Centro Holística Hayden

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13 de febrero de 2016

La Vida Espiritual

Por Amma

Hijos míos, cuando nos encontramos, tendríamos que saludamos unos a otros utilizando palabras que despierten el re­cuerdo de Dios como “Om Namah Shi­vaya”, “Hari Om”, “Jai Ma” y otras. Ensé­ñenlas a sus hijos.

“Om Namah Shiva­ya” significa en realidad “Saludo a Aquél que nos es propicio”. Cuando levantamos la mano para decir “Hasta la vista”, nues­tro gesto indica que nos separamos, mientras que cuando unimos las manos e inclinamos la cabeza, nuestros corazones se aproximan.
Empleen su tiempo libre en la oficina y en otros lugares cantando su mantra y leyendo libros espirituales. No se dejen arrastrar a charlas inútiles y miren de abordar temas espirituales con los demás (valores humanos). Eviten al precio que sea las malas compañías.
Desarrollen el hábito de escribir su diario cada noche antes de acostarse. Podemos anotar en el diario cuánto tiem­po hemos dedicado al ejercicio espiritual. Deberíamos
llevar el diario de tal forma que nos permitiera ver nuestros errores y corregidos. No lo convirtamos en un simple registro de las faltas de los demás y de nuestros compromisos diarios.
Justo antes de irnos a la cama, debería­mos meditar por lo menos cinco minutos sentados en la cama y luego, imaginemos que nos agarramos fuertemente a los pies de nuestra Divinidad y que le rezamos de todo corazón:
“Amado Señor, dígnate concederme tu perdón por las faltas que hoy he cometido consciente o incons­cientemente. Dame la fuerza de resistir para no volver a cometerlas”.
Imagine­mos que ponemos la cabeza sobre sus rodillas o que nos encontramos a los pies de nuestra Divinidad favorita o de nues­tro Maestro, o visualicemos cómo la Divini­dad se sienta a nuestro lado. Entremos en el sueño repitiendo nuestro mantra. De esta forma, el recuerdo del mantra no se interrumpirá al dormir. Los niños debe­rían adquirir también esta costumbre. Deberían seguir un horario regular, tanto al acostarse como al levantarse.
Hijos míos, guardar dos horas de silen­cio cada día es beneficioso. Nuestro pro­greso espiritual se verá enormemente favorecido si igualmente somos capaces de guardar silencio un día a la semana. Uno podrá preguntarse: “¿No hay pensa­miento en la mente incluso cuando exteriormente permanecemos en silencio?”. Observen el agua de un depósito. Hay ondas en la superficie, pero el agua no se pierde. Sucede lo mismo cuando obser­vamos el silencio: perdemos tan sólo un poco de energía, aunque nuestros pensa­mientos prosigan su desarrollo en la mente. Es a través de las palabras que perdemos nuestra fuerza vital. La dura­ción de la vida de una paloma que arrulla sin cesar es corta, mientras que la silen­ciosa tortuga vive largo tiempo. Cantar los Nombres de Dios no es un obstáculo al voto de silencio. El silencio consiste en evitar los pensamientos y las conversa­ciones frívolas (no en ayunos verbales).
El que se entrega a las prácticas espirituales no tendrá tiempo para perderlo en conversaciones vacías. No le entrarán ganas de hablar prolonga­damente de cualquier cosa. Los que sin parar indagan las faltas de los demás nunca progresan espiritualmente. No hi­eran a nadie en pensamiento, palabra o acción. Llénense de compasión por todos los seres. Ahimsa (la no violencia) es el dharma (deber) más elevado.
Hijos míos, tenemos que venerar a todos los Grandes Maestros, y a los monjes. Si alguno de ellos entra en nuestra casa, recibámoslo con el respeto y la obediencia que se le debe. Nuestra humildad, nuestra devoción y nuestra fe nos harán dignos de sus bendiciones, y no la pompa ni las demostraciones, ni tampoco los ritos tradicionales.
Hijos míos, no presten atención a los que maldicen a los sabios y a los maes­tros. No se complazcan con palabras des­corteses hacia nadie ni les presten aten­ción. Cuando abrigamos pensamientos negativos hacia alguien, nuestra mente se contamina.
Reserven algún tiempo cada día a la lectura de libros espirituales. Es también una forma de “compañía de los santos”. Tengan al alcance de la mano un libro de enseñanzas de su Maestro, o el Bhagavat Gita, el Ramayana, la Biblia o el Corán para poderlos leer cotidianamente. Aprendan de memoria, por lo menos, un versículo cada día. Lean otros libros espi­rituales cuando dispongan de tiempo. La lectura de las biografías y las enseñanzas de los grandes maestros nos ayudará a fortalecer nuestro espíritu de renuncia y a comprender fácilmente los principios espirituales. Es una buena costumbre tomar notas al leer o al escuchar conferencias espirituales. Con toda seguridad, esas notas les serán útiles en el futuro.
Hijos míos, oren por el bien de todos. Deberíamos pedirle a Dios que conceda una mente buena a todo el mundo, inclu­so a los que nos hieren. No podríamos dormir apaciblemente si un ladrón ronda­ra por la vecindad. Igualmente, cuando rezamos por el bien de otro, de esa plegaria extraemos paz y tranquilidad.
Hijos míos, canten al menos una vez cada día el mantra: “Om loka samasta sukhino bhavantu!” (¡Que el mundo entero sea feliz!).
