Reducir las expectativas y lo que exigimos de los demás no nos deja caer en depresión.
La felicidad genuina es no querer ser feliz. Es no desear
algo diferente. Es la satisfacción de no tener trabas, engaños, dependencias,
no necesitar.
La satisfacción, como felicidad, es estar en completa paz
con uno mismo, con la realidad, pensando que puede mejorar y dando lo mejor de nosotros
mismos.
Cuando se quitan los velos del ego y las máscaras, no carcome
lo que se ha hecho en el pasado y no nos juzgamos.
Cuando estamos en paz con quien fuimos en el pasado, nos produce cierto bienestar, cuando reducimos el egocentrismo, cuando
comprendemos quienes somos hay un nivel de felicidad, hay un nivel de plenitud y satisfacción. Cuando verdaderamente comprendemos quienes somos y no hay ese vacío existencial, llegamos a un nuevo nivel de satisfacción, de felicidad.Cuando no llegamos a estos estados buscamos algo que nos compense,
distraernos, divertimos con algo, sentir la adrenalina de los deportes extremos,
gratificación de los sentidos, sentir las alabanzas y reconocimiento de alguien
y esto sucede porque no estamos satisfechos con quienes somos, dejándonos más
pobres.
Estas cosas no nos defines y por ende no nos hacen felices.
Ahora, nos venden que la felicidad es el producto de una
conquista. Son picos de excitación, pero no es la felicidad, es una breve
distracción de nuestro estado de miseria.
Entonces, estamos dado nuestro mejor intento de recuperar
ese estado base de la mente prístina abriendo nuevos horizontes de plenitud y
satisfacción, o sea, felicidad.
Comentarios del Lama Rinchen
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