Por El Centro de Kabbalah.
marzo 25, 2015
Te has retrasado con el pago de
tu automóvil por dos semanas, trabajaste horas extra todas las noches esta
semana y aún no le has devuelto la llamada telefónica a tu madre.
O quizás repentinamente te diste
cuenta de que tu rutina nocturna consiste en tres horas de ver televisión con
un tazón de helado y una bebida gaseosa.
O puede que tengas dos exámenes
importantes para los cuales estudiar pero el fin de semana de fiesta te ha
dejado muy cansado para concentrarte.
Cualquiera sean las
circunstancias específicas, todos hemos experimentado el sentimiento de estar
fuera de balance en nuestra vida. Es natural buscar una solución rápida para
enmendar las cosas. Sentimos la carencia en un área de nuestra vida así que
intentamos llenarla con otras cosas, esto puede resultar en sobre-indulgencia,
adicción o, al contrario, sentimientos de carencia. A medida que intentamos
restaurar las cosas a la normalidad, puede que nos pongamos metas, comencemos
nuevos regímenes o cortemos cosas de nuestra vida, pero generalmente no usamos
el elemento más importante para restaurar nuestro balance perdido: la conexión
con el Creador.
Es fácil echar la culpa a las
cosas superficiales como un jefe demandante o una vida social saturada. La
verdad es que, cuando experimentas exceso o carencia, la desconexión del
Creador es por lo general la causa real del problema. Cuando estamos conectados
con la Luz del Creador, no hay lucha. La conexión nos ayuda a desarrollar un
balance desde nuestro interior, dicho balance no se desestabiliza cuando las
cosas cambian a nuestro alrededor. Karen Berg dice: “Recuerda que los problemas
que enfrentamos el día de hoy son las escaleras por las cuales ascendemos hacia
la fuerza de la Luz de Dios. Nos acercamos más a la pureza cada vez que nos
resbalamos de la escalera pero logramos enderezarnos y continuar hacia arriba
hasta los brazos de Dios y Su grandeza”.
Una de las formas en las que
podemos permanecer conectados con el Creador es a través del compartir. Cuando
la vida se vuelve abrumadora, la tentación es bajar las velas del velero y
conservar la energía. Estos son los momentos en los que podemos hacer el mayor
bien ayudando a otros y compartiendo nuestra energía y nuestros recursos de
manera generosa. Es así como traemos más Luz al mundo, a través del dar
incómodo (pero no del martirio). Puede ser que tales actos hagan parecer a la
vida más complicada; ya que nuestro cronograma se ve afectado y tenemos que
ajustarnos. Pero cuando compartimos, a pesar de cuán inconveniente pueda
parecer, podemos construir una conexión más fuerte con la Luz del Creador.
De acuerdo con Karen Berg: “El
secreto para la plenitud involucra crear un balance entre aquello que tomamos y
aquello que damos a otros”. Toda la energía, el tiempo y el pensamiento que
utilizamos para crear “el balance” puede utilizarse mejor compartiendo.
La plenitud llega a partir de
vivir una vida enfocada en compartir con otros. Al hacer esto, nos volvemos más
ágiles para manejar los desafíos de la vida: los tiempos tormentosos donde la
carrera, las relaciones, las obligaciones sociales y las metas personales nos
desestabilizan.
Siempre existirán altibajos y
los aspectos de la vida que nos empujan en dos direcciones.
La vida es como navegar, a veces
los mares son tormentosos y turbulentos, a veces están calmados y quietos hasta
donde somos capaces de ver. Y por supuesto, todo esto puede cambiar en un
instante. Nuestra conexión con la Luz es lo que nos da nuestras “piernas de
marinero” para que podamos remontarnos en las olas y en las profundidades con
certeza. A través de nuestra conexión con la Luz podemos ser fieles a nosotros
mismos, anclados y centrados. Al preservar nuestra conexión con la Luz del
Creador podemos llevar una vida más plena y balanceada.
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