Génesis 23:1 dice: “Y
la vida de Sará fue de cien año y veinte año y siete años”, y luego
continúa con la vida de su hijo Yitsjak y cómo él conoció a Rivká.
El Zóhar dice que
aquí existe una lección que podemos aprender con relación al profundo secreto
de Sará y cómo su vida particular influyó en todo lo que ocurrió después de
ella. En otras palabras, fue la influencia de Sará la que causó casi todo lo
que sucedió a continuación.
“Podemos transformar la
realidad ilusoria de este mundo físico en un mundo de unidad que sea diverso y
que, sin embargo, no implique separación y conflicto”.
Sará representaba la
totalidad, la unión total, como la semilla que contiene todas las versiones
subsecuentes de esa semilla original: la raíz, la rama, la hoja, la fruta. Todo
esto se diversifica y emerge finalmente de manera separada en la realidad
física, en un mundo que parece estar gobernado por el tiempo, el espacio y el
movimiento. Sará personificaba la idea de la unidad, y nuestro esfuerzo en la
actualidad es crear e incorporar la unidad.
Es solo en el mundo físico
que el caos y la separación parecen surgir. La lección es que podemos
transformar la realidad ilusoria de este mundo físico en un mundo de unidad que
sea diverso y que, sin embargo, no implique separación y conflicto.
La Biblia continúa
en Génesis 24:67: “Entonces Yitsjak la trajo a la tienda de Sará,
su madre, y tomó a Rivká y ella fue su mujer, y la amó. Así se consoló Yitsjak
después de la muerte de su madre”. Esto parece extraño: en los romances de
la actualidad, uno se enamora y luego considera el matrimonio. Pero considerar
el matrimonio primero y luego descubrir que estás enamorado no parece encajar
en la psique moderna.
El Zóhar dice que
este versículo nos enseña la diferencia entre el amor basado en la realidad
física (que involucra emociones y, por ende, la psique) y el verdadero amor.
Muchos creen que el verdadero amor es la expresión de calidez y entusiasmo, el
deseo que se aviva, la química que es tan maravillosa. Pero esto no es una
señal de amor, según este versículo. Al contrario, la señal del amor es algo
tan sutil que solo sabes que está allí. No sientes otra cosa más que el deseo
de no querer estar sin esa persona ni por un instante.
“Es cuando sientes unidad
con la otra persona”.
La vela que estaba siempre
encendida en la tienda de Sará se había apagado cuando Sará falleció, y cuando
Yitsjak trajo a Rivká a la tienda de su madre, la vela se encendió nuevamente y
el Zóhar explica que aquí fue cuando él consideró tomar a
Rivká como esposa, ya que él sabía que ella poseía las mismas cualidades que
Sará: un espíritu de unión, la unidad de este universo entero, un espíritu de
compartir y de cuidar a los demás. Estos eran los aspectos que Yitsjak buscó en
su futura esposa y estos son los aspectos que la gente debería buscar cuando
considera casarse actualmente.
El verdadero amor es una
conciencia y no algo que puedes medir con tus cinco sentidos.
Independientemente de cómo se pudo haber sentido con respecto a la química o a
los sentimientos emocionales entre él y Rivká, Yitsjak supo que para sustentar
su matrimonio y el amor que se generaría posteriormente, tenía que basarse en el
principio de la unidad; percibir las diferencias y, aún así, siempre regresar a
la misma idea de que eran uno. Si esta conciencia no existe a pesar de los
desacuerdos, a pesar de no ver las cosas de la misma manera, es una señal de
que no es amor verdadero. Porque sabemos que ahavá, o amor, es el
aspecto de 13, el cual es ejad, o uno. Esto es amor verdadero. Es
cuando sientes unidad con la otra persona, no cómo sientes la química entre
ustedes. Y no estoy diciendo que la química no deba integrarse; esos otros
aspectos también son importantes. No estoy aquí para minimizar completamente su
importancia. Pero lo que es de importancia primordial es cómo estas dos
personas se sienten con respecto a la cercanía que se manifiesta como unidad.
Esto es el verdadero amor.
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