(Charla
en CONSIDERAL)
Alejandro Lodi
Esta nota forma parte de una serie en la que se desarrolla una
apreciación del presente contexto mundial y su correspondencia local, los
movimientos específicos de la carta natal de Argentina en la actualidad y su
incidencia en lo económico, social y político. El texto se basa en la
transcripción realizada por Ana María Novas del encuentro celebrado en la
“Escuela de Lenguajes Simbólicos CONSIDERAL”, el 19 de octubre de 2018, en
Buenos Aires.
Atravesamos un contexto de vísperas: en 2020 Saturno y Plutón se
encontrarán en el cielo.
La riqueza de la astrología no consiste en capturar imágenes fijas y
definir características absolutas. La astrología no es una usina de definiciones
rígidas acerca de cómo son las personas, sino que su tesoro es mostrarnos que
cada cosa que ocurre está inscripta en un proceso. Los sucesos no están
“sueltos” sino que vienen de algún lugar y se dirigen a otro. La mirada
astrológica sugiere que somos proceso, antes que “algo ya hecho”. Esto solo ya
representa una alteración de nuestro paradigma perceptivo habitual. Nos
acostumbramos a creer que “ya estamos hechos y nos pasan cosas”, pero la
astrología nos invita a percibir que somos lo que nos pasa,
que somos la respuesta que damos a lo que nos pasa. Somos un
florecimiento, una constante emergencia.
Esto podemos aplicarlo a la vida de personas o de comunidades. Un país,
una sociedad, es una entidad colectiva, con su conciencia colectiva y su inconsciente
colectivo. Y al investigar la historia de estas entidades compartidas cobra
relieve aquella riqueza de la astrología: ver ciclos.
¿Qué significa
que Saturno y Plutón se encuentren en el cielo?
Saturno es el planeta de la estructura. Organiza, da solidez. En el
plano de lo colectivo tiene que ver con las instituciones, con los procesos de
institucionalización, con lo que adquiere formato. Saturno da forma y
estructura. En contacto con Plutón, Saturno va a estructurar y dar forma a
aquello que Plutón signifique. Y Plutón es la pulsión vital, es la fuerza que
anima a la vida y, por supuesto, a la muerte. Es la fuerza vital, tan creativa
como destructiva. Es la fuerza de lo erótico, de la sexualidad. Simboliza la
pulsión de poder. Y esa fuerza, esa pulsión, es amoral: está más allá de
nuestros criterios y valoraciones del bien y del mal. Desde nuestro juicio
moral habitual, Plutón aparece asociado al mal: lo oscuro, lo temido, lo
doloroso… Es el dios de los infiernos. Pero, en verdad, se trata de la vitalidad,
del magma que anima toda la vida desde el corazón de la Tierra. Y esa vitalidad
es ambivalente. Es la fuerza generadora de la creación y, por eso, de la
destrucción.
Los ciclos históricos que se inician en sincronicidad con cada
conjunción de Saturno y Plutón señalan tiempos en los que surge una nueva
organización del poder mundial. El poder cobra una estructuración renovada, con
nuevas condiciones y nuevos acuerdos colectivos. Nuevas formas institucionales
que comienzan a gestarse y que reflejan el estado (y las posibilidades) de la
circulación del poder en la humanidad.
Comencemos observando un punto. Al hablar de “humanidad”, de un modo
inconsciente, estamos acostumbrados a pensar en lo que ocurre en Europa y
América. Pero, “los chinos también son humanos”… (risas). Mi
percepción es que la nueva organización del poder mundial no va a poder
desconocer lo que ocurre en China.
En la sociedad china ya existen millones de
personas de alto poder adquisitivo que consumen a un ritmo que es el doble del
mercado americano…
Y esto seguramente tendrá que ver con la nueva estructuración del poder
mundial. La guerra comercial entre EEUU y China que se desató en 2018 quizás
sea un anuncio de lo que viene… Pero, para no excitarnos con predicciones,
recordemos que la astrología es ciclos. Esta conjunción de Saturno
con Plutón ya ha ocurrido tres veces en el siglo XX, de modo que analicemos
esos momentos y sus sucesos sincrónicos. Quizás con esa perspectiva histórica
logremos mayor certidumbre en nuestras intuiciones acerca de lo que viene.
Estas son las fechas y posiciones zodiacales en las que se produjeron
las últimas tres conjunciones Saturno-Plutón. También agregamos las
oposiciones:
1914 en 2º de Cáncer (oposición en 1931).
1947 en 13º de Leo (oposición en 1965).
1982 en 27º de Libra (oposición en 2001).
Y la próxima será:
2020 en 22º de Capricornio.
A primera vista ¿parecen coincidir estas fechas con el inicio de bloques
históricos respecto a la estructuración y organización del poder a nivel
mundial..?
