Maestro Zen Bankei
Sucedió en una oportunidad que Bankei, un
Maestro Zen, estaba trabajando en su jardín. Llegó un buscador y le preguntó a
Bankei: “Jardinero, ¿dónde está el Maestro?”. Bankei rió y dijo: “Por esa
puerta, adentro hallarás al Maestro”.
Luego Bankei se sentó en el piso y dijo:
“Ahora no hallarás al Maestro en la silla, porque yo soy el Maestro”. Al hombre
le resultó muy difícil ver que un gran Maestro pudiera ser tan común. Se fue...
se lo perdió.
Se hallaba Bankei un día, predicando
tranquilamente a sus seguidores, cuando su prédica fue interrumpida por un
sacerdote de otra secta. Esta secta creía en el poder de los milagros. El
sacerdote se jactó de que el fundador de su religión podía pararse en una
orilla del río con un pincel en su mano y escribir un nombre sagrado sobre un
pedazo de papel que sostenía un asistente en la orilla opuesta del río.
Luego preguntó: “¿Qué milagros puedes tú
hacer?”. Bankei respondió: “Sólo uno: cuando tengo hambre, como y cuando tengo
sed, bebo”.
El milagro único, el milagro imposible, es
simplemente ser común. El anhelo de la mente es ser alguien extraordinario. El
ego ansía reconocimiento. Y éste es un milagro cuando aceptas tu nadiedad,
cuando puedes ser simplemente tan común como cualquier otra persona, cuando no
pides reconocimiento, cuando puedes existir como si no estuvieras existiendo.
La gente que hace milagros no es espiritual
en ningún sentido, sólo está difundiendo la magia en nombre de la religión, lo
cual es muy peligroso.
Tu mente dirá: “¿Qué tipo de milagro es éste,
cuando estoy hambriento, como; cuando estoy somnoliento, duermo”. Cuando no
tienes hambre, cuando el estómago está lleno, la mente dice: “Sigue comiendo,
la comida es deliciosa”. Tu mente interfiere.
Bankei está diciendo: “Fluyo con la
naturaleza. Cualquier cosa que sienta todo mi ser, la hago. No existe ninguna
mente fragmentaria que lo manipula”.
Conoce ese milagro: deja que la naturaleza
siga su curso, permitírselo.
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