Saludos,
Mientras leen esto, estaré
volando hacia otro continente más - esta vez a Europa, y por primera vez a
Turquía. Todavía resuena en todo mi cuerpo la asombrosa experiencia que
hemos tenido casi 400 personas en Ulluru, Australia, este mes pasado.
Sigo recordándola, pensando, "¿Realmente sucedió esto?" Es difícil
expresar en palabras cómo fue sentarse bajo las estrellas esa noche final,
mientras los aborígenes tocaban y bailaban para nosotros, en preparación para
una canalización de Kryon.
Aun si hubieran estado allí todo
el tiempo, tal vez no sabrían la historia completa. Los aborígenes son
reservados, tienen su propia espiritualidad, y normalmente no se asocian con
grupos espirituales... nunca. Sin embargo, no sólo se asociaron con
nosotros, sino que me dieron permiso para canalizar en su tierra, al pie de la
roca más sagrada del planeta para ellos (Ayers Rock), ¡y también estuvieron con
nosotros todo el tiempo en la noche final!
Donde quiera que voy se originan
historias para contar, pero la que más quiero compartir es la de lo sucedido
después del concierto de Didgeridoo y la danza que tuvo lugar en la noche
final. Después de la canalización, fui detrás del escenario y me encontré
con la danzarina Mayor, y los danzarines varones principales (que también
tocaban los Didge) ¡que se habían quedado a escuchar! (Esto es muy
inusual). El líder aborigen se me acercó, me estrechó la mano y me
entregó sus palos de percusión y su soga de danza ceremoniales. ¡Yo
estaba atónito! Estos no eran souvenirs para turistas, sino sus
objetos personales. Él estaba evidentemente conmovido, y su obsequio para
mí era una forma de decir que, en su opinión, nuestro grupo "estaba
bien".
Mencioné esto a un australiano
al volver a casa, y me miró incrédulo y dijo: "Eso sí que es grande,
compañero."
Yo opino lo mismo.
¡Bendiciones para todos!
LEE CARROLL
Traducción: M. Cristina Cáffaro
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