Artículo escrito un día antes de salir yo del hospital en el mes de julio del 2023
Como dije ayer en el artículo que puse y que había escrito en el hospital, yo soy voluntario desde hace ya unos cuantos años y ahora estoy acompañando a una señora ucraniana que vino huyendo de la guerra y con el colon extirpado a causa de un tumor cancerígeno. Llevo con ella casi un año y medio acompañándola a los médicos y a sus tratamientos de quimioterapia, y facilitándola todo lo que puedo porque no sabe español, ni tiene ingresos económicos, ni familia ni nada.
Ayer por la mañana, muy temprano, me comunicó una
compatriota suya que está un poco pendiente de ella, que estaba muriéndose en
el hospital donde yo me encuentro porque la habían ingresado urgentemente desde
el lugar donde la tienen acogida. Como ya me encuentro lo suficientemente bien
como para andar, aún con el gotero arrastra, me he marchado sin decir nada y
por los túneles que hay por los sótanos (no toda la gente los conoce) para
poder despedirme de ella que se encuentra en otro edificio.
Me dejaron entrar por ser voluntario de la Asociación
Española Contra el Cáncer y porque les dije que no tenía familia y que yo era
casi su único apoyo moral. Entré en la habitación y vi a mi querida amiga Irina
muy sedada, con los ojos abiertos pero con la mirada perdida, es decir, ella no
estaba en ese momento en el cuerpo sino flotando sobre él. La enfermera me dijo
que me dejaba solo para que pudiera despedirme de ella tranquilamente.
La acaricié los brazos y la cara y no reaccionó en
ningún sentido, entonces la llamé por su nombre y con el mismo tono alegre,
compasivo y cariñoso que siempre lo hacía y entonces su cabeza se movió un poco
hacia mí. Estoy seguro que no podía hablar ni casi mover los ojos por su
delicado estado y por la gran dosis de sedación que tenía para no sentir el
dolor del cáncer, pero lo intentó y casi me la imaginé repitiendo como siempre
una y otra vez sonriendo: grachias, grachias, grachias.
Siempre nos comunicamos con el traductor de Google,
ella con el suyo y yo con el mío. Así que tomé mi móvil y gravé más o menos lo siguiente:
“Querida Irina, sabes que soy Francisco, estoy aquí, un poco enfermo también,
pero he podido venir a verte. No te preocupes si no puedes hablarme yo sé cómo
me aprecias y como agradeces todo lo que hago por ti. Ahora solo tienes que
hacer que descansar y dormirte para liberarte del dolor de la enfermedad que
tanto sufrimiento te causa. Verás como estarás muy bien y te sentirás muy libre
para lo que quieras. Irina ha sido para mí un honor tenerte como paciente y
como amiga, quiero que sepas que nunca te olvidaré.”
En esos momentos, cuando escuchó la grabación del
traductor, no solo giró la cabeza hacia mí sino que también creí ver su mirada.
Lo que sentí no lo puedo describir pero si puedo asegurar que mi ingreso en el
hospital y esta circunstancia, me sirven como motivo para decir que NO HAY MAL
QUE POR BIEN NO VENGA. Luego en mi habitación decidí escribir un artículo sobre
la muerte para todo aquel que le pueda interesar.
Sé que estas cosas nunca las debe contar su autor
porque es como darse autobombo en vez de tener humildad, pero lo he hecho en
honor a mi amiga Irina y porque quizás a alguien le sirva de aliciente para
hacerse voluntario.
REACCIONES ANTE LA MUERTE
Desde que la humanidad, en su descenso hacia el
mundo físico perdió la conciencia divina, y a partir de alcanzar ya como humano
la autoconciencia, ha sentido siempre (aunque cada vez menos) ser el cuerpo
físico. Ha sido en estos últimos siglos cuando, gracias a la razón aún poco
desarrollada, ha podido pensar que no es exactamente el cuerpo físico, puesto
que tenemos sentimientos y pensamos, siendo estos “no físicos”. Así que hoy,
con nuestra conciencia personal (no la individual del Ego o Yo superior) ya
solemos pensar que no somos solo el cuerpo físico y que somos algo más invisible
a los sentidos y con poder sobre él. Pero, aún así, aunque sabemos que nuestras
manos no tienen deseos y que incluso el cerero por sí mismo tampoco piensa,
muchas personas creen aún ser el cuerpo físico.
El cuerpo físico no deja de ser una forma física como
otra cualquiera (aunque más compleja) que si no fuera penetrada por una vida,
sería materia muerta como cualquier otro objeto; lo que demuestra que la
conciencia (el Yo superior) está fuera y muy por encima del cuerpo físico. Y
cuando ese Yo se desconecta del cuerpo físico y retira también la vida de él,
es cuando decimos que determinada persona ha muerto. Cuando una persona más
desarrollada de lo normal despierta la clarividencia voluntaria, y está frente
a un recién fallecido puede ver que siguiendo un cordón etérico de color plata
brillante que sale de la cabeza, llega a encontrarse con una forma más o menos
ovoide flotando sobre el cuerpo físico. En esa forma, esta la vida, los
sentimientos, deseos, la mente, y el propio Yo en su propio mundo. Cuando ese
cordón se rompe es cuando realmente se produce la muerte y el Yo ya no puede
volver a entrar en su cuerpo.
¿Qué significa esto? Pues que mientras los
familiares lloran, gritan, se visten de luto o celebran la muerte y comentan
sobre ese difunto hechos de su vida, es muy posible que él esté prestando
atención a todo mostrando diferentes aspectos de su carácter puesto que el
difunto sigue siendo el mismo, y puesto que lo único que ha abandonado es el
cuerpo físico de materia vulgar. El “fallecido” puede reaccionar emocionalmente
y en pensamiento ante las críticas, los juicios, las burlas, los halagos, el
cariñó, etc. pero no puede expresarlo ante ellos, por tanto, a ratos puede
sentir rabia, rencor, odio; y en otros puede sentirse feliz, tranquilo y con deseo
de querer besar y abrazar a determinadas personas queridas. ¡Qué diferente
sería esto si ya fuésemos capaces todos de ver lo que ocurre en ese mundo donde
vamos cada noche y al abandonar definitivamente el cuerpo físico!
