El toro de Tauro es la luz de un
aspirante. Tauro, el signo del toro, impregna la Tierra para llevar vida al
planeta. El ojo del toro realiza este trabajo. A esto también se lo llama el
tercer ojo de Shiva el Señor.
El aspirante en Tauro también puede
compararse al toro. Tiene mucha energía. Esta energía tiene que regularse y
aplicarse a cultivar la personalidad de tal manera que sea útil a la vida
circundante y la promueva.
Tauro da a los aspirantes el mensaje
de que trabajen como un toro. El fuego de la aspiración deberá reunirse y
focalizarse para manifestarse como un trabajo de buena voluntad.
Un toro necesita que lo aten por la
nariz, le pongan un yugo y lo pongan en el campo a cultivarlo. Un toro no
regulado ocasiona devastación en su entorno. Lo mismo ocurre con un aspirante
no regulado. En el caso del toro, el granjero le ata la nariz y le pone un yugo
sobre el cuello. En el caso del aspirante, tiene que hacerlo él mismo, ya que
el maestro no lo hace. El maestro da la tecnología y la clave de cómo atarse la
propia nariz y uncirse un yugo. Los aspirantes tendrán que recoger la
tecnología y elaborarla.
Recordad que ningún aspirante se transforma en discípulo a menos que produzca un enorme trabajo, como hace el toro, y que este trabajo beneficie a una porción importante de la humanidad. El discipulado no es un cuento de hadas. Es una parte de una enorme laboriosidad. La transformación de la materia no sucede sin una aplicación coherente de tiempo. Que el fuego de la aspiración que se genera en el mes de Tauro se aplique inteligentemente para la elevación de la humanidad.
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