Por Amma
Hijos míos, cuando nos encontramos, tendríamos que saludamos unos a
otros utilizando palabras que despierten el recuerdo de Dios como “Om Namah
Shivaya”, “Hari Om”, “Jai Ma” y otras. Enséñenlas a sus hijos.
“Om Namah Shivaya” significa en realidad “Saludo a Aquél que nos es
propicio”. Cuando levantamos la mano para decir “Hasta la vista”, nuestro
gesto indica que nos separamos, mientras que cuando unimos las manos e
inclinamos la cabeza, nuestros corazones se aproximan.
Empleen su tiempo libre en la oficina y en otros lugares cantando
su mantra y leyendo libros espirituales. No se dejen arrastrar
a charlas inútiles y miren de abordar temas espirituales con los demás (valores
humanos). Eviten al precio que sea las malas compañías.
Desarrollen el hábito de escribir su diario cada noche antes de
acostarse. Podemos anotar en el diario cuánto tiempo hemos dedicado al
ejercicio espiritual. Deberíamos
llevar el diario de tal forma que nos
permitiera ver nuestros errores y corregidos. No lo convirtamos en un simple
registro de las faltas de los demás y de nuestros compromisos diarios.
Justo antes de irnos a la cama, deberíamos meditar por lo menos cinco
minutos sentados en la cama y luego, imaginemos que nos agarramos fuertemente a
los pies de nuestra Divinidad y que le rezamos de todo corazón:
“Amado Señor, dígnate concederme tu perdón por las faltas que hoy he
cometido consciente o inconscientemente. Dame la fuerza de resistir para no
volver a cometerlas”.
Imaginemos que ponemos la cabeza sobre sus rodillas o que nos
encontramos a los pies de nuestra Divinidad favorita o de nuestro Maestro, o
visualicemos cómo la Divinidad se sienta a nuestro lado. Entremos en el sueño
repitiendo nuestro mantra. De esta forma, el recuerdo del mantra no
se interrumpirá al dormir. Los niños deberían adquirir también esta costumbre.
Deberían seguir un horario regular, tanto al acostarse como al levantarse.
Hijos míos, guardar dos horas de silencio cada día es beneficioso.
Nuestro progreso espiritual se verá enormemente favorecido si igualmente somos
capaces de guardar silencio un día a la semana. Uno podrá preguntarse: “¿No hay
pensamiento en la mente incluso cuando exteriormente permanecemos en
silencio?”. Observen el agua de un depósito. Hay ondas en la superficie,
pero el agua no se pierde. Sucede lo mismo cuando observamos el silencio:
perdemos tan sólo un poco de energía, aunque nuestros pensamientos prosigan su
desarrollo en la mente. Es a través de las palabras que perdemos nuestra fuerza
vital. La duración de la vida de una paloma que arrulla sin cesar es corta,
mientras que la silenciosa tortuga vive largo tiempo. Cantar los Nombres de
Dios no es un obstáculo al voto de silencio. El silencio consiste en
evitar los pensamientos y las conversaciones frívolas (no en ayunos
verbales).
El que se entrega a las prácticas espirituales no tendrá tiempo para
perderlo en conversaciones vacías. No le entrarán ganas de hablar prolongadamente
de cualquier cosa. Los que sin parar indagan las faltas de los demás nunca
progresan espiritualmente. No hieran a nadie en pensamiento, palabra o acción.
Llénense de compasión por todos los seres. Ahimsa (la no
violencia) es el dharma (deber) más elevado.
Hijos míos, tenemos que venerar a todos los Grandes Maestros, y a los monjes.
Si alguno de ellos entra en nuestra casa, recibámoslo con el respeto y la
obediencia que se le debe. Nuestra humildad, nuestra devoción y nuestra fe nos
harán dignos de sus bendiciones, y no la pompa ni las demostraciones, ni
tampoco los ritos tradicionales.
Hijos míos, no presten atención a los que maldicen a los sabios y a los
maestros. No se complazcan con palabras descorteses hacia nadie ni les
presten atención. Cuando abrigamos pensamientos negativos hacia alguien,
nuestra mente se contamina.
Reserven algún tiempo cada día a la lectura de libros espirituales. Es
también una forma de “compañía de los santos”. Tengan al alcance de la mano un
libro de enseñanzas de su Maestro, o el Bhagavat Gita, el Ramayana, la Biblia o
el Corán para poderlos leer cotidianamente. Aprendan de memoria, por lo menos,
un versículo cada día. Lean otros libros espirituales cuando dispongan de
tiempo. La lectura de las biografías y las enseñanzas de los grandes maestros
nos ayudará a fortalecer nuestro espíritu de renuncia y a comprender fácilmente
los principios espirituales. Es una buena costumbre tomar notas al leer o al
escuchar conferencias espirituales. Con toda seguridad, esas notas les serán
útiles en el futuro.
Hijos míos, oren por el bien de todos. Deberíamos pedirle a
Dios que conceda una mente buena a todo el mundo, incluso a
los que nos hieren. No podríamos dormir apaciblemente si un ladrón rondara por
la vecindad. Igualmente, cuando rezamos por el bien de otro, de
esa plegaria extraemos paz y tranquilidad.
Hijos míos, canten al menos una vez cada día el mantra: “Om
loka samasta sukhino bhavantu!” (¡Que el mundo entero sea feliz!).
