Por: Alejandro Martínez Gallardo
UNO DE LOS MÁS GRANDES MISTERIOS ESOTÉRICOS SE CENTRA EN LA GLÁNDULA
PINEAL, "EL ASIENTO DEL ALMA" SEGÚN DESCARTES, EL TERCER OJO DE LAS
TRADICIONES ORIENTALES, LA GLÁNDULA QUE SECRETA DMT Y LA CUAL PARECE EXHIBIR
UNA EXTRAÑA CONEXIÓN CON LOS PROCESOS DE MUERTE Y REENCARNACIÓN
Mateo 6:22
We are led to believe a lie, when we see not through the Eye.
William Blake
Los fuegos siempre están jugando alrededor de la glándula pineal pero
cuando el kundalini los ilumina, por un breve momento el universo
entero se hace visible.
Madam Blavatsky
Desde la antigüedad la glándula pineal ha
sido objeto de la más alta especulación metafísica. Considerada como un tercer
ojo o un misterioso ojo espiritual, es uno de los centros anatómicos
principales a los que se dirigen el yoga tántrico y otras disciplinas místicas
en el afán de abrir o activar una percepción sutil y, al provocar un estado de
expansión de conciencia, unir al practicante con la divinidad o los principios
universales. "En el esoterismo la glándula pineal es el vínculo
entre los estados objetivos y subjetivos de conciencia o, en términos
exotéricos, entre los mundos visbles e invisibles de la naturaleza", dice
Manly P. Hall (Man: Grand Symbol of the Mysteries).
Esta especulación (que en las tradiciones
ocultas seguramente es acompañada de una serie de experimentos de anatomía
teúrgica) ha sido revivida en la actualidad con el descubrimiento de que la
glándula pineal secreta DMT (un poderoso enteógeno endógeno) y una misteriosa
coincidencia encontrada por el doctor Rick Strassman: esta glándula se forma a
partir de la séptima semana dentro del feto (el mismo
momento en el que se identifica el sexo); son también exactamente 7 semanas o 49 días los que se dice que tarda
un ser humano en reencarnar según el Libro tibetano de los muertos (Bardo
Thödol), la gran autoridad en escatología que tiene el budismo. En este
artículo intentaremos conectar la concepción antigua de la glándula pineal como
una puerta espiritual y un órgano de percepción metafísica con los hallazgos y
algunas de las hipótesis más radicales de Strassman. Para hacer esto primero
sentaremos un contexto científico, histórico y simbólico de la glándula pineal.
Empotrada en el centro del cerebro, con forma
de cono de pino, este pequeño órgano del sistema endócrino es responsable de
producir melatonina a partir de la serotonina y dimetiltriptamina (DMT), una
sustancia psicodélica endógena que está presente en pequeñas cantidades en
buena parte de las especies del planeta (que tiene un precursor, como la serotonina,
en el aminoácido triptofano), entre otras hormonas que emulan
neurotransmisores. Su estructura, conformada por células muy similares a las de
la retina, es considerada vestigio de un tercer ojo primitivo y en algunos
reptiles este "ojo parietal" sigue funcionando como
fotorreceptor. Estudios muestran que la glándula pineal es especialmente sensible a los campos
magnéticos y su secreción de diferentes hormonas es mediada por la luz o la
oscuridad a la cual es expuesta --la serotonina se incrementa con la luz y la
melatonina necesita de la oscuridad (Strassman teoriza que el DMT podría ser
generado naturalmente si se pasa mucho tiempo sin exponerse a la luz).
Alrededor de 1630, René Descartes escribió su
famosa hipótesis sobre la glándula pineal como el "asiento del alma".
El padre del racionalismo explica: "este peculiar lugar de la residencia
del alma es el Conarium, o Glandula Pinealis, un cierto
núcleo que semeja un cono de pino, ubicado entre los ventrículos del
cerebro", y dice que la razón por la cual este es el asiento del alma es
"porque esta parte del cerebro es singular y sólo una". Añade el
filósofo francés que los más inteligentes no son los que tienen una glándula
pineal más grande sino una más móvil, en esto coincidiendo con la versión
ocultista que sugiere que la glándula pineal se activa por el movimiento --una
especie zumbido-- de la energía que es representada por la serpiente kundalini.
Pese a que para algunos la idea de Descartes parece tener una extraña claridad
intuitiva, en su época y posteriormente esta conjetura le ha ganado el escarnio
de sus colegas.
