Dicen que hay vidas que están
unidas más allá del tiempo, que existe un linaje, un vínculo, un pacto o
simplemente el amor que se profesan y que por dichas circunstancias deciden
encontrarse en un determinado momento de este largo camino que es la vida.
A veces tenemos la extraña
sensación de conocer en profundidad a alguien que recién ha llegado a nuestras
vidas y a veces divagamos o soñamos despiertos pensando en la posibilidad de sí
hemos compartido otras vidas, cuestionándonos algo tan místico como la
reencarnación.
Es evidente, y lo he comentado en
otras entradas a este blog, que las células se replican y copian la información
vital que absorbemos por las experiencias de la vida, por lo que nuestras
células reencarnan unas de las otras, y al reproducirnos las compartimos en
nuestros descendientes, así como nuestros progenitores comparten la de sus
ancestros con nosotros, por lo que es evidente que al nacer portamos un alma
llena de toda esta información que es de carácter genético y que a través de la
ciencia conocemos como ADN o cromosoma y en la metafísica alma o espíritu.
Al nacer de padre y madre nuestra
consciencia no sólo se ancla al cuerpo físico y por lo tanto a la materia, sino
que se personaliza, se individualiza y crea un ego de diferenciación que irá
creciendo en nuestro interior y forjara nuestro carácter debido a las
circunstancias que hallamos vivido y sus resultados.
Esta suma de células e
información que crea un cuerpo físico dotado de vida y alma, es decir cada uno
de nosotros, es una reencarnación de datos de todo lo que ya ha existido hasta
ahora en este mundo y su humanidad, la diferencia entre las informaciones de
carácter global, o grupal que poseemos y las propias de nuestra vida como
individuos está en que se concentran en hemisferios diferenciados del cerebro.
La información de carácter
general, lo que conocemos como historia, memoria celular y por supuesto karma
genético se encuentran en el hemisferio emotivo, el derecho. Y la información
individual que posee datos como el tiempo y el lugar donde se nació, la familia
en la que se encarnó, los progenitores, la previsión de salud y la de ganarse
la vida, forman parte del hemisferio racional, el izquierdo. Mejor dicho, estas
informaciones se encuentran en sus lóbulos temporales adyacentes.
Por lo que sí, si reencarnamos, y
si, lo solemos hacer acompañados por diferentes almas que comparten las mismas
informaciones o inquietudes que nosotros, y si, también nos reencontramos y a
veces incluso nos reconocemos. Este proceso se da para llevar todo tipo de
vidas y personalidades a la excelencia, debido a un motor interno del alma que
busca de forma constante la felicidad, y a que vivimos gracias al amor que
juntos hemos compartido, compartimos y compartiremos.
Este hecho crea un vínculo, un
linaje entre almas que va más allá del tiempo que vivimos, creamos la historia
de la humanidad de forma colectiva, nos involucramos y nos estamos dando cuenta
que el mundo en el que nos ha tocado vivir es muy pequeño y nos afecta a todos
por igual las cosas que ocurren en los diferentes continentes y países de
nuestro pequeño planeta.
Este hecho crea un compromiso de
mejoría global desde la concordia o el amor cordial y proviene de nuestra
información celular de carácter grupal o histórica, y que como humanidad
replicamos de generación en generación.
Así todos aquellos que estuvieron
implicados en alguna guerra en anteriores encarnaciones, devolverán su karma
siendo precursores de la paz, a veces no de forma fácil y sencilla, pudiendo
uno convertirse en políticos o legisladores, sino que pueden tener vidas muy
complicadas que desencadenen su propósito vital, la utilidad de sus vidas o lo
que en el hinduismo se conoce como dharma. Por ejemplo, podríamos poner la vida
de Nelson Mandela.
El universo tiene sus mecanismos
para llegar al orden, al equilibrio y a la paz, que es lo que nos da la
felicidad y para ello todos estamos en el mismo barco, a veces jugamos papeles
donde nos toca hacer del malo y otras donde hacemos del bueno, pero sólo son
papeles teatrales, vivimos vidas teatrales, bastante guionizadas, pues se nos
presupone el libre albedrío, pero desde esta visión de la realidad, el libre
albedrío acaba donde comienza el del otro.
Por lo que en un punto de vista
consciente de cómo se genera la realidad el libre albedrío no existe, este
hecho da lugar a la llegada de los linajes del alma y a la utilización de los
mismos en la vida con el fin o propósito de cumplir la misión para la que cada
uno de nosotros hemos venido.
Descubrir todo esto en uno mismo
es un proceso de años en la vida, pero que a todos nos llega en un momento u
otro. Cuando esto ocurre existe un fuerte compromiso personal. Nos da la fuerza
para comprometernos a cambiar, a mejorar aquello de nosotros mismos que no nos
permite avanzar, así mejoramos crecemos interiormente y nos llenamos de amor, de
ese amor que luego compartimos, y así vamos poniendo orden en nuestras vidas y
si no parásemos, esto sería como tirar piedras en un estanque donde dicha
acción siempre llega a cubrir y a resonar por todo él.
Recuerda que cada una de nuestras
acciones tiene su eco en el tiempo, que, así como siembres recogerás, que somos
eternos, pero necesitamos tiempo para cambiar y para mejorar nuestro mundo. Por
eso el universo es tan sabio que nos da vida eterna, lo único que ocurre es que
cambiamos de cuerpo, no de consciencia, lo que tú eres es eterno, crece y se
reproduce, pero como en el ejemplo del estanque además cada una de tus acciones
en amor se multiplica y así es que vivimos, comprometidos, responsables de
nosotros mismos, intentando buscar la felicidad para poder compartirla, no hay
nada más bello que compartir tu felicidad una vez la has alcanzado, de nuevo
recuerda al gran Madiba...
Trascender la realidad
No hay comentarios:
Publicar un comentario