La psicóloga familiar Svetlana Merkulova cree que incluso una pequeña frase pronunciada sin pensar puede afectar la salud mental de un pequeño, por eso a la hora de comunicarte con tu hijo es necesario elegir cuidadosamente las palabras. Hay frases de las que deberías olvidarte por completo.
«Cuando yo tenía
tu edad me iba muy bien en la escuela»
Desde
el nacimiento y hasta los 6 años papá y mamá son
prácticamente dioses para el niño, ellos lo saben todo y todo
lo pueden, son los padres quienes enseñan al niño a relacionarse
con él mismo y con el mundo que lo rodea. La frase
en cuestión puede interpretarse como una competencia del padre
o madre con su hijo, es algo así como si le dijera:
«Nunca podrás ser como yo, no importa cuánto lo intentes, soy
mejor que tú». Los niños que crecen en un contexto así por
lo general intentan demostrarle a su familia que son buenos.
Y es que claro, diciendo cosas de semajante naturaleza
se estimula la parte narcisista de la mente del niño
y eso provoca que quiera alcanzar ciertas metas, hasta ahí todo muy bien,
el problema es que al fin de cuentas no lo hará
para sí mismo sino para agradar a mamá y papá con
el propósito de que
finalmente vean que es digno de ellos. Al crecer, estos niños no son capaces de alegrarse con sus logros, la alegría aparece sólo si su progenitor reconoce su éxito pero eso es muy poco probable.
finalmente vean que es digno de ellos. Al crecer, estos niños no son capaces de alegrarse con sus logros, la alegría aparece sólo si su progenitor reconoce su éxito pero eso es muy poco probable.
«Mi osito, mi gallinita,
mi ratoncito..etc»
¿De cuántas
maneras llaman los amorosos padres a sus hijos? Aunque la intención
no es mala todos esos apodos despersonifican al niño,
es como si él no existiera y en su lugar
hubiera un animalito o un juguete con el que se puede
hacer lo que sea. Durante los primeros años de vida tu hijo
o hija aceptará lo que le digas sin ejercer ningún tipo
de análisis o crítica, sencillamente confiará en tí.
Si se le dice al niño que es un tonto
en lugar de decirle «déjame explicarte» él aceptará esa como
su realidad. Te doy un ejemplo: Una mamá le dijo
a su hijo que era un cobarde, tiempo después al momento
de presentarse ante una visita, él lo hizo
de la siguiente manera: «Me llamo Andrés y soy
un cobarde». Si tu hijo dice cosas similares es hora que
pienses un poco más acerca de cómo te relacionas con él.
El nombre de una persona es su presentación ante
el mundo. En algunas familias ocurre que el nombre del niño
va modificándose con el tiempo y aparecen una buena cantidad
de apodos «simpáticos»; eso está mal. El nombre siempre debe estar
en primer plano, es el nombre lo que le permite sentir
que es un ser completo con identidad propia. Si con frecuencia
llamas «patico, gatico, osito..etc» a tu hijo o hija
le estarás quitando un pedazo de su «yo».
«Mira, Catalina tuvo
10 en el exámen y tú un 8»
La mayoría
de los padres hacen todo con la mejor intención, quizás ellos mismos
tuvieron una experiencia similar en su infancia y por eso aluden
a un «no hay nada malo, a mi también me dijeron
eso y mira, soy una persona de bien». Ellos lograron «olvidar»
lo mucho que duele cuando papá o mamá te rechazan diciendo «Tal
niño es mejor que tú». Soportar algo así causa en realidad mucho
dolor, y ese dolor suele acompañar a los niños aún
en su vida adulta (además de generar un odio inmediato
hacia «Catalina»). El niño siempre se siente mal cuando
lo comparan con otro compañerito de clase, o bien con
su hermano o hermana. Al crecer seguirá comparándose con otros,
nunca a su favor.
«Como
te comportas mal ya no te quiero»
O bien
«Sólo te quiero cuando haces lo que te digo». Después
de una frase así el niño empieza a esforzarse con todas sus
fuerzas de actuar «correctamente», deja a un lado todas sus
necesidades y deseos, «desarrolla una antena» que adivina lo que
quieren sus padres. Al fin de cuentas el niño como tal acaba por
no existir. En la vida adulta intentará satisfacer
a la gente, e inconscientemente vivir bajo
el principio de: «Quiero que me amen y para eso debo gustar
y satisfacer, no escucharé mis propios deseos, sino que haré todo por
cumplir los de otras personas».