Manly P. Hall en Man: Grand Symbol of
the Mysteries nos dice que la glándula pineal corresponde a la sefirá
de Kether, la corona, la unidad divina que contiene a todas las cosas, y es El
Ojo que Todo lo Ve de los masones, el Ojo de la Providencia, el Ojo Único de
las escrituras [Mateo 6:22] y también el Ojo de Horus y el Ojo del Cíclope (los
titanes griegos que evocan un estado primigenio o de una humanidad previa, que
supuestamente tenía acceso a una percepción directa del cosmos como realidad
interna).
Según el egiptólogo E. A. Wallis Budge, en
algunos papiros se muestra a la persona fallecida con un cono de pino adherido
a la corona de su cabeza al entrar a la sala del juicio de Osiris. En los
misterios griegos a veces se llevaba un bastón simbólico con un cono de pino
adherido --el tirso o báculo de Dionisio. Esta misma investidura ritual se
mantiene aún entre algunos líderes de la Iglesia católica (¿el que lleva el
báculo con el cono de pino es el que tiene el ojo interno abierto y por lo
tanto puede guiar?) y en la plaza de San Pedro podemos ver una enorme escultura
de una glándula pineal flanqueda por dos pavos reales (las plumas de los pavos
reales están adornadas por patrones similares a ojos, llamados ocelli y
simbolizan también la omnividencia). Manly P. Hall señala que en la iconografía
china se pueden observar plumas de pavo real adheridas a la cabeza de ciertos
personajes de la nobleza en la zona que corresponde a la glándula pineal...
todo lo cual puede ser una coincidencia, o uno de los misteriosos pathosformel
que detectó el historiador Aby Warburg y que
se repiten transculturalmente como si hubiera un origen común a toda la
simbología.
Acercándonos más en el tiempo a lo que nos
concierne en este caso tenemos el intrigante trabajo del doctor Rick Strassman,
autor del libro The Spirit Molecule, en el que registra los
resultados de sus experimentos administrando DMT a voluntarios en la facultad
de medicina de la Universidad de Nuevo Mexico y sus posteriores hipótesis y
especulaciones sobre la función del DMT en el organismo. Una de las cosas que
más ha fascinado a los lectores de este texto es la increíble coincidencia
notada por Strassman entre los 49 días que tarda un individuo en tomar una
siguiente vida, según el Libro tibetano de los muertos, y el
momento en el que la estructura pineal se manifiesta en el feto humano, 49 días
después de la concepción. El mismo
Strassman explica:
Sugiero que la fuerza vital del individuo
entra al cuerpo a través de la pineal 49 días después de la concepción y se
libera a través de la glándula pineal en la muerte. Este período prenatal de 49
días corresponde a las primeras señales del tejido pineal fetal, la
diferenciación de las gónadas en masculino y femenino y el intervalo de tiempo
entre la muerte de un individuo y la reencarnación de su alma según el budismo
tibetano. Sugiero un modelo metafísico en el que los impulsos biológicos,
psicológicos y espirituales existen en una tensión dinámica con esta glándula
espiritual.
Desde la publicación de su libro Strassman
había teorizado que la glándula pineal era responsable de producir DMT, la
molécula psicodélica que había sido detectada en el organismo humano. Años
después de la publicación se confirmó que, al menos en el caso de los
ratones, la glándula pineal en efecto produce
DMT. Strassman además cree que el DMT podría estar
correlacionado con el componente visual de los sueños y con las visiones
reportadas en las experiencias cercanas a la muerte. Con esto Strassman empieza
a trazar una especie de doble umbral entre la vida y la muerte localizado en la
glándula pineal: lo que de un lado es una urna acaba siendo una cuna en otro
lugar y viceversa. En su libro The Spirit Molecule intenta
interpretar esta misteriosa coincidencia, la cual lo lleva de la ciencia hacia
la especulación metafísica:
Hay algo que nos 'vivifica' cuando se une al
cuerpo. Cuando presente en la materia, se muestra como movimiento y calor. En
el cerebro provee el poder de recibir y transformar en conciencia nuestros
pensamientos, sensaciones y percepciones...
Lo que propongo es una "doctrina del
tiempo pasado". Si los textos budistas y la embriología humana revelan que
diferentes desarrollos requieren 49 días, los eventos pueden estar
relacionados.
"Al morir", nos dice Strassman,
"parece haber una alteración profunda en la conciencia que se desliga de
su identificación con el cuerpo. El DMT pineal hace disponibles esos contenidos
particulares no corporalizados de la conciencia... es probable que la pineal
sea el órgano más activo al momento de la muerte". Strassman especula que
en los 49 días después de la muerte "las experiencias acumuladas,
memorias, hábitos, tendencias, sensaciones" son procesados, eliminados o
integrados y lo que queda es luego asimilado a la siguiente vida "por
resonancia, o vibración simpática de campos similares" (esto es lo que en el
budismo se conoce como los skandhas o agregados). El cuerpo
está listo para recibir ese material psíquico una vez que es capaz de
sintetizar DMT, cuando "la glándula pineal puede actuar como una antena o
un pararrayos del alma".
