Por Sarah Varcas
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13 de Junio 2016Traducción: Gabriela Halblaub
Nacido de un Lugar Sagrado
Neptuno retrógrado es muchas cosas:
unidad con lo divino, volar a lo no real, la inmersión en el amor, el evitar a
través de la auto decepción, y el reposo compasivo. Es ambos, nuestro retorno a
la fuente sagrada, y todo lo que hacemos para evitar el terreno rígido que a
veces debemos cruzar para llegar a ella. Neptuno ofrece una elección: abrazar
lo divino o evitarnos a nosotros mismos. Simplemente no podemos hacer ambas
cosas.
La curación ofrecida por Neptuno
requiere fe, tan profunda que estamos dispuestos a renunciar
a nuestra propia
identidad, sí así lo debemos hacer. Para experimentar la paz profunda del amor
incondicional de Neptuno, no podemos mantener una historia sobre quién hizo qué
y cuándo, cómo debería ser nuestra vida en oposición a cómo es, o atravesar
otra vez heridas pasadas, viejos triunfos o futuras imaginaciones. Neptuno no
sabe nada, sino todo como si fuera uno. Cuando se vuelve retrógrado, provee
como un fondo para los altibajos de la vida diaria, la oportunidad de dejar ir
todo y sumergirnos en el flujo divino del amor, que emerge por siempre del
corazón de la Fuente Sagrada. En este flujo no somos nada ni nadie, y aún así
somos todo también, el para siempre y completo todo.
La “nada y el nadie” de Neptuno no
es una víctima o un desvalido, sujeto a los caprichos de otros o a la tela
compleja de la vida misma. Este “nadie” es todo, el gran vacío dentro y fuera,
el espacio oscuro infinito entre los planetas que conocemos tan bien. Neptuno
nos enseña que sólo al estar preparados para terminar es que realmente podemos
empezar; que en el desfallecimiento de todo lo que creíamos ser está
establecida la paz más profunda y más vibrante – la paz de ser nada y todo, una
sabiduría mística de presencia y ausencia en un solo respiro y un solo momento
de tiempo infinito. No nos podemos imaginar en este estado del ser, ni tampoco
podemos hablar de él en forma efectiva. En el dominio de Neptuno las palabras
ya no existen más, los conceptos fallan, el pensamiento es redundante, ustedes
y yo desaparecemos. No conoce nada sino al universo infinito en su totalidad, y
nos ve a todos como el espacio sin límites que realmente somos.
A medida que Neptuno retrograda a
través de su propio signo de Piscis, nos ofrece la oportunidad de desaparecer
cuando sea necesario, para retirarnos al mundo del espacio interno, así de
oscuro e infinito como los cielos que están sobre nuestras cabezas. Pero tanto
como añoramos la paz de Neptuno, podríamos encontrar profunda resistencia. Para
saberlo debemos renunciar a todo lo que deseamos ser, junto a todo lo que
añoramos dejar atrás, porque Neptuno no conoce de discriminaciones entre las
ataduras placenteras o las dolorosas. Sólo vé atadura, la soledad que crea y la
solución de liberar. No podemos elegir qué trascender; simplemente debemos
dejar ir todo.
Neptuno raramente hace mucho ruido.
Se sienta en silencio esperando, borrando gradualmente un poquito de nosotros
aquí, una esquina allá, una punta filosa o una carga pesada. Cuando está
retrógrado, su liberación nos lleva a lo más profundo, y nos pueden faltar las
señales usuales de identidad y personalidad, rol y responsabilidad, que nos
dice quiénes somos. Pero no hay razón para entrar en pánico, y no hay nada que
temer. Estamos seguros, incluso si desaparecemos. De frente a las tragedias y
triunfos de la vida, Neptuno nos ofrece
dejar ir todo donde sea que elijamos. Al hacerlo nos conocemos, no como alguien
que deja ir la identidad sino como el mero acto de dejar ir: la libertad de un
pájaro en vuelo, del hielo que se derrite hacia el mar abierto, de la arena que
se mueve en la brisa. Nacemos para siempre libres, salidos del espacio sagrado
y de la gracia cósmica.
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