La comunicación es la fuente misma de la conexión humana. Punto. Sin ella, las relaciones no existirían, y mucho menos evolucionarían o prosperarían. La forma en que nos expresamos, compartimos información y hablamos con los demás no solo crea la realidad que compartimos, sino que también construye la realidad que experimentamos individualmente. Todos vivimos en un mundo en el que la comunicación se produce a un ritmo vertiginoso, y puede ser muy fácil dar por sentado este aspecto vital de nuestra humanidad. ¿Cuán significativa puede ser nuestra comunicación cuando respondemos a mensajes de texto, correos electrónicos, publicaciones en redes sociales y llamadas telefónicas a veces incluso antes de hablar con alguien?
Probar la sabiduría de
filósofos antiguos como Sócrates —quien vivió mucho antes de la transcripción
automática de voz— puede ayudarnos a simplificar y quizá hasta purificar
nuestras conversaciones, ya sean digitales o analógicas. Un ejemplo de ello es
el triple filtro de Sócrates. Si no estás familiarizado, es una herramienta
extraordinariamente atemporal para elevar nuestras conversaciones de simples
intercambios u ocurrencias digitales a un diálogo más significativo. Esta
filosofía puede enriquecer y refinar la forma en que nos comunicamos en la era
digital, pero también puede aportar un nivel de consideración y tal vez incluso
una intimidad más profunda a nuestras relaciones.
La prueba de triple filtro se
divide en las siguientes tres preguntas:
Filtro 1: ¿Es verdad?
Esto es importante,
especialmente en una era en la que la información viaja a la velocidad de la
luz y no hay una capacidad inmediata para verificar los hechos. El primer
filtro nos insta a hacer una pausa y reflexionar genuinamente sobre la
veracidad de nuestras palabras. Antes de compartir cualquier cosa, podemos
preguntarnos: ¿Es esto realmente cierto? Este filtro cultiva un compromiso con
la precisión, lo cual fomenta un entorno en el que se mantiene la confianza y
la credibilidad en nuestra comunicación. En una relación, preguntarnos si lo
que estamos compartiendo es verdad puede tener un significado más matizado.
Además de preguntarnos si es literalmente veraz, también podemos hacer una
pausa y preguntarnos si es auténtico.
Digamos que tu pareja escucha
una parte una conversación telefónica que estás teniendo y llega a la
conclusión de que la estabas criticando cuando en realidad estabas expresando
tu frustración por un colega. En lugar de reaccionar a la defensiva, puedes exponer
el verdadero contexto e incluso comenzar una conversación sobre por qué tu
pareja tendría tanto miedo de que hables de ella a sus espaldas. ¡Podría ser
una inseguridad que debas conocer! Esto no solo se aplica al primer filtro,
sino que ofrece una oportunidad para una conversación e intimidad auténticas.
O tal vez te estabas quejando de tu pareja y
necesitas abordarlo con ella. Sin embargo, antes de ser brutalmente franco,
asegúrate de aplicar el segundo filtro…
Filtro 2: ¿Es bondadoso?
Más allá de comprometernos a
ser sinceros, ahora debemos evaluar la bondad de nuestra comunicación. ¿Es
amable, empática y constructiva? Aquí, Sócrates nos invita a infundir nuestras
palabras con respeto y positividad, que produzca un efecto dominó que
contribuya a una estructura social más compasiva y comprensiva. Puede que no
sea fácil recurrir a la bondad en todas las interacciones, pero es posible y
necesario. La bondad adopta muchas formas, no significa necesariamente ser
dulce, puede significar ser decente, puede significar contenernos un comentario
negativo, hablar en voz baja o incluso simplemente escuchar.
¿Conoces esa sensación
incómoda que surge cuando estás en una cena —o peor aún, en una reunión
familiar— y alguien entra en un tema de discusión controvertido? ¡De pronto,
las palabras enardecidas vuelan y las cosas se tornan un poco personales! Este
es el momento del segundo filtro. Incluso una persona que conversa de manera
respetuosa y reflexiva puede disipar instantáneamente un momento tenso.
¿Recuerdas esa vieja frase:
¿si no tienes nada agradable que decir, no digas nada en absoluto? Eso es
fundamental para este filtro.
Filtro 3: ¿Es útil?
En este momento de la sociedad
moderna, estamos verdaderamente bombardeados por un flujo constante de
información que nos llega a través de un sinfín de plataformas. La mayor parte
de esta información es transitoria, superficial y descartable. Piénsalo: en un
día cualquiera, ¿qué porcentaje de contenido que recibes es realmente útil o
hasta necesario? El tercer filtro de Sócrates nos lleva a evaluar la utilidad
de nuestras palabras y de lo que compartimos. ¿Es relevante lo que estamos
comunicando? Al priorizar la utilidad, podemos asegurarnos de que nuestra
comunicación tenga valor y sustancia. Este filtro nos anima a destilar nuestra
comunicación y conversaciones, centrándolas en el significado, la positividad y
la conexión.
Si un amigo se lamenta de que
su hijo pequeño no deja de rayar las paredes con crayón, y tú ni siquiera
tienes hijos, ¡cualquier consejo que le ofrezcas probablemente no lo ayudará!
Elogiar su paciencia, empatizar con su frustración y expresar tu confianza en
él sería mucho más útil.
Los estoicos no tenían
Instagram, pero sus herramientas para una comunicación efectiva realmente
pueden servirnos. Al aplicar los principios de verdad, bondad y utilidad a
nuestras palabras, podemos transformar la comunicación de un simple intercambio
en un diálogo genuino que fomente la comprensión, la conexión y el cambio
positivo. Los invito a adoptar esta sabiduría ancestral en todas sus
interacciones, esforzándose por una forma más intencionada e impactante de
comunicarse entre sí. Hasta podría cambiar la forma en que te hablas a ti
mismo, que es, después de todo, la relación más importante que tendrás en tu
vida.
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