“El recuerdo es para los
que han olvidado” (Plotino)
Exactamente
como señala Platón en sus obras, todo conocimiento es recuerdo y,
por lo tanto, el propósito de todo sistema de formación de naturaleza
iniciática consiste en facilitar al discípulo una serie de herramientas
eficaces para que éste pueda hacer aflorar esa Gnosis Innata, ese
conocimiento primigenio que reside en su interior.
E
xisten diversos niveles de reminiscencia pero el más importante de todos es, indudablemente, el recuerdo de nuestra verdadera naturaleza, de quiénes somos realmente y de qué estamos haciendo en este planeta. Para esto, la pregunta clave es “¿Quién soy?”, el conocido Atma-vichara del que tanto habló el gran Ramana Maharshi y que consiste en un estado de observación pura que se sustenta en el procedimiento del “neti-neti” (“ni esto, ni lo otro”), es decir descartar todo lo que no somos, para finalmente descubrir lo que somos.
xisten diversos niveles de reminiscencia pero el más importante de todos es, indudablemente, el recuerdo de nuestra verdadera naturaleza, de quiénes somos realmente y de qué estamos haciendo en este planeta. Para esto, la pregunta clave es “¿Quién soy?”, el conocido Atma-vichara del que tanto habló el gran Ramana Maharshi y que consiste en un estado de observación pura que se sustenta en el procedimiento del “neti-neti” (“ni esto, ni lo otro”), es decir descartar todo lo que no somos, para finalmente descubrir lo que somos.
En
palabras de Antonio Blay: “El camino del conocimiento busca
conocer la Verdad, pero no cualquier verdad, sino precisamente aquella que, una
vez conocida, permite conocer todas las demás cosas”, lo cual ya había sido
expresado antiguamente en los Upanishads: “Conoce en ti aquello que,
conociéndolo, todo se torna conocido”. (2)
Por
eso decimos que el camino iniciático es un proceso de remembranza, para re-cordar
(volver a “cordis”, el corazón) y por eso en las enseñanzas sapienciales se
utiliza tantas veces el prefijo “re”: re-cordar, re-integrar, re-ligar,
re-unir, re-construir, re-gresar, re-vivir, etc., entendiendo que esta senda no
nos lleva hacia ningún lado que esté adelante (pro) sino hacia atrás (re). Sin
embargo, volver atrás no tiene nada que ver con regresar al hombre-mono sino
que consiste en recuperar la condición de hombre-dios.
Volver
a casa es retornar al mítico paraíso y este concepto capital
aparece -de una u otra manera- en todas las organizaciones de corte iniciático.
En
este sentido deben interpretarse las palabras del masón Walter Leslie
Wilmshurst: “El Paraíso Perdido es el verdadero tema central de la
Masonería tanto como lo fue de Milton, y también lo es de todos los antiguos
sistemas mistéricos. La doctrina masónica se centra y enfatiza el hecho y el
sentido de esta pérdida” (3). De ahí la importancia del episodio
bíblico de la caída para todos los sistemas iniciáticos
judeo-cristianos, lo cual sintetiza muy bien Wilmshurst: “Sea como
fuere que contemplemos este acontecimiento [de la caída] -y a través de la
historia de la raza humana ha sido enseñado por medio de innumerables
formas y por toda clase de parábolas, alegorías, mitos y leyendas, su único
significado consiste en que la humanidad en conjunto ha caído de su fuente y
lugar paterno original; que de estar inmerso en el centro eterno de vida, el
hombre ha resultado proyectado a la circunferencia; y que en este presente
mundo nuestro el hombre sufre un período de restricción, ignorancia,
disciplina y experiencia que lo capacitará para retornar al centro del que
provino y al que en realidad pertenece” (4)
Pero,
¿quién debe recordar? El Alma. ¿Y cómo recuerda el Alma? A través de su propio
lenguaje. ¿Y cuál es el lenguaje del Alma? El simbolismo.
Por
esta razón, debemos comprender que los símbolos son píldoras para la
memoria, despertadores, flechas indicadoras, miguitas de pan que
nos indican el camino de regreso a casa. Cuando los símbolos se reúnen en
un sistema iniciático fundamentado en un marco simbólico coherente, éstos se
transforman en verdaderas armas de destrucción masiva cuyo
cometido es dinamitar a la conciencia para que ésta despierte.
Y
entonces, “un símbolo permite, en una sola imagen o palabra, resumir
toda una historia o un largo discurso. El símbolo es el intermediario entre la
intuición y la inspiración”. (6)
Los
símbolos se ponen en acción (es decir, se “vivifican” o se “activan”) a través
del rito, lo que les permite liberar toda su “energía-fuerza”, que
puede ser captada, interiorizada y convertida en “carne y sangre” (encarnada)
por aquellas personas que pueden (o al menos intentan) ver más allá de lo
evidente. Siendo así, los secretos iniciáticos siempre estarán protegidos de
los curiosos y de aquellos que -aún habiendo sido “iniciados ceremonialmente”-
nunca estuvieron dispuestos a morir y volver a nacer.
“La enseñanza que no despierta en quien la recibe
una resonancia personal no puede procurar ninguna clase de conocimiento. (…)
Todas las experiencias, todas las cosas exteriores que rodean [al hombre] no
son más que una ocasión para ayudarle a tomar conocimiento de lo que hay en sí
mismo. Este despertar es lo que se llama anamnesis, que significa
reminiscencia”.(René
Guénon)
Notas
del texto
(1) Blay, Antonio:
“Maha-yoga: la investigación de la realidad del yo”
(2) Mundaka Upanishad
(3) Wilmshurst, Walter Leslie: “El significado de la Masonería”
(4) Wilmshurst: op. cit.
(5) Vale Amesti, Fermín: “El retorno de Henoch”
(6) Vale Amesti: op. cit.
(2) Mundaka Upanishad
(3) Wilmshurst, Walter Leslie: “El significado de la Masonería”
(4) Wilmshurst: op. cit.
(5) Vale Amesti, Fermín: “El retorno de Henoch”
(6) Vale Amesti: op. cit.
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