En una
comarca lejana, el rey convocó al hombre más sabio del reino a fin de
encomendarle una curiosa misión: “¡Oh, sabio! Te encomiendo a partir de
este momento esta exótica perla azul. Quiero que recorras todos los
rincones de mi reinado y cuando encuentres al tonto más tonto, tendrás que
entregársela”.
Después
de dos años, decidió emprender el regreso al castillo del rey para informar al
monarca de sus actividades. Pero cuando llegó, encontró a los cortesanos
compungidos porque el anciano rey se había enfermado gravemente y estaba a las
puertas de la muerte.
El
sabio entró en la habitación y se encontró con el rey, que se lamentaba en su
lecho de muerte: “¡No quiero morir! ¡He dedicado toda mi vida a
acumular una gran fortuna y no tengo intenciones de dejarlas. Dime, ¡oh, sabio!
¿cómo puedo llevar mis riquezas a la otra vida?”
Y el sabio
respondió a su rey sin una palabra y en total silencio, le entregó la perla
azul.
“Aceptamos
el nacimiento pero no la muerte; aceptamos la ganancia pero no la pérdida, y
aceptamos que los problemas concluyan pero no que aparezcan. La verdadera
liberación se deriva de reconocer todo el ciclo sin identificarnos
exclusivamente con las cosas que nos gustan. Si recordamos el cambio y la
impermanencia de causas y condiciones, tanto positivas como negativas, podremos
usarlas en nuestro propio beneficio”. (Dzongsar Jamyan Khyentse)
No hay comentarios:
Publicar un comentario