Pero ¿Qué es lo que suele ocurrir generalmente?
Pues que la gente cree que la persona es el cuerpo físico y le llora y le
miran, etc, pensando que está ahí incluso cuando está encerrado el cadáver en
el ataúd. Y mientras tanto, el difunto les mira desde fuera del cuerpo y,
además de lo dicho anteriormente, sufre porque no le oyen cuando intenta
decirles: ¡No lloréis, que yo estoy aquí y me encuentro bien! Así que, para
esas personas, ese ser se ha ido para siempre y no saben que lo tienen más
cerca que antes y, normalmente, bien acompañado. Durante un tiempo corto, el
difunto puede todavía estar ceca de ellos y seguirá teniendo los mismos deseos,
sentimientos y pensamientos según lo que vea y lo que escuche. Pero como eso no
lo saben sus familiares y amigos, es fácil que, por un lado le puedan hacer
bien algunos de ellos, pero por otro lado otros le pueden hacer mucho mal según
lo que mencionen de él. Y lo que tampoco saben es que todo lo que ve y oye
(sobre todo si es poco desarrollado) le puede retener en la parte más inferior
de ese mundo donde todo es sufrimiento. Por todo esto llevo muchos años
divulgando ese conocimiento, es necesario cambiar la forma de actuar que
tenemos en la mayoría de los países y a nivel familiar.
¿Qué ocurriría si todos (aún sin ser clarividentes)
supiéramos que todo esto es cierto? Pues sobre todo que seríamos responsables
del mal que pudiéramos hacer a un fallecido cualquiera con nuestras molestias o
críticas y llantos. Pero lo peor de todo es que también seríamos responsables
en algún grado del perjuicio que se le causa al no poder estar atento a la
película de su vida, la cual se tiene que llevar a ese otro mundo para extraer
el beneficio de las experiencias y convertirlas en “conciencia” y “virtudes”
como hacemos vida tras vida. En vez de llorar y montar un escándalo,
hablaríamos muy bien del fallecido, mencionando sus buenas obras, su buen
carácter, y todo lo bueno en general de su vida, aunque fuera algo cómico. Y
también, en vez de estar tristes o vestirnos de luto, invitaríamos a la familia
a tomar algo en casa en su nombre y para celebrar que ya ha dejado de sufrir o
de penar por determinadas cosas. Generalmente hacemos lo contrario, celebramos
el nacimiento pero también encadenamiento de un Espíritu a su cuerpo físico
sabiendo que, en menor o en mayor grado, pasará penalidades, enfermedades,
fracasos, etc.
Esta es la gran enseñanza de Max Heindel dada a él
por los Hermanos Mayores de la humanidad antes de que fundara la Fraternidad
Rosacruz; una escuela iniciática que emancipa a sus estudiantes del concepto de
la muerte y de otros conceptos relacionados con ella y con la vida y el
destino. Este conocimiento no solo quita el miedo a la muerte, sino que enseña
a dar los cuidados oportunos antes, durante y después de la partida de este
mundo. Esta enseñanza explica que desde que deja el cuerpo físico y hasta
cierta cantidad de años el difunto puede estar cerca de nosotros y que podemos
ayudarle con oraciones y otras formas.
Cristo dijo que las obras que él hacía las haríamos
nosotros también y también dijo que donde él iba no le podíamos seguir pero que
lo haríamos después. Además de saber que no somos el cuerpo físico, estas
palabras indican que es ese Espíritu o Yo el que seguirá a Cristo. Si, como
también está escrito, tenemos que ser perfectos como nuestro Padre lo es, es
evidente que no se puede referir al cuerpo físico, sino a ese Espíritu o Yo que
es el que renace, el que experimenta, el que muere para extraer el beneficio de
las experiencias, el que prepara una nueva y mejor vida y destino, etc. Nuestro
cuerpo físico es temporal y puede morir antes o después según el destino que
traigamos, según la salud, los cuidados que tengamos con él, etc., por tanto,
en una vida no se puede hacer perfecto como Dios.
Y lo mismo que antes de adquirir la autoconciencia
no teníamos un cuerpo físico como ahora, (se ha ido desarrollando y
densificando) y lo mismo que antes de respirar en el aire como ahora
respirábamos en el agua como el feto antes de nacer, así en un futuro seremos
capaces de desarrollar la clarividencia, la salida del cuerpo físico de forma
voluntaria y consciente, y otros poderes que nos permitirán dejar el cuerpo
físico para siempre. Entonces todos seremos conscientes de que la muerte no
existe y que es solo el paso de la conciencia de un estado o mundo a otro. Por
todo eso es necesario leer con una mente abierta los pasajes bíblicos cuando le
preguntan a Juan el Bautista que si él es Elías; y esos otros comentarios que
se mencionan sobre si Cristo era Jeremías, Moisés u otro profeta. Cristo mismo
dijo que Juan el Bautista era Elías, por lo tanto, a buen entendedor con pocas
palabras basta. El motivo de escribir este artículo es el mismo que tengo para
haber escrito cientos de ellos y algunos libros que siempre he regalado, es
decir, divulgar estas enseñanzas que tanta falta hacen al mundo como un simple
y humilde estudiante de ocultismo.
EN RECUERDO DE MI QUERIDA AMIGA IRINA DE UCRANIA
Francisco Nieto
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