En el caso del budismo tibetano son 49 días
también los que se suele mantener el luto, el cual consiste, entre otras cosas,
en rezarle a los muertos oraciones y mantras del Libro tibetano de los
muertos, bajo la creencia de que el compuesto psíquico de la persona
fallecida vaga por el mundo intermedio (el bardo) en búsqueda de la liberación
que encuentra su vehículo en la Luz Clara (ösel), una luz que es la
conciencia misma. Se cree que las oraciones pueden servirle como una guía para
unirse con esta luz que es la realidad más allá de la ilusión del samsara o el
ciclo de muerte y renacimiento. Hay que mencionar (y precisarle a Strassman)
que para el budismo lo que "reencarna" no es un alma como la
conocemos en la teología cristiana, por ejemplo, sino un componente psíquico o
un agregado de la mente, que existe solamente hasta que sus acciones o karmas
hayan cumplido con su cadena de causas y efectos. René Guénon incluso sugiere
que la idea de la reencarnación es una invención moderna y que lo que predican
las religiones orientales es solamente la transmigración, es decir una
continuidad de la mente (o del alma en el caso del hinduismo) pero en otros
mundos y planos de existencia.
El viaje por el bardo consta de siete
niveles, los cuales duran cada uno 7 días y en los cuales el individuo se ve
enfrentado a diferentes estratos de visiones, algunas más terroríficas que
otras (suelen aparecer las iracundas deidades tántricas en una región similar a
lo que en otras tradiciones se conoce como el astral o el mundo del deseo). Se
dice que si el individuo es capaz de distinguir estas visiones como meras
proyecciones de su mente o reflejos de sus actos y pensamientos pasados,
entonces ocurre una purificación y puede alcanzar la liberación. Si esto no se
logra, entonces, el Bardo Thödol narra una inquietante
secuencia en la que la atención del individuo, que vaga en un caliginoso mundo
de espectros y deseos, es atrapada por una imagen irresistible y abominable:
una pareja que tiene sexo. El individuo se identifica con esta cópula
interdimensional y se echa a andar el proceso de renacimiento en el rayo de la
inseminación (¿de los dos lados, en la muerte y en la vida, una luz avanza en
un túnel?).
Los tibetanos no son los únicos que tienen
este conocimiento tradicional, en Occidente encontramos una extraña mención de
esta creencia. En un pequeño texto de la época del Renacimiento, incluido
en la edición de Angela Voss de las obras
astrológicas de Marsilio Ficino, el gran platonista florentino señala que uno
de los momentos definitivos de la concentración psíquica de los individuos es
aquel en el que "por primera vez el feto es imbuido con la vida. Dicen que
esto sucede en el segundo mes, cuando Júpiter actúa poderosamente. No queda
claro si la vida entra la primera mitad de este mes o en el día 49 después de
la concepción; la naturaleza usualmente emplea procesos septenarios en los
asuntos humanos". Esto es una creencia numerológica ligada a los siete
aspectos del alma, según se explica en la astrología hermética, equivalente a
los siete planetas del sistema astrológico antiguo y los 7 días de la Creación,
así como varios otros septenarios que parecen ser reflejos de los siete poderes
creativos y de una especie de código creativo que permea el cosmos.
Siguiendo con la lista de ominosas
coincidencias, en el taoísmo se explica que la menopausia llega a los 49 años.
Se tiene también en esta religión la creencia de que la esencia vital --cuyo
origen se cree que es divino-- se pierde a través del sangrado excesivo, por lo
cual la mujer debe controlar su menstruación, si bien nunca erradicarla del
todo, ya que en ella, como en el semen en el caso del hombre, está la sustancia
esencial (Jing) que puede transformarse en espíritu (Shen).
Tenemos también el caso de la religión judía
en la que el 49 tiene un significado especial. La fiesta de Shavuot, una de las
más importantes del calendario religioso judío, se celebra 49 días después de
la fiesta de Pésaj (la celebración de la liberación de Egipto).
"Shavuot" significa "semanas", esto es las 7 semanas que se
debe hacer "la cuenta del Omer" (Omer es una unidad de medida de
cebada y también la ofrenda que se llevaba al templo de Jerusalén). En esta
fecha (Pentecostés en griego; 50 días) se celebra la entrega de la Torá de
Dios a Moisés en el monte Sinaí. Esto es el momento que culmina la liberación
de la esclavitud y el cumplimiento del destino, ya que se dice que el pueblo
judío fue elegido para recibir la Ley.
