Cuando creemos que somos la mente, la mente nos vive y nos impone su característica principal que es el análisis, la separación de los elementos que componen un todo para su estudio y comprensión. Pero la realidad es que, como individuos, somos la Conciencia, consciente del milagro de la Vida Una. Esa Conciencia genera la mente, las sensaciones, los sentidos, los sentimientos y toda posible percepción.
La vida es un Todo unificado, un campo de conciencia y sustancia que mueve el Universo y todo lo enlaza en una danza sin fin. La percepción de estar separados genera sufrimiento, y es la mente la que nos hace sentir así.
Muchas veces confundimos la
mente con la Conciencia. La verdadera espiritualidad es una vivencia profunda
de la Conciencia que contacta la Vida, aquello imponderable y eterno que es la
causa de todo lo que existe, que está más allá de nuestra comprensión, a quien
llamamos Dios, Gran Espíritu, Padre/Madre o el Trasfondo de la Existencia.
La experiencia de vivir esa dimensión, infinitamente más vasta que el
pensamiento, es posible si dejamos de aferrarnos a las creencias, las
estructuras mentales, el deseo, las posesiones, para descubrir quién en
realidad somos Esta experiencia no es un hacer, es el resultado de la
expansión de la conciencia que logra romper las fronteras del pensamiento para
verse ella misma en todo su esplendor y su gloria y ser la expresión de la
verdad interna.
La vida en la materia no es
cosa fácil. Estamos aquí con un propósito divino, estamos transformando la
sustancia de un mundo que no ha logrado la perfección. Hemos perdido nuestra
identidad original y nos buscamos sin cesar. Como la mejor herramienta que
tenemos para vivir sumergidos en la materia es la mente, la utilizamos para
encontrarnos a nosotros mismos. Y caemos en la trampa de creer que somos
nuestras posesiones, nuestros roles, nuestros títulos, la imagen que tienen los
demás de nosotros o la imagen que tenemos de nosotros mismos. Nos creemos
ateos, materialistas, espirituales, creyentes… Pero esto son sólo
pensamientos generados por la mente, porque somos algo mucho más grande, somos
la Conciencia que habita la forma.
No esperes que la muerte toque
a tu puerta para darte cuenta de que todo lo que tienes se quedará atrás y te
irás con las manos vacías, así como cuando llegaste a este mundo. En un Todo
Unificado la propiedad es un espejismo de la mente y los sentidos. La
Conciencia nada posee porque tiene acceso a todo y puede fluir libre en la
corriente de la vida eterna.
Esa voz, que casi nunca para de hablar en tu cabeza, no eres tú.
Es una gran liberación darse cuenta… Tú eres la conciencia que habita
la forma. El pensamiento pertenece a tu forma, pero tú eres el Ser eterno que
la habita.
El mal de este mundo es sólo
la completa identificación con la forma, es la negación del Ser y, como
consecuencia, la percepción errónea de estar separado de todas las demás
criaturas y de la Fuente misma de la Vida.
El nuevo tiempo es
precisamente un despertar a esa realidad, es un darse cuenta de esa profunda
conexión que nos enlaza con todas las criaturas y con toda la naturaleza.
Siento en mi corazón que estamos cerca de esa meta gloriosa, aunque el mundo
quiera demostrarnos lo contrario. Hay un despertar de la conciencia colectiva
que no la detiene nadie. Y el mundo, establecido en los valores materiales está
temblando y endurece sus estructuras. Es la concebida oscuridad antes del
amanecer.
Si nuestro mundo está basado en valores materiales, si la meta de la
economía que rige las grandes decisiones mundiales es la ganancia material, si
la educación está alejada del reconocimiento de la verdad profunda del ser
humano, si la sociedad se rige por eso de “cuanto tienes, cuánto vales” no quedará piedra sobre piedra con el
advenimiento de esta nueva forma de percibir la vida. Estamos en tiempos de
cambio y transformación, y como la sociedad se ha apegado mucho a los valores
que ahora hay que abandonar, sufrirá, es innegable.
Pero la vida es un milagro que
se expresa en todo su esplendor en la materia. Todo lo que te rodea es un
milagro; el cielo azul, el verde de la naturaleza, las aves, las flores, todas
entonan un himno silencioso a la Vida desde su profundo presente. Y tú puedes
participar de este milagro si dejas de lado, por un instante, tus pensamientos,
tu deseo de poseer, tus títulos, tu creencia de quién crees que eres y te
sueltas y te sumerges en la naturaleza que vive en el presente y escuchas su
canto a la vida que es eterna. Sin pensamientos, sin deseos, sólo
identificándote con esa vida que se expresa gloriosa también en la materia. Y
cuando aflora en ti el agradecimiento, como brota el agua de un manantial, se
abren caminos que te permiten ir más allá del pensamiento para encontrar la
gloria que escondes en tu ser, que tú eres, que Yo Soy.
Nunca confundas el pensamiento
con la Conciencia. Transita el sendero que la naturaleza te ofrece y percibe la
síntesis de la Vida Una.
Con amor profundo, Carmen
Santiago
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