Por Arnaldo Quispe
¿Es
posible complacer a todo el mundo? La respuesta obviamente es NO.
Esta negación es la razón por la que existe la crítica, un aspecto
exclusivamente humano por medio del cual en palabras pobres: “Aunque se haga lo
que se haga siempre habrá alguno que con su manera perculiar de ver las cosas,
no estará de acuerdo con lo que hagamos”.
En
todos los casos en donde encuentro críticas en mi manera de hacer las cosas,
siempre tengo presente la parábola del “El anciano, el niño y el burro”, un
cuento que tengo presente desde hace muchísimos años, cuyo autor es
desconocido, aunque probablemente provenga de la tradición
sufie y que se ha
modificado de mil maneras.
Érase
una vez un anciano y un niño que viajaban de pueblo en pueblo acompañados de un
burro.
Cuando
pasaron por el primer pueblo lo hicieron caminando junto al burro. Al verlos la
gente se reía de ellos diciéndoles:
–
¡Miren este par de tontos! tienen un burro y en lugar de montarlo van andando a
su lado.
Ante
esto el anciano se subió al burro y así continuaron la marcha.
Cuando
pasaron por el segundo pueblo, las personas que vieron la escena se indignaron
y le increpaban al anciano:
–
¡Esto es el colmo!, qué viejo tan insensible… muy bien sentado en el burro,
mientras el pobre niño va caminando.
Con
esta actitud de la gente el anciano decidió cambiar de lugar con el niño.
Cuando
pasaron por el tercer pueblo la gente les miraba y exclamaban indignados:
–
¡Esto es intolerable!, ¡Que verguenza!. El muchacho montado campante en el
burro y el pobre anciano caminando a su lado.
Con
esta experiencia el anciano se subió al burro junto con el muchacho.
Cuando
pasaron por el cuarto pueblo, una vez avistados por la multitud esta reaccionó
vociferando:
–
¡Que par de sirvenguenzas! ¿Es que ustedes no tienen corazón? ¡Si siguen así
van a reventar al pobre animal!
Cansados
por el trato de la gente continuaron la marcha, esta vez el anciano y el niño
se propusieron cargar al burro en sus hombros. A duras penas si lo lograron.
Cuando
pasaron por el quinto pueblo la gente se reía descaradamente diciendo:
–
Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y en lugar de montarlo, lo
llevan cargado. ¡Qué par de idiotas!.
Ante
el vociferar de las gentes, el burro se agitó y se fue corriendo cayendo por un
precipicio a un río, al salir huyó despavorido perdiéndose para siempre en el
bosque.
El
anciano quedó triste de ver que su animal desaparecía en el bosque, pero lo que
es peor se sentía muy indignado del trato de la gente. Así quedó como
petrificado de la impotencia.
MORALEJA:
Si
uno de deja llevar por lo que dice la gente, uno puede acabar como el anciano
indignado, impotente, triste y sin burro. A veces hay que dejar que la gente
hable o opine lo que desee, sin que ello modifique nuestro modo particular de
ver las cosas.
Recuerda
que complacer a todos será una tarea imposible e inútil, siempre habrá quién
piense u opine de modo diferente. Esto es muy humano. La idea es seguir nuestro
proprio sendero y lo que nuestro corazón nos diga lo que tenemos que hacer.
Finalmente uno decide.
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