Claramente…
En 1914 se produce la Primera Guerra Mundial y tres años después la
Revolución Rusa. Para historiadores como Eric Hobsbawn, el siglo XX comienza en
1914, en el sentido que esa guerra y esa revolución implican una ruptura del
orden mundial y una alteración de la circulación del poder propia del siglo
XIX. Ese nuevo orden mundial no se organizó de inmediato (ni siquiera con el
fin de la guerra en 1918), sino que estaba en plena disputa -en el momento de
la mitad del ciclo (oposición Saturno-Plutón) en 1931- entre tres ejes: las
democracias occidentales con economía capitalista, el comunismo soviético con
economía de Estado y fascismo europeo con economía corporativa. En la década
del ’30, las democracias liberales y el capitalismo estaban en crisis, y luego
del colapso de Wall Street en 1929 parecían representar un sistema en
decadencia. Por el contrario, en la Unión Soviética, el liderazgo de Stalin
había logrado afirmar el régimen comunista y se propagaba por el resto del
mundo. Mientras que el fascismo se había consolidado en Italia con Mussollini y
en Alemania llega al poder Hitler con la ideología nazi en su momento de máximo
vigor. Si en esos años se consultaba acerca de qué sistema prevalecería en el
mundo, pocos hubieran apostado por la democracia liberal y la sensación
dominante hubiera sido que el nuevo orden mundial sería comunista o fascista.
Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial dirimió la cuestión. Hacia 1947,
dos años después de su finalización, el poder mundial se organiza en dos grandes
polos: la democracia liberal y el comunismo. Se da inicio a lo que llamó la era
de la Guerra Fría. Se crean las Naciones Unidas, se funda el Estado de Israel.
Y en China triunfa la revolución comunista bajo el liderazgo de Mao Tsé Tung. A
pesar de coincidir en la ideología de sus revoluciones, la Unión Soviética y
China no van a actuar necesariamente alineadas en su disputa de poder con
Occidente. Con la perspectiva de hoy, podríamos decir que aquella bipolaridad
mundial de la Guerra Fría contaba con una tercera posición no debidamente
considerada: la china.
La oposición Saturno-Plutón del ciclo iniciado en 1947 se produce en
1965. La tensión bipolar llega a extremos de conflicto nuclear. El revés
norteamericano en Vietnam y el éxito de diversas revoluciones socialistas en el
mundo parecían el presagio de la caída del capitalismo y las democracias
liberales. En China, Mao lanza la llamada “revolución cultural”, un plan de
radicalización comunista en el manejo del Estado.
En 1982, en el momento de una nueva conjunción Saturno-Plutón, se
consolida en Irán un estado islámico, un sistema teocrático gobernado por
líderes religiosos. En sincronicidad, desde finales de los ’70, los polos de
poder constituidos después de la Segunda Guerra Mundial habían comenzado a
enfrentar conflictos con el fundamentalismo religioso: EEUU con la revolución
del Ayatollah Komeini y la URSS con los talibanes afganos. Al mismo tiempo,
muere el presidente soviético Brezniev y comienza un proceso de reformas a
cargo de Gorbachov. Su intento de glasnot (transparencia)
y perestroika (reforma) será el inicio, no sólo de la caída del
comunismo en Rusia, sino en toda Europa y en gran parte del mundo. Pero ¿qué
pasaba en China? Ya muerto Mao, el partido comunista chino introduce una reforma
crucial en la Constitución: se mantiene el sistema político comunista (de
partido único) y se produce una apertura de la economía hacia formas afines al
mercado con control estatal.
Estos giros generaron un clima de nueva organización del poder en el
mundo. A principios de la década del ’90, con el colapso del comunismo, se
hablaba de “el fin de la historia”. Se conforma la Unión Europea. La sensación
era que el mundo bipolar se había disuelto y que uno de los polos había logrado
la hegemonía mundial: la democracia liberal y la economía de mercado.
Sin embargo, en 2001, con la oposición Saturno-Plutón del ciclo iniciado
en 1982, se produce el atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. El
mundo islámico comienza a gravitar en el poder mundial, reafirmando el giro
iniciado con la conjunción de 1982. Al mismo tiempo, Putin asume el liderazgo
en Rusia, que abandona el alineamiento con Occidente que venía desarrollándose
desde la caída de la URSS y comienza a confrontar con el poder de EEUU y la Comunidad
Europea. Mientras que China consolida su desarrollo e inicia una década de
crecimiento económico que terminará por instalarla como indiscutida potencia
mundial.
Estamos en vísperas de un momento análogo a 1914, 1947 y 1982. A nivel
global, se está organizando un nuevo modo de circulación del poder en el
planeta. En sincronicidad, la sensación que tenemos es que todos los sistemas
políticos del mundo están en crisis. La democracia exitosa en Occidente -más
socialdemócrata o más conservadora liberal- durante los últimos 30 años, está
ahora en crisis. Como de costumbre, las primeras reacciones a la crisis parecen
regresivas: nacionalismos, populismos… Hablar en términos de “izquierda y
derecha” suena anacrónico. Las viejas categorías no parecen apropiadas para dar
cuenta de la peculiaridad y complejidad de lo nuevo. Es algo característico del
inicio de los ciclos Saturno-Plutón (y de todo ciclo que comienza): la tendencia
a interpretar lo nuevo con las categorías de lo viejo, la inercia a ubicar las
potencialidades creativas del presente en las posiciones conocidas del pasado.
Es muy natural y, antes que ideológico, psicológico: confirmando la descripción
ideológica del mundo con la que estamos identificados, logramos permanecer
fijos en la imagen psíquica personal a la que llamamos “yo” .
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