Un refrán del Renacimiento sentenciaba que “cuánto zuga la abeja, miel torna, cuánto la araña ponzoña”.
Esta frase -que oponía desde una perspectiva
simbólica a la abeja y a la araña- fue enunciada más tarde de muchas maneras,
por ejemplo: “Cuando suda la abeja, se vuelve cera y miel; cuando
la araña, veneno y hiel”, y tomada por conocidos escritores,
como Calderón de la Barca: “De un lisonjero clavel
/ que hermoso a la vista engaña, / una dulce, otra cruel, / saca
ponzoña la araña, / la abeja destina miel”. (1)
“Repares también quiero
en la industriosa abeja
y en la sencilla araña,
que de la misma vida
miel y veneno sacan…,
y a las que en cierto modo
a los dos nos retratan:
Tú a las verdaderas
cosas las haces falsas;
mas yo de las mentiras
saco verdades claras”. (2)
en la industriosa abeja
y en la sencilla araña,
que de la misma vida
miel y veneno sacan…,
y a las que en cierto modo
a los dos nos retratan:
Tú a las verdaderas
cosas las haces falsas;
mas yo de las mentiras
saco verdades claras”. (2)
Al ser trasladarse al ámbito humano, esta oposición
simbólica nos muestra con claridad dos formas de pararse frente a la vida,
dos modos de reaccionar ante la realidad, la cual puede ser fuente de dulzura y
propósito o, por el contrario, de amargura y sinsentido.
El psicólogo Víctor Frankl, quien
sufrió en carne propia el horror de los campos de concentración del nazismo,
tras haber sido despojado de su familia, de sus propiedades, de su dignidad, de
todas las cosas que eran importantes para él, al encontrarse al borde del
abismo tuvo una revelación: “Me lo han quitado todo, pero hay una cosa
que no me pueden quitar. La posibilidad de elegir mi actitud”. Según
el testimonio de Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo
una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud
personal ante un conjunto de circunstancias -para decidir su propio camino. Y
[en los campos de concentración] siempre había ocasiones para elegir. A diario,
a todas horas, se ofrecía la oportunidad de tomar una decisión”. (3)
Frente a todas las cosas, frente a todos los
contratiempos y todas las adversidades, cada uno de nosotros siempre tiene la
posibilidad de elegir la actitud. Ciertamente, entre estímulo y respuesta hay
un espacio. Es un espacio mínimo, pero existe. Y en ese espacio tenemos la
libertad de optar.
Para muchas personas, todas las cosas son motivo de
queja y de excusas: el gobierno, el clima, la situación mundial, la economía,
el jefe, la mala suerte… Sin embargo, en el mismo lugar en el que los profanos
encuentran excusas (ex=afuera, cusa=causas) los discípulos encuentran
oportunidades para hacerse responsables, a fin de “responder con habilidad” a
todos los retos y escollos que se vayan presentando. Mientras unos
maldicen el clima y se quejan del “mal tiempo”, otros prefieren cantar bajo la
lluvia.
Ante los acontecimientos agradables y
desagradables, los judíos cabalistas recomiendan mantener una actitud estoica y
simplemente decir: “Gam Zu Letová” (¡esto también será para
bien!). Ciertamente, este enunciado no puede ser entendido con la mirada
miope del materialismo, pero desde una perspectiva iniciática -donde no existen
casualidades sino causalidades y donde detrás de cada evento y persona que llega
a nosotros existe una necesidad del Alma y una lección que aprender- este es el
fundamento pedagógico de la Escuela de la Vida.
En la oposición simbólica de la araña y la
abeja, los dos animalitos se corresponden a dos maneras de interpretar el
mundo:
Una postura profana-materialista, que podría
enunciarse de este modo: “Todo lo que nos ocurre es casual y carece de
sentido. Existe un “afuera” y un “adentro” que están divorciados. Afuera de mí
hay cosas que están separadas entre sí y eventos aislados de los cuales soy
solamente un espectador. Al no encontrar un sentido a mi existencia, busco
el placer y escapo del dolor. Esto es la único que puedo comprender y al
entregarme a los placeres, intento escapar del vértigo de una existencia sin
propósito”.
Por otro lado, una postura
iniciática-espiritualista, puede resumirse así: “Todo lo que nos ocurre
es causal -tiene un sentido- y está sujeto a un propósito más alto. Existe una
Unidad trascendente y todos los seres de la Naturaleza están ligados entre sí
por hilos invisibles. Por lo tanto, yo también estoy vinculado a las demás
personas. Todas las cosas que suceden “afuera” responden a una necesidad del
Alma y el mundo está pletórico de sentido y propósito. No niego la existencia
ni el valor vital del placer y del dolor, pero no me ato a ellos y trato de
trascender esa oposición para tender a lo Bueno, lo Bello, lo Justo y lo
Verdadero”.
En otras palabras: la vida puede ser maravillosa o
puede ser una mierda. Sin embargo, la diferencia no está afuera, en ese mundo
supuestamente “objetivo” ni en las cosas que “nos pasan” sino en nuestro
interior, en nuestra actitud, en nuestra Alma.
¿Y tú? ¿Eres abeja o eres araña?
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