El poder que un chamán ejerce en el mundo invisible es muy distinto del poder que la gente busca en el mundo mundano visible para mejorar su vida. Al chamán le interesa entrar en una realidad no ordinaria en el reino invisible para descubrir y comprometerse con energías que afectan e influyen en la vida cotidiana. Persigue una energía que sustente la vida y prevenga el envejecimiento y la enfermedad para poder aportar sanación y bienestar a su comunidad. En Oriente, esta energía se conoce como prana, chi o incluso el Tao. Los chamanes andinos la conocen como TI, y forma parte de los nombres de lugares sagrados como el lago Titicaca, el mar en la cima del mundo, y la mane Inti, el dios sol.
El chi no es el poder de dominar o mandar sobre los demás o la
naturaleza, aunque la naturaleza sí responde al chi. No es el poder del dinero
o de las cosas materiales, aunque éstas estén disponibles a través de él. No es
el poder de vencer la enfermedad y la vejez, aunque la salud y la longevidad
fluyen de él. Es el poder de crear y colaborar, de dar a luz lo nuevo. El chi
debe utilizarse en beneficio de los demás, de todos los seres y de la Tierra.
De lo contrario, se echará a perder y te destruirá en el proceso. Debe
compartirse para que todos puedan prosperar.
Aunque un chamán puede trabajar en beneficio de un individuo, los
chamanes más poderosos se centran primero en lo que pueden hacer por la Madre
Tierra. Sólo después de haber considerado las necesidades de la Pachamama, se
centran en lo que pueden hacer por su pueblo y por todas las personas. Después,
se centran en lo que pueden hacer por una persona. Esto es lo contrario de cómo
la mayoría de nosotros llegamos a la práctica espiritual. Con demasiada
frecuencia, estamos tan preocupados por arreglar nuestra situación individual o
por ayudar a una persona que nos olvidamos de la situación general. Cuando
trabajamos en nosotros mismos, olvidamos que formamos parte de un cosmos mucho
mas grande que nos impacta y que, a su vez, nosotros impactamos.
Cuando un chamán opera con integridad y se guía por una visión informada
y alimentada por el chi, en lugar de por el deseo de la persona o una sensación
de escasez y miedo, el conocimiento y el poder la reconocen y empiezan a
acecharla sin descanso. El llamado a ser un chamán, a participar en la obra de
algo más grande que uno mismo, puede ser intenso.
El chamán puede aprender del viento, los árboles, los ríos, la lluvia y
el rayo, pero esto no sucederá si creemos que estamos aquí para dominar o
domesticar la naturaleza para nuestros propios fines. Estamos obligados tanto a
proteger la Tierra como a reconocer que siempre estamos entrelazados con ella.
La naturaleza sólo revelará sus secretos cuando estemos dispuestos a
convertirnos en sus guardianes. Entonces el chamán puede encontrarse
directamente con el poder, abrazarlo y reclamarlo mientras desarrolla un
diálogo activo con el cosmos. Esto se llama Ayni, o reciprocidad, y es un
principio básico del chamanismo: da y recibirás.
¿Estás preparado para ponerte al servicio de algo superior?
En Munay, Alberto Villoldo (extracto
del libro La Rueda de la Sabiduría: Un viaje Mítico a través de las Cuatro
Direcciones).
No hay comentarios:
Publicar un comentario