«No me avergüenzes»
En otras
palabras se le está diciendo al niño «Me avergüenzas». Los
niños que escuchan ese tipo de frases con frecuencia querrán que
la gente vea quiénes son ellos en realidad, pero curiosamente cuando
reciben la atención de alguien no saben qué hacer con ella:
se esconden, se cierran, se pierden. Es como
si no tuvieran elección, como si sólo pudieran ser
la vergüenza de alguien. «Me avergüenzas» son dos palabras clave
si quieres traumatizar a tu hijo.
«Eres igual
a tu padre (madre)»
Esta frase
ilustra sin duda la relación entre papá y mamá, lo infelices que
se sienten el uno con el otro y el decirlo transmite
esa incomodidad a su hijo. En otras palabras, papá y mamá
no pueden arreglar sus problemas directamente sino que «se envían» mensajes
diciéndole a su hijo alguna porquería. Si mamá dice «Eres tan
terco como tu papito» significa que papá es una mala persona con
quien es imposible llegar a un acuerdo, ahora ¿será que
el niño querrá ser como su padre el terco y malo? ¿Qué
imagen de los hombres se hará una niña que escuche algo así? Cuando
las malas relaciones de pareja se proyectan en el niño,
él deberá vivir con eso. Por otro lado, también puede interpretar esta
frase como que «es más fácil tratar con chicas que con chicos»
(o viceversa). Los padres usan este tipo de manipulación si hay
una batalla por el niño y el pequeño necesita elegir con quién
vivir o pasar el tiempo (y de paso lo traumatizan).
«Si no te comes
la sopa serás tonto y débil»
Yo tenía
una conocida, una chica a quien en su infancia le dijeron
«si no te lo comes, el pan va a correr tras
de ti toda la noche». Aunque parezca muy gracioso, ella
le tenía mucho miedo al pan, es decir, sus padres lograron
exactamente lo contrario a lo que querían. Frases como esas son
manipulación en su estado más puro, y con mucha frecuencia son
usadas por abuelos y abuelas que tuvieron que soportar el hambre
en su infancia, y van pasando silenciosamente su trauma
de generación en generación. Una expresión así puede hacer que
el niño desarrolle miedos infundados y/o desordenes alimenticios.
«Si te portas
mal llamamos al coco para que te lleve»
Es una
frase muy concreta que dice casi directamente que el niño es valioso
sólo si hace lo que sus padres quieren. Decir algo así
le da a entender a tu hijo que no debe ser
él mismo, sino alguien que se ajuste por completo a expectativas
en muchos casos irrealizables. Eso, y el miedo de que quien
lo protege sea capaz de entregarlo a una creatura desconocida
y horrible que tiene lugar sólo en la peor de las
pesadillas infantiles. En su edad adulta estos niños encontrarán difícil
confiar en alguien, no sabrán lo que quieren e intentarán
gustarle a todos y cada uno.
«En la casa
arreglamos»
Esto habla
de que el papá o mamá tiene derecho de hacer lo que
le venga en gana con su hijo o hija sin importar
lo que él o ella sienta. En un segundo un padre
amoroso se convierte en un carcelero que castiga o perdona.
Los niños que escuchan con frecuencia este tipo de frases suelen tener
relaciones difíciles con sus jefes en la edad adulta ya que
la figura del jefe coincide de cierta manera con
la de un progenitor, así, el ahora adulto temerá
a su superior e intentará complacerlo para evitar ser castigado.
Por lo general los jefes se percatan rápidamente de eso
y aprovechan la situación en su favor.
«Vete y que
no te oiga ni te escuche»
Traducción: «
¡Me arruinaste la vida, desaparece! ¡No deberías existir!». Como
consecuencia el niño vivirá con un profundo sentimiento de culpa
ante sus padres por haber truncado su vida. Sentirá constantemente que
será rechazado por los demás.
Hay que ser muy cuidadosos con este tipo de frases porque los
hijos pueden cargar su peso toda la vida. En general, antes
de decirle algo a tu hijo piénsalo bien. Pocos adultos son
conscientes de lo que dicen, y no les vendría mal
escucharse de vez en cuando. Hoy en día tenemos
a disposición muchos aparatos: haz el experimento de grabarte
mientras te relacionas con tus hijos, luego escúchate y presta
atención a las palabras que le dices a tu retoño.
Te aseguro que descubrirás muchas cosas, algunas de ellas pueden
no ser las mejores.
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