Enraicemos firmemente nuestras vidas en la Verdad. Abstengámonos de mentir. En esta época sombría de materialismo (Kali Yuga), la adhesión a la verdad es la más noble de las ascesis. Puede suceder que alguna vez nos veamos forzados a mentir a fin de proteger a alguien o sostener el dharma, pero tenemos que estar atentos a no mentir para nuestra propia satisfacción egoísta.
Nuestro corazón es el santuario, y en él tenemos que instalar a Dios. Nuestros pensamientos positivos son flores desti­nadas a venerarlo. Las buenas acciones constituyen la adoración, las buenas palabras son los himnos y el amor es la ofrenda.
En la visión divina no hay exterior ni interior. No obstante, al principio, medita en Él en tu corazón a fin de llegar a concentrarte.
Hijos míos, la meditación no consiste simplemente en quedarse sentado y ce­rrar los ojos. Deberíamos considerar cada acción nuestra como un acto de adora­ción. Intentemos ser conscientes de Su presencia en todo lugar.
Usen la radio, la televisión y las pelícu­las con discernimiento. Sigan tan sólo los programas que mejoren sus co­nocimientos y su cultura. La televi­sión es “tele-visham” (visham significa veneno en malayalam, la lengua mater­na de Amma). Si no tomamos precauciones, puede corromper nuestra cultura, estropeamos la vida y hacemos perder el tiempo.
Lo que realmente necesitamos es la paz de la mente. Y la paz de la mente sólo puede obtenerse mediante el control mental.
Deberíamos perdonar y olvidar las faltas de los demás. La cólera es el adver­sario de todo el que aspira a ser espiritual. La cólera genera una pérdida de energía por cada uno de los poros de nuestra piel. Cuando nos veamos en circunstancias en las que nuestra mente se vea tentada por la cólera, deberíamos ejercitar el control y decidir con firmeza: “No”. Retirémonos a un lugar solitario y entonemos nuestro mantra. La mente se calmará por sí sola.
Hijos míos, quienes no están casados deberían preservar su energía vital guar­dando la castidad. Al transformar la ener­gía obtenida de esta forma en vita­lidad, practicamos también una disciplina espiritual. Gracias al incremento de vitalidadnuestra inteligencia, nuestra memoria, nuestra salud y nuestra belleza también se acre­centarán. Con ello ganaremos una paz mental duradera.
No hay progreso posible sin disciplina. Una nación, una institución, una familia o un individuo sólo pueden avanzar si se conforman a las palabras de los que merecen el respeto y obedecen leyes y reglas adecuadas. Hijos míos, la obediencia no es debilidad. La obediencia, aliada a la humildad, conduce a la disciplina.
Hay que enterrar la semilla para que se manifieste su naturaleza real en forma de planta. Sólo podemos crecer mediante la modestia y la humildad. La altanería y el orgullo nos destruirían. Vivamos con esta firme convicción: “Soy el servidor de todos”. Entonces, todo el universo se postrará delante de nosotros.
¿Para qué sirve nuestra vida si no somos capaces de reservar una hora, de las veinticuatro que tiene el día, para pensar en Dios?
Reflexionen en el núme­ro de horas invertidas en la lectura de periódicos, en charlar vanamente y en actuar de forma inútil. Hijos míos, podemos ciertamente reservar una hora a la disciplina espiritualsi queremos. La disciplina espiritual es nuestra verdadera riqueza. Si no podemos liberamos una hora, consagrémosle, por lo menos, media hora por la mañana y otra media hora al anochecer.
La meditación incrementa nuestra vitalidad y fortalece nuestra inteligencia. Nuestra belleza aumenta, la mente se afina y la salud mejora. Con ella ganamos en fuerza mental y en paciencia, necesa­rias para afrontar los problemas de la vida. ¡Mediten! Sólo por la meditación podemos hallar el tesoro que buscamos.
Hijos míos, la práctica cotidiana de las posturas del yoga es exce­lente para la salud y para ejercitar la disciplina espiritual. La falta de ejercicio es el origen de muchas enfermedades contemporá­neas. Si disponemos de tiempo suficiente para ir a alguna parte a pie, vayamos andando en vez de tomar un vehículo. Es un buen ejercicio. No deberíamos depen­der de los vehículos sino en caso de hacer un largo viaje. Utilicen una bicicleta siem­pre que puedan. De esta forma, ahorrarán también su dinero.
Hijos míos, de vez en cuando tendría­mos que visitar un hospicio destinado a los pobres, un orfelinato o un hospital. Podemos hacemos acompañar por nues­tra familia a fin de brindar nuestra ayuda y consagrarnos al bienestar de sus ocu­pantes. Una palabra pronunciada con amor e interés renovará sus fuerzas más que cualquier suma de dinero. Al mismo tiempo, esta acción contribuirá a ensan­char nuestro corazón.
Intenten pasar al menos dos o tres días al mes en un Ashram. Respirar el aire sano que allí reina purificará y fortalecerá nues­tro cuerpo y nuestra mente. De esta for­ma, recargando nuestras baterías, podre­mos proseguir nuestra meditación y nues­tro ejercicio de repetición del mantra incluso después de haber regresado a nuestro domicilio habitual.

La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón…




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