Un ángel se presentó ante una dama piadosa y le dijo: “He llegado
ante ti para concederte una gracia divina. Dime por favor qué deseas”.
La
mujer estaba tan impresionada por la aparición que no supo que decir, pero al
final manifestó: “¡Oh, aparición milagrosa! Verdaderamente no puedo
pensar en nada ahora mismo, pero si vienes mañana a esta misma hora podré
pedirte esa gracia divina que me ofreces”.
El
ángel sonrió, asintió con la cabeza y desapareció tan misteriosamente como
había venido.
Al día
siguiente, la dama esperó toda la mañana al ángel pero este no regresó.
Tampoco el segundo día, ni el tercero. Al cabo de unas semanas, la mujer se
convenció de que el ángel no volvería pero que -sin embargo- el ángel sí
le había concedido una gracia divina: la comprensión de que todo pasa y
que si desaprovechamos las oportunidades estas nunca regresarán.
Tempus Fugit. Carpe Diem.
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