Enraicemos firmemente nuestras vidas en la Verdad. Abstengámonos de
mentir. En esta época sombría de materialismo (Kali Yuga), la
adhesión a la verdad es la más noble de las ascesis. Puede suceder que alguna
vez nos veamos forzados a mentir a fin de proteger a alguien o sostener el dharma, pero
tenemos que estar atentos a no mentir para nuestra propia satisfacción egoísta.
Nuestro corazón es el santuario, y en él tenemos que instalar a Dios.
Nuestros pensamientos positivos son flores destinadas a venerarlo. Las buenas
acciones constituyen la adoración, las buenas palabras son los himnos y el amor
es la ofrenda.
En la visión divina no hay exterior ni interior. No obstante, al
principio, medita en Él en tu corazón a fin de llegar a concentrarte.
Hijos míos, la meditación no consiste simplemente en quedarse sentado y
cerrar los ojos. Deberíamos considerar cada acción nuestra como un acto de
adoración. Intentemos ser conscientes de Su presencia en todo lugar.
Usen la radio, la televisión y las películas con discernimiento. Sigan
tan sólo los programas que mejoren sus conocimientos y su cultura. La televisión
es “tele-visham” (visham significa veneno en malayalam, la
lengua materna de Amma). Si no tomamos precauciones, puede corromper nuestra
cultura, estropeamos la vida y hacemos perder el tiempo.
Lo que realmente necesitamos es la paz de la mente. Y la paz de la mente
sólo puede obtenerse mediante el control mental.
Deberíamos perdonar y olvidar las faltas de los demás. La cólera es el
adversario de todo el que aspira a ser espiritual. La cólera genera una
pérdida de energía por cada uno de los poros de nuestra piel. Cuando nos veamos
en circunstancias en las que nuestra mente se vea tentada por la cólera,
deberíamos ejercitar el control y decidir con firmeza: “No”. Retirémonos a un
lugar solitario y entonemos nuestro mantra. La mente se calmará por
sí sola.
Hijos míos, quienes no están casados deberían preservar su energía vital
guardando la castidad. Al transformar la energía obtenida de esta forma
en vitalidad, practicamos también una disciplina espiritual. Gracias al
incremento de vitalidad, nuestra inteligencia, nuestra memoria,
nuestra salud y nuestra belleza también se acrecentarán. Con ello ganaremos
una paz mental duradera.
No hay progreso posible sin disciplina. Una nación, una institución, una
familia o un individuo sólo pueden avanzar si se conforman a las palabras de los
que merecen el respeto y obedecen leyes y reglas adecuadas. Hijos míos, la
obediencia no es debilidad. La obediencia, aliada a la humildad, conduce a la
disciplina.
Hay que enterrar la semilla para que se manifieste su naturaleza real en
forma de planta. Sólo podemos crecer mediante la modestia y la humildad. La
altanería y el orgullo nos destruirían. Vivamos con esta firme convicción: “Soy
el servidor de todos”. Entonces, todo el universo se postrará delante de
nosotros.
¿Para qué sirve nuestra vida si no somos capaces de reservar una hora,
de las veinticuatro que tiene el día, para pensar en Dios?
Reflexionen en el número de horas invertidas en la lectura de
periódicos, en charlar vanamente y en actuar de forma inútil. Hijos míos,
podemos ciertamente reservar una hora a la disciplina espiritual, si
queremos. La disciplina espiritual es nuestra verdadera riqueza. Si no
podemos liberamos una hora, consagrémosle, por lo menos, media hora por la
mañana y otra media hora al anochecer.
La meditación incrementa nuestra vitalidad y fortalece nuestra
inteligencia. Nuestra belleza aumenta, la mente se afina y la salud mejora. Con
ella ganamos en fuerza mental y en paciencia, necesarias para afrontar los
problemas de la vida. ¡Mediten! Sólo por la meditación podemos hallar el tesoro
que buscamos.
Hijos míos, la práctica cotidiana de las posturas del yoga es excelente
para la salud y para ejercitar la disciplina espiritual. La falta de ejercicio
es el origen de muchas enfermedades contemporáneas. Si disponemos de tiempo
suficiente para ir a alguna parte a pie, vayamos andando en vez de tomar un
vehículo. Es un buen ejercicio. No deberíamos depender de los vehículos sino
en caso de hacer un largo viaje. Utilicen una bicicleta siempre que puedan. De
esta forma, ahorrarán también su dinero.
Hijos míos, de vez en cuando tendríamos que visitar un hospicio
destinado a los pobres, un orfelinato o un hospital. Podemos hacemos acompañar
por nuestra familia a fin de brindar nuestra ayuda y consagrarnos al bienestar
de sus ocupantes. Una palabra pronunciada con amor e interés renovará sus
fuerzas más que cualquier suma de dinero. Al mismo tiempo, esta acción
contribuirá a ensanchar nuestro corazón.
Intenten pasar al menos dos o tres días al mes en un Ashram.
Respirar el aire sano que allí reina purificará y fortalecerá nuestro cuerpo y
nuestra mente. De esta forma, recargando nuestras baterías, podremos
proseguir nuestra meditación y nuestro ejercicio de repetición
del mantra incluso después de haber regresado a nuestro domicilio
habitual.
La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón…
…
…
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