Reflexionando sobre situaciones de la vida, vino a mi mente una imagen que bien pudo salir de mi propia imaginación o ser la proyección de una conciencia superior que quiso darme una enseñanza. Vi a mi Maestro, a las orillas de un hermoso río – ofrecerme – como respuesta a mis interrogantes, un canto rodado, una de esas piedras de superficies muy lisas que se encuentran en los ríos. Al tomarla en mis manos sentí su suavidad, su redondez y entendí su enseñanza que se desplegó en mi conciencia y me dejó lo que ahora quiero compartir con todos ustedes.
El
río es la imagen de la vida. En la corriente que fluye percibimos la existencia
del río, pero en realidad el río es el equilibrio del agua que entra y el agua
que sale. Si no le entra agua se seca y
si la corriente se detiene y no desemboca en el mar se pudre. Así mismo es con
la vida.
Comprendí
que la clave de la vida es el fluir, el dejar pasar, el aceptar lo que la vida
te ofrece sin resistencia. Es vivir con
las manos abiertas para dar y recibir sin retener. Y entonces la vida se convierte en una danza,
como la de los ríos que reciben el agua de los manantiales y la entregan al
mar. El canto rodado que me ofrecía el Maestro me hablaba de cómo el agua, en
su fluir, va puliendo las rocas y les va quitando todas sus asperezas. De la
misma manera las asperezas de la vida se van disolviendo, se van borrando
cuando aceptamos los sucesos que llegan a nuestra vida y respondemos con amor y
perdón, cuando no nos aferramos a nada, cuando no detenemos el fluir de las
cosas con nuestras creencias o apegos, cuando podemos fluir libres, en el libre
fluir de la vida.
Los
ríos marcan un trazado sobre la superficie de la Tierra. Hace un tiempo tuve la
oportunidad de navegar en el majestuoso Orinoco. Todavía recuerdo su rugir, su
fuerza, su gran caudal. De un lado Venezuela, del otro Colombia. Recuerdo que
tuve la impresión que los grandes ríos son el reflejo holográfico de rutas
cósmicas trazadas por los dioses. Llovía, un arcoíris nos acompañó un largo
trecho. Era todo tan mágico y maravilloso que pensar en otra cosa que no fuera
la magia era imposible.
La
vida, como el río, también tiene un trazado, un plan. El alma que encarna lo
hace con un propósito. Y la vida te va llevando, como la corriente del río, a
cumplir ese propósito. Las asperezas
surgen con la resistencia. Cuando
respondemos inadecuadamente a lo que la vida nos presenta se van formando
trabas que quedan almacenadas como memorias. Pero cuando la energía del alma,
que conoce el propósito, puede circular libremente en ti, se restablece el
libre fluir y sanamos.
La
Sabiduría Antigua nos enseña que el propósito de la vida es experimentar lo
divino y ser feliz. Cuando reconocemos este propósito la rutina de la vida se
convierte en un ritual. Lo cotidiano adquiere un nuevo brillo y nos convertimos
en magos. Ver a Dios en todo, sentir su Presencia, es darnos cuenta de la
Existencia Una, de la Conciencia Una y su expresión en la diversidad y sus
innumerables detalles. Entonces sentimos esa felicidad que nada tiene que ver
con los sucesos externos sino con la disposición interna. A la felicidad
interna se le llama gozo y en sus espacios secretos podemos encontrar la
bienaventuranza.
Estando
a las orillas del Río Jordán, en ese lugar que se cree que Juan bautizó al
Maestro Jesús, pude ver el disco solar bailar en sus aguas. Era cerca de
mediodía y la esfera solar se reflejaba en las aguas que fluían sin cesar. Me
dejé atraer por esa magia de la historia, del lugar y de la soledad; y de
repente escuché dentro de mí las palabras bíblicas: “Este es mi hijo amado en
quien he puesto toda mi complacencia”, y me di cuenta que no sólo era Jesús su
hijo amado, éramos todos. Y me sentí amada, sostenida y bendecida por ese
mágico Sol que hacía que aflorara en mí, como nunca antes, la conciencia solar
que me hace y nos hace a todos Hijos de Dios, Hijos del Sol. Toda yo reconocía
mi ascendencia solar, mi origen. Miré el
Jordán y sus aguas fluyendo tranquilamente, lo bendije y le di las gracias por
sostener grabado en los éteres ese pensamiento forma del Hijo de Dios.
Los
ríos son fuente de inspiración, nos acercan al fluir de la vida. Si alguna vez
te acercas a uno de esos ríos majestuosos de nuestro planeta, recuerda que
ellos guardan secretos que pueden ser develados al alma atenta que al
identificarse con su fluir penetra en su propio fluir interno y entonces surge
el milagro, te colocas en el presente, en el tiempo del alma y descubres algo
maravilloso de tu propia existencia.
La
vida es un milagro que se renueva a cada instante. Así como el río en su fluir
cambia constantemente y nunca te podrás bañar en el mismo río dos veces porque
el agua que corre ya no es la misma, así la vida se presenta nueva a cada
instante. Cada amanecer anuncia un nuevo día lleno de oportunidades para
aquellos que pueden percibir la riqueza de la existencia y el libre fluir de la
vida.
Las
aguas de los ríos son puras y cristalinas en lo alto de las montañas, pero a
medida que va cruzando valles y descendiendo al llano se va contaminando. De la
misma manera, la vida va atravesando regiones, desde lo más sublime hasta lo
más denso. Al igual que el agua, la vida va tomando diversos colores, se
purifica o se contamina dependiendo por la región que pase. Para que tu vida
sea un fluir constante y cristalino sube a la fuente, al manantial y bebe sus
aguas. Encuentra tu verdad en el alma, en la conciencia solar que eres, la que
no muere, la que permanece siempre, y deja que su mágico fluir atraviese todas
tus regiones, tus pensamientos, tus deseos, tus palabras, tus actos
aportándoles la abundante vida de las altas esferas.
Busca
un canto rodado. Si es posible tómalo tú mismo de un río. Entra en contacto con
la vida que lo sostiene y deja que te devele sus secretos.
Que
fluyas libre siempre, en el libre fluir de la vida. Es mi deseo constante.
Carmen
Santiago
PLENILUNIO
DE TAURO
FESTIVAL
DE WESAK
Lunes
12 de mayo 2025
Hora
GMT: 04:57 pm (16:57)
Es el signo de mayor incentivo de la vida
porque representa el deseo en todas sus formas, deseo que en el sendero del
discipulado se convierte en aspiración ardiente. En este signo se encuentran
Las Pléyades, nuestras Madres Cósmicas. Entre ellas está Alcione, sol central
de nuestro Universo, alrededor del cual da vueltas nuestro sistema solar.
Durante esta luna llena se celebra el Festival de Wesak, el más importante
Festival del año. Toda la Jerarquía se reúne para irradiar y expandir las
energías espirituales que aligeran el proceso de evolución. La fuerza
espiritual que se genera en estos días es muy potente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario