su petición que nuestra propia
supervivencia como especie, depende de este desarrollo. Nos hemos convertido en
niños muy peligrosos con juguetes que tienen la capacidad de volarnos en mil
pedazos y dañar el único ecosistema que tenemos para vivir, la Tierra.
Mientras tengamos guerras estamos declarando
nuestra falta de humanidad.
Convertirnos en seres humanos, ése es el reto. Y
para ello es necesario desarrollar el discernimiento para poder pasar del yo al
nosotros; de la competencia a la cooperación; del yo gano y tu pierdes, a los
dos ganamos; de la supervivencia del más apto, al más apto cuidando al menos
apto. De manera que todos podamos tener acceso a la educación, la salud, la
vivienda, la comida y el desarrollo espiritual.
Que tu bienestar y tu modo de vida no dependa del
hambre de otros.
Hagamos florecer el discernimiento y descubramos
juntos la gloria de vivir en la conciencia del alma.
Es mi deseo sincero para ti.
Carmen Santiago –
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