Los 49 días, según enseña el aspecto místico
de la religión judía, son contados cada uno como una puerta o un escalón hacia
el conocimiento; en cada uno de ellos se debe meditar y purificar la mente para
en el día 50 entrar en el conocimiento de la deidad. Es en alusión a esto que
Roberto Calasso tituló uno de sus libros de ensayo Los 49 escalones (un
guiño probablemente a los estudios cabalísticos de Walter Benjamin). Esos 49
escalones o 49 días son el intervalo que debe recorrerse para la unión con la
divinidad. Algo que se vuelve a revelar por el hecho de que entre las
diferentes vías para subir el árbol de las sefirot se puede tomar un camino de
49 escalones por la columna central de Malkhut, Yesod y Tiferet, y así acceder
en el cincuentavo escalón de Daat a las tres sefirot superiores. Las siete
sefirot inferiores son equivalentes a los 7 días de la Creación y los tres
superiores al conocimiento de la divinidad más allá del mundo
manifiesto.
Para aquellos interesados en la numerología y
en la gematría, los referimos a un fascinante análisis
computacional que ha encontrado un código en algunos pasajes de los cinco primeros libros de la Biblia.
A intervalos de 49 letras después de la aparición de la primera letra hebrea
del nombre "Torá" se encuentran letras que deletrean sucesivamente la
palabra "Torá", el libro de la Ley, en lo que podemos ver una especie
de fractal lingüístico, un guiño de un libro dentro de un libro.
Podemos especular que de alguna manera estos
49 escalones son una multiplicación (7x7) de la escalera del sueño de Jacob
(que aparece en capítulo 28 del Génesis), la cual une al cielo con la tierra, y
la cual a veces es representada con siete escalones. Es probable que tengamos
aquí una fórmula cabalística con el 7 que requiere de una elucidación esotérica
más profunda. Por otro lado, la teosofía, en su esquema de la evolución,
considera que hay siete razas raíz o siete humanidades y cada una de ellas se
divide en siete épocas.
Cotejando todo con esto con la investigación
de Strassman, pareciera que existe una analogía entre el proceso creativo
macrocósmico y el proceso embrionario microcósmico. Un poder del 7 que se
repite en el espacio cósmico como en el espacio celular. El gran misterio del
universo, según el físico John Archibald
Wheeler, es cómo de un aparente caos azaroso
emergieron leyes físicas tan perfectas, las cuales podemos conocer a través de
las matemáticas. Podría ser que el 7 es de alguna manera parte esencial del
desenvolvimiento de este patrón inmenso que llamamos universo.
Claro que siempre cabe la posibilidad del
error humano y el exceso de proyección de la mente hacia la naturaleza y tal
vez Strassman y nosotros aquí estemos conectando demasiados puntos en el cielo
con el cerebro, creando una nueva constelación de un animal espiritual donde no
hay más que astros inconexos, cielo vacío y procesos químicos ciegos.
En la siguiente parte de este ensayo
exploraremos los aspectos más esotéricos relacionados con la glándula pineal,
las visiones de los profetas bíblicos y algunas técnicas ocultistas para
activar este centro de percepción espiritual. Como anticipo mencionaremos aquí
brevemente el trabajo del "rabino
psicodélico" Joel Bakst (y aquí es donde
las cosas realmente se ponen esotéricas y quizás un tanto desaforadas). Bakst
leyó el libro de Strassman y conectó sus hallazgos con su conocimiento de la
cábala, avanzando la tesis de que la visión de Jacob, en la que sostiene haber
visto "cara a cara a Dios" y la cual ocurre en un lugar llamado
"Peniel" (lugar donde se construiría luego el Templo de Jerusalén),
es en realidad una alusión a la activación de la glándula pineal, la cual
sería la mítica Ciudad de Luz que aparece
en la Biblia. Asimismo, Bakst
sugiere que el DMT es el vehículo material del arcángel Metatrón, quien es el
"sistema nervioso de Dios", esto bajo la concepción de que el cosmos
es la anatomía misma de la deidad y que el cuerpo humano es un pequeño universo
o una imagen de Dios. Lo anterior sugiere que algunos de los episodios
crípticos que encontramos en los textos sagrados tienen correspondencias
puntuales con procesos de yoga o alquimia dentro del cuerpo humano.
En la siguiente entrega exploraremos más a
fondo estas hipótesis que podrían sonar un tanto descabelladas en principio,
pero que ciertamente tienen un aire poético; y se entiende la licencia bajo el
deseo de aproximarse a esta región numinosa, ya que este caso que congrega a la
glándula pineal, la activación del kundalini, el DMT y las puertas espirituales
en el cuerpo humano es uno de los grandes misterios esotéricos de todos los
